Iñaki Galdós

La noche del 1° de noviembre de 2009 llovía mucho. Fernando Cáceres regresaba de cenar con unos amigos no en Merlo, como publicaron muchos medios por aquel entonces, sino en Mataderos. Viajaba en un auto importado. En la zona de Ciudadela, oeste del conurbano bonaerense, al llegar a una esquina le cruzaron un vehículo gris. Los delincuentes lo apuntaron y, al ver las armas, Cáceres no dudó en acelerar. Chocó tratando de escapar y para él, a partir de ese momento, el tiempo se detuvo, no recuerda más nada. Un disparo le ingresó por el ojo derecho y se alojó en la base del cráneo. Quedó en coma. Despertó 25 días después.

A Fernando -ex-River, Boca, Independiente y Selección argentina, en otros clubes-, en el barrio donde creció, la Villa Carlos Gardel, lo conocen como El Negro. Ya desde chico soñaba con jugar al fútbol y por eso, cada vez que podía, se sumaba al equipo del barrio aunque todos fueran más grandes que él. “Todavía conservo amigos de ahí. Del lugar donde crecí puedo rescatar muchas cosas, lo bueno y lo malo”, dice en el living de su casa en Ramos Mejía, lugar que comparte con su madre desde que salió de la internación.

La frase respecto de su lugar de origen describe de cuerpo entero a este jugador que dio sus primeros pasos a los 9 años en baby fútbol -categoría obligatoria para cualquier chico que quiera dedicarse profesionalmente a este deporte- y rápidamente pasó a Argentinos Juniors. Ahí, tras hacer divisiones inferiores, debutó en Primera. Pero nada fue sencillo: cuando cumplió 18 a Fernando le tocó hacer el servicio militar que, en este entonces (1987), era obligatorio. “Me acuerdo de que el club pidió que me dejaran salir para entrenar, entonces me levantaba todos los días a las a 5 de la mañana, entrenaba y me volvía”.

Los recortes de diarios deportivos de esos años hablan de un Cáceres que imponía presencia en la cancha con su voz de mando. Formó parte de la Selección argentina que en 1993 ganó la Copa América y al año siguiente integró el plantel que jugó el Mundial de Estados Unidos, ocasión en que compartió equipo con Diego Maradona.

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE

Tras la noche del asalto, la vida de Fernando Cáceres cambió por completo. Mientras él luchaba por sobrevivir y salir del estado de coma, los médicos decían que solo un milagro podría salvarlo y que, de lograrlo, las secuelas serían irreversibles. Pero el Negro no claudicó y demostró que todavía tiene mucho para dar.

El auto de Cáceres luego del impacto 

El milagro del que hablaban los médicos se dio, y el 5 de enero de 2010 lo trasladaron del Hospital Ramón Carrillo al Instituto FLENI, donde comenzaría con su recuperación física. De esa primera internación salió con muy poca capacidad de movimiento en las extremidades, en silla de ruedas y con el ojo derecho perdido. “Tuve que aprender todo de cero, aprender a moverme, a hablar, todo” señala.

“Tuve que aprender todo de cero, aprender a moverme, a hablar, todo”.

Casualmente en ese lugar, donde estuvo desde fines de 2009 hasta junio de 2012, empezó a formarse en él la idea que lo ocupa hasta hoy: la de fundar un club de fútbol. Lo bautizó Fernando Cáceres Fútbol Club: “FC FC, fui re original”, ríe el Negro. La idea se la dio una enfermera que un día lo vio triste porque no tenía muy claro en qué iba a ocupar su tiempo una vez fuera de ahí.

Ahora -contra todos los pronósticos- habla pausado pero sin grandes dificultades. Y de a poco está volviendo a caminar gracias a una rutina doble turno de ejercicios, sin la ayuda de médicos. Curiosamente, Fernando no cree tanto en ellos porque no le permitían exigir su cuerpo como él quería durante la rehabilitación.

El también ex-Zaragoza, Valencia y Celta de Vigo no guarda ningún tipo de rencor contra las personas que hace unos años lo quisieron matar; al contrario, cree que se equivocaron pero que hubo algo que los llevó a hacer eso. Nunca se cuestionó por qué a él. Cuando se le pregunta, responde: “¿Y por qué no?”.

Su mayor deseo es poder jugar aunque sea unos minutos en su equipo de fútbol. Porque, si algo no existe en el diccionario de Fernando Cáceres, es la palabra “imposible”.