Camila Schiappacasse @camischia


Plaza de Mayo. Nuevamente, después de un verano tranquilo, se respiró aroma a choripán y concentración. Se hizo sentir el hambre de justicia, igualdad, derechos, unión y ovarios. Todas las diagonales de la plaza se tiñeron de dos colores: verde y violeta. Ni flores ni arbustos, mujeres unidas.

Ya con la mirada se reconocieron, sintieron el dolor ajeno de un “piropo” callejero, el miedo a salir pensando si volvían o no, de un abuso, de una amiga o conocida que ya no estaba. Sin embargo, a pesar de esa indignación constante, las mujeres armaron una fiesta en su día. A muchas los brillos de la purpurina les invadieron la cara, mientras que los cuerpos de otras fueron los lienzos con frases como “ni una menos” o “vivas nos queremos”.

Según MuMaLá (Mujeres de la Matria Latinoamericana), en lo que va del 2018 ya se registraron 47 femicidios (Foto: Melina Sutera @melisutera)   

En una voz unánime entonaron cantos en contra del patriarcado. Sus voces y sus tonos son de reclamo, de lucha, de fuerza, de añoranza. Desde bebés en brazos de sus madres hasta abuelas que se ayudaron a avanzar con bastón, todas y cada una de ellas se mostraron íntegras y decididas a hacerse escuchar y a pelear, ya fuera con un llanto o un grito de guerra.

Una columna que asomó por la calle Perú frenó en medio de la calle para bailar y cantar al ritmo de los redoblantes. “¿Sabés lo lindo que es poder encontrarse con tantas otras que, como yo, fuimos abusadas y violadas?”, le decía Marta a su amiga, ambas rozando los 70 años.

Como hormigas que escapan de la lluvia, miles de mujeres emprendieron su marcha por Avenida de Mayo para llegar al Congreso de la Nación. Quizás, solo quizás, sentían que juntas harían una diferencia frente a sus reclamos milenarios, desde igualdad salarial hasta libertad para decidir por sus cuerpos.

Los cánticos fueron cada vez más fuertes y la Plaza de Mayo fue quedando atrás para darle lugar a la del Congreso. El majestuoso edificio, iluminado de violeta, parecía irrelevante al lado de la muchedumbre. El celeste del cielo de la capital también cedió para iluminarse en tonos naranjas y violetas, para crear así el cuadro perfecto.

“Yo sé que Marianela estaría acá también, reclamando y peleando”, dijo su mamá, quien aún busca justicia por el crimen de su hija, violada por más de cinco hombres que hoy gozan de su libertad. Aparecieron algunas lágrimas, pero los redoblantes y los tambores sonaron cada vez más fuerte y la purpurina iba cayendo sobre la calle llena de papeles, haciéndola brillar.

 La despenalización y la legalización del aborto fue una de las principales consignas. (Foto: Melina Sutera @melisutera)

Y así, sin dar marcha atrás, pisando firmes para adelante, las mujeres seguían unidas. Gritando, cantando, mostrándose como son: fuertes, valientes y guerreras. Desde algún lugar, no eran solo ellas las que marchaban; las voces de las que se fueron para no volver tronaban como nunca. Orgullosas de llevar “los ovarios bien puestos”, las miles se convirtieron en una sola mujer.