Por T. Mitjans, A. Urbano, C. Ferrari, T. Cacciatori F de Cunto , S Taranto y A. Flores
Nabo Barreiro fue el jefe del centro clandestino “La Perla” en Córdoba durante la última dictadura militar. Hoy está en el penal de Marcos Paz detenido por crímenes de lesa humanidad; se lo acusó por 518 delitos, entre homicidios, torturas, violaciones y el secuestro de un menor.
El Gringo o Rubio, como le decían sus amigos, nació en 1947 en Córdoba, donde era conocido por sus asados y porque dirigía un equipo de fútbol local. En 1971 se casó con Ana Delía Maggi y tuvo cinco hijos. Su hobbie era la “lectura histórica” y, según su familia, es “un hombre muy sereno”.
Detrás de esta imagen de padre de familia y buen vecino, Barreiro tuvo una vida paralela de acosos, violencia y mentiras. En 1966 ingresó al Colegio Militar de la Nación, donde descubrió su pasión militar y su fervor nacionalista.
Barreiro fue uno de los creadores, junto con el acusado de asesinato Hernán Vergez, de los Comandos Libertadores de América, un grupo paramilitar que se encargaba de perseguir y matar “subersivos” durante el gobierno de Isabel Perón y que fue cómplice en casos de desapariciones ocurridas después del golpe de Estado de 1976.
Con el retorno de la democracia se empezaron a conocer testimonios de hombres y mujeres que fueron víctimas de los abusos de Barreiro en La Perla. La Justicia Federal de Córdoba ordenó su detención.
Para no enfrentar su situación, Barreiro inició el levantamiento de los carapintada durante la Semana Santa de 1987 junto al coronel Aldo Rico, su gran ídolo. La protesta logró que el ex presidente Raúl Alfonsín dictara las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, por las que todos los cuadros medios de las Fuerzas Armadas, incluido Barreiro, quedaron a salvo de la persecución penal.
En 2004, cuando se reabrieron los juicios, Barreiro fue citado por la Justicia a declarar por el secuestro, la tortura y la muerte de Diego Raúl Hunzkier, un chico de 18 años que fue secuestrado en 1976 y torturado en La Perla por Barreiro. Un día antes de que llegara la orden que le impedía salir del país, Barreiro se escapó a los Estados Unidos.
A kilómetros de Washington, en un pueblo llamado The plains, el ex mayor del Ejército se refugió junto a su mujer en una casa valuada en 250 mil dólares. Para ocultar su pasado, fundaron Pampa’s Corner, un negocio de cueros importados de Argentina y de venta de posters tangueros.
Recién en 2007 el FBI capturó al ex represor y la Justicia lo extraditó a la Argentina, donde lo procesaron por todas sus causas anteriores. Además, debió afrontar un juicio por fraude migratorio en Estados Unidos.
“Nabo” Barreiro en 6 frases
Al día de hoy, Barreiro continúa en la cárcel. Hace menos de un año su hija Irene Paulina Barreiro protagonizó un escándalo en Comodoro Py tras negarse a dar una muestra de sangre para obtener su ADN. La joven fue citada por una supuesta apropiación ilegal por parte de sus padres en los años del terror. Entre gritos, Paulina se desvistió frente al juez federal Ariel Lijo y luego salió corriendo del despacho.
“Hice lo que tenía que hacer y no odio a nadie”, afirmó Barreiro con su usual soberbia a la emisora Rock & Pop en diciembre del año pasado. Su accionar durante la dictadura militar es apenas un retazo de la figura de este torturador: su perfil mediático y su conducta actual parecen burlarse de un futuro arrepentimiento por los hechos cometidos.