Por Ludmila Di Grande, Julieta Aichino y Guillermo Saby
Pasados los años cincuenta, el boom de masas en la cultura provocó que aumentara el consumo de diarios y revistas. Leer y estar informado ya no pertenecía a una clase. Los medios se adaptaron a este contexto haciendo un cambio estilístico y temático: para que algo fuera una noticia había que darle status. En este marco, los diarios Clarín, La Nación y La Razón se destacaron rápido en el periodismo; no así Crónica, que no superaba los 20 mil ejemplares diarios.
Para julio de 1963, Crónica era un diario nuevo, que tenía un número de ventas muy bajo. El caso de Norma Mirtha Penjerek impulsó su popularidad.
En un principio, los medios de comunicación casi no se ocuparon del tema. La causa explotó mediáticamente el 15 de ese mismo mes cuando diarios, radios y noticieros empezaron a hacerse eco del caso tras la denuncia de María Mabil Sisti contra el comerciante Pedro Vecchio y la policía filtró sus testimonios a la prensa.
Se publicaron fotos en los diarios en busca de pistas o testigos. La demora en identificar el cuerpo de la víctima despertó sospechas de encubrimiento, se ensanchó la lista de sospechosos y en los diarios y revistas empezó a crecer la cobertura del caso. La periodista y abogada Mara Resio dice que se trataba de espectacularizar la noticia y, sobre todo, alimentar el morbo: “Todos apuntaban a Vecchio y a las fiestas que supuestamente se hacían. Las miradas eran muy machistas”.
Además, el caso fue explotado para el relanzamiento de Crónica, que le dio mucha repercusión. Así, el diario pasó a vender más de 100 mil ejemplares diarios. “Con un tema tan resonante, el periodismo amarillista entró de lleno. Las tapas de los diarios La Razón y Crónica competían por los titulares, y las revistas sensacionalistas Ahora y Así peleaban por las primicias. La competencia entre esos diarios hizo de la desaparición de Norma Mirta Penjerek un caso que mantuvo en vilo a la opinión pública”.
LAS TEORÍAS Y EL ROL DE LOS MEDIOS
La periodista y abogada Penélope Canonico explica que “aunque no debiera funcionar así, si bien muchas veces el rol que juegan los medios de comunicación al exponer y difundir un caso contribuye a que la Justicia avance más rápido con la investigación de un caso, en otras oportunidades puede impactar negativamente y embarrar la cancha, sobre todo cuando interfiere el terreno político”. Para Canónico, en el caso Penjerek se dio este segundo escenario: “Es que la desaparición de la joven de 16 años, que provenía de una familia judía mientras en el país gobernaba un gobierno de facto y se percibía un ferviente antisemitismo, conmocionó a la opinión pública a mediados de 1962”.
Las primeras pistas estuvieron marcadas por un mal accionar policial, la declaración de una testigo falsa y el cuerpo hallado en Llavallol, que era de mayor estatura que el de la adolescente. Miradas conspirativas de todo tipo trasladaron el caso al terreno político, con pistas falsas y pruebas sin comprobar: una suma de ingredientes que derivó en un cóctel explosivo.
“Circuló la teoría de un crimen racial, como también que había sido secuestrada para trata de personas”, indica Canónico. “Las detenciones de los supuestos culpables y la ‘historia oficial’ que hizo correr la policía a partir de las declaraciones obtenidas bajo tortura llevaron el Caso Penjerek -como se lo empezó a llamar- a las tapas de los diarios”.
Cuando la desaparición y el supuesto asesinato de la joven parecía resuelto y se hablaba de una inminente resolución, la teoría policial se cayó a pedazos: la acusación contra Vecchio y muchas de las supuestas pruebas que lo incriminaban eran en realidad resultado de una maniobra motivada por la venganza política. “Entiendo que en la pelea por el rating, la búsqueda de la primicia y la pretensión de impactar en la sociedad genera la creación de títulos llamativos que transforman cualquier novedad en noticia, más allá de preocuparse por su veracidad. Creo que todo esto abonó el terreno para que el caso estuviera en primer plano, hubiera o no avances judiciales. Como muchas veces sucede, se debate hasta el cansancio el tema y cualquier ‘novedad’ resulta noticia hasta que el caso parece olvidado y, por algún motivo, vuelve a retomarse”, dice Canonico.
“En el contexto, se tejieron diversas versiones: una apuntaba al secuestro y asesinato por venganza política y otra sostenía que el secuestro de la adolescente había sido en realidad una maniobra del Mossad (servicio de inteligencia israelí) para preservarla de una posible venganza, y que Norma había sido llevada a Israel, donde vivía bajo una identidad falsa. Pero ninguna fue comprobada”, agrega. “Durante días y días se habló de entregadoras, de drogas, de corrupción, de fotos pornográficas, de orgías en un chalet de la localidad de Bosques, en las cercanías de Florencio Varela. Algunos policías fueron denunciados por arrancar confesiones con tormentos”.
Hubo declaraciones de preocupación de la Corte Suprema, del Poder Ejecutivo y hasta de la Cámara de Diputados. A mediados de 1965, todos los acusados fueron sobreseídos. El nombre de Vecchio sólo volvió a las páginas policiales de los diarios en 1974, cuando uno de sus hijos fue secuestrado en Rosario.
Seis décadas pasaron desde aquel mayo de 1962, y el caso de Norma Mirta Penjerek todavía sigue impune y con muchas incógnitas, falsedades y secretos a su alrededor. El asesinato de esta joven marcó un antes y un después en la historia policial de la Argentina y, a pesar de las conjeturas y especulaciones de los medios, aún no se sabe qué sucedió realmente.