Por Franco Cantero Faustino
La noche empieza con un ritual, un canto católico, una ceremonia; con una performance de actores que hacen las veces de tribu que la venera y crucifica en el escenario, para depositarla armada de un vestido largo, claro y casi puro, que luego irá despedazando como una mamushka.
Dr. Jekyll y Mr. Hyde conviven en Marilina Bertoldi. La diferencia es que en la novela de Robert Louis Stevenson mediaba un brebaje para que cada personalidad se diera lugar. A la artista santafesina —aunque porteña por adopción— le basta con salir a escena. Ahí explota su parte más villana, esa que en entrevistas ha dicho que es su heroína.
El show del domingo 27 en Obras explota con “Sexo con modelos”, del disco que lleva el mismo nombre, y pregunta: “¿A que destino temes? Nada está realmente escrito”, elocuente para el inicio de su noche, porque fue su noche. Sin descanso va a “Cosa mía”, de su último trabajo, “Mojigata”. Dos canciones con guitarras filosas, que sostienen Ivanna “Chipi” Rud —viene de tocar con WOS en Argentinos Juniors el 28 y 29 de octubre pasados— y Luciana Torfano —compositora de La Negra Nieves- que maridan de forma deliciosa.
Sigue con “Fumar de día”, adaptada al vivo mucho más rockera que la editada, con la guitarra de “Maru” —como la vitoreaba la urbe— al frente, rasgando un riff estilo noventas. “Qué lindo estar en Obras”, dice desde el escenario del Templo del Rock. En seguida arranca con “Cosas dulces”, el momento más erótico y sensual del show: “Si querés te invito a verme acercarte, que yo sólo tengo cosas dulces para hacerte”. Un gestito con los dedos no deja nada a la imaginación. Complicidad plena con el público.
“Claro Ma”, “Tito volvé”, “Sushi en lata”, “Beso beso beso”, “Vivo pensando en ayer” para bailar, saltar, festejar y darle paso al himno “Correte”: “Canto todo lo que creo cantando”. Y sí, se entiende perfecto. Agrega “La casa de A”: “…y nada más te dejo atada en lo que te supe hacer muy bien”. Otra vez el gestito, otra vez la complicidad.
Marilina Beltoldi viene editando discos solistas desde 2012. “El peso del aire suspirado” fue el primero, en paralelo a sus presentaciones con la banda de rock alternativo Connor Questa, de la que también era la frontwoman.
El momento acústico de la noche, previo pedido de encendido de ventiladores, y chequeo de la situación del público, suena “Remis”, del disco “Prender un fuego”, que la llevó a ganar el Gardel de Oro después de 19 años de que lo ganara otra mujer, Mercedes Sosa. ¿Quién sino? Su tribu le hace una ofrenda de flores mientras canta.
Seguirá “Amuleto”, en una versión que recuerda a “Rubí” de Babasónicos de tan íntima, que originalmente canta a dúo con la chilena Javiera Mena. Culmina el bloque con “En mi”.
Ríos de tinta se usaron en canciones de rock y nunca ninguna tuvo la precisión y la fatalidad de: “…al final sembraré las consecuencias de adorarte, para que un día te coseche y pueda usarte, en mil recetas que enamoren a otro alguien”, de “Enterrarte”. Golpe al mentón. Pandereta mediante suena “Es poderoso”. Seguido del momento más alto de la noche, que suena a grito de guerra y de toma de posición: “Estaba enojada y ahora estoy preparada”, de “¿O no?”.
La menor de las Bertoldi —su hermana es Lula, de Eruca Sativa-, junto a WOS, Conociendo Rusia, El Mató a un Policía Motorizado y Ca7riel, entre otros músicos y bandas, forman parte de la nueva escena musical. Independientes que, sin la presión de discográficas y con miles de seguidores en redes, movilizan, emocionan y redimen un género para algunos demodé. Marilina Bertoldi tiene un plus: es la abanderada de la comunidad LGBTIQ+.
Con el público en el bolsillo, desde el escenario se toma un momento para hablar de la depresión que transitó a principio de 2022, que preocupó a su familia, e invita a pedir ayuda, aprovechando la ocasión para humanizar y concientizar. “Lo que no te dicen es que después de la depresión viene la ira”, dice, y suena “Racat”. El público agradece que la ira aparezca en sus canciones porque lo que sigue es sexo de a tres guitarras, si es eso posible.
Después de tirar las flores de la ofrenda al público, la misma tribu llena de tierra el escenario, sobre la que se acuesta para cantar “Pucho”: “Vine cargada y te lo digo al mango, son siempre los mismos esto parece un pasamanos, festival de mierda, estoy con todos gusanos, tienen guardaespaldas para ir al baño”. “¿Y cuánto vale dormir tan custodiado, si el sueño llega tan mal que te condena”, diría el Indio Solari años atrás, misma crítica a los rockeros clásicos.
La discografía de Marilina Bertoldi se completa con “La presencia de las personas que se van (2014)”, “Sexo con modelos (2016)”, “Prender un fuego (2018)” y “Mojigata (2022)”, su primer disco de rock (Marilina dixit).
“MDMA” es la elegida para el cierre, digno del show previo. “Vivo estando loca y ya no pega más”, corean hasta el cansancio y en loop por las 5 mil personas que colman Obras y arrancarán la semana muy arriba. Tema aparte, los “plomos”, ahora aliviados de que haya terminado el show y ya no tener que rescatarla una vez más de entre el público.
Hay gente que asegura que el rock está muerto, que ya no tiene nada para decir, que hay más información en los nervios del trap. Marilina Bertoldi es prueba de que eso es falso. Tiene mucho para decir. Sabe cómo decirlo y sabe cómo convertirse en su propia villana y dejar sin aliento a quienes la vieron el domingo pasado en el estadio de Avenida Libertador. La espera ahora una gira por España, y mucho más rock.