Por Sofía Guitler

Agustina Bazterrica tiene encima a su gato Aki, bautizado en honor al director japonés Akira Kurosawa, uno de sus favoritos. Lo adoptó hace poco de un refugio, y hace hincapié en la importancia de no comprar animales. Ella tiene 50 años. Es licenciada en Artes por la Universidad de Buenos Aires, pero actualmente se dedica a tiempo completo a escribir.

Su primer libro, Cadáver Exquisito, ganó el premio Clarín Novela en 2017. La escalofriante ficción tiene como tema central la naturalización del canibalismo en una sociedad violenta y cruel en la que ya no hay más animales que los humanos. Se tradujo a más de 26 idiomas. Las indignas es su segunda novela, publicada en 2023. Presenta un mundo azotado por catástrofes ambientales donde el único lugar habitable es un culto religioso en el que un grupo de mujeres son sometidas en nombre de un dios que les promete la salvación.

-En tus dos novelas hay referencias muy sutiles a crímenes cometidos durante la última dictadura cívico militar en Argentina. En Las indignas se menciona la censura y también hay una crítica a la Iglesia, mientras que en Cadáver Exquisito se trata el robo de bebés. ¿Cómo decidís qué tan permeable querés ser a la realidad? ¿Cuánto de eso llega a tus ficciones?
-Hay una parte del proceso de escritura que se va de mis manos. Trabajo de tal manera que el lector complete el significado. Me ha pasado que relacionan mis libros con cuestiones que no pienso de manera consciente: estoy atravesada por la historia de mi país y no puedo escribir por fuera de esta realidad. Por ejemplo, las relaciones con la dictadura. Conozco gente a la que les desaparecieron amigos, hermanos o parejas. Estoy totalmente atravesada por eso. Más ahora, que por (el presidente Javier) Milei surgen zombis de ultraderecha, gente facha y violenta que tiene el tupé de decir barbaridades, como que los desaparecidos no fueron 30 mil. Sin embargo, estas cuestiones son buenas a la hora de hablar con los lectores. Me voy enterando de los links que hace cada uno y cómo los relacionan.

-La conexión con los lectores es notoria también en tus redes sociales, donde compartís visitas a escuelas, bibliotecas y clubes de lectura. Incluso hay docentes que dan Cadáver exquisito a sus alumnos. ¿Imaginabas que tu obra iba a tener tanta repercusión?
-No me lo imaginaba, para nada. Me parece increíble que los docentes recomienden el libro: es un éxito en escuelas, los adolescentes lo leen muy rápido. Voy a escuelas a hablar y no cobro por ir. Es tiempo que doy para poder leer con jóvenes. Me interesa el diálogo con los lectores. Lo mismo pasa con los clubes de lectura. Hace poco me conecté con lectores de Estados Unidos y fue increíble poder hacer eso. Conozco mucha gente talentosísima con publicaciones espectaculares que no les pasa esto. Entonces, que el libro se haya traducido a tantos idiomas es una barbaridad que nunca imaginé. Jamás sabés lo que puede pasar cuando publicás. Ayer me escribió una señora para contarme que su hijo le había recomendado Cadáver exquisito y estaba muy emocionada porque era el primer libro que le había recomendado.

-Las dos novelas son distopías, pero son muy distintas tanto en términos de argumento como en la forma de la narración. Cadáver exquisito cuenta su historia de una forma violenta y fría, mientras que Las indignas relata escenarios crueles de una forma muy bella. ¿Cómo decidís el lenguaje que vas a usar para contar una historia?
No me interesa tanto qué estoy contando sino el cómo, y ahí está el tema del registro. Si no me cierra, no puedo avanzar con la historia. En el caso de Cadáver exquisito, las frases son cortas, es quirúrgico. Lo que estoy haciendo con ese lenguaje frío y frases sencillas es pegarle en la cabeza al lector. En Las indignas, en cambio, el lenguaje es poético: te voy a contar esta historia horrorosa, pero rescataré momentos de belleza a través del lenguaje. Es una reflexión sobre la palabra y el acto de escribir, que para la narradora es un refugio y la salvación. Este registro es más elaborado, con pinceladas poéticas y algo eclesiástico. La poesía para mí está hecha de silencios: son fundamentales porque es todo lo que vos no decís para que el lector lo complete, o no. Yo juego con eso en todos mis textos. A veces me escribe gente que no soporta no saber qué es real y qué no.

-En Las indignas hay una fuerte crítica al patriarcado: las mujeres se pelean, compiten y se traicionan en el nombre de un hombre que les promete la salvación divina. ¿Esa mirada nace de una militancia personal?
-Sí, absolutamente. Soy feminista. Leo bastante a teóricas e intelectuales y trato de entender por qué naturalizamos el patriarcado y todos los mecanismos mediante los cuales nos quieren disciplinar. Por ejemplo, la gordofobia y cómo quieren disciplinar nuestros cuerpos. Siempre tenemos que ser jóvenes, hermosas y flacas. También intento comprender por qué está lleno de mujeres machistas. El otro día estaba viendo a una de las legisladoras de Milei que se definía como antifeminista. Pienso que es loco porque sin las feministas ella no podría trabajar, manejar dinero ni estar en política. Tendría que estar en su casa pariendo y criando niños. Entonces, es no entender los procesos históricos y todo lo que logró el feminismo. Pero bueno, como dice Simone de Beauvoir, si el patriarcado es tan fuerte es porque todavía hay cómplices entre la gente oprimida.

-¿Considerás que la cultura se ve afectada por la situación del país?
-En Argentina, a pesar de todo, hay una vida cultural que en muchos países no existe. No existen tantas librerías, bibliotecas, gente hablando de libros y leyendo. Vivimos relativamente bien, en el sentido de que tenemos acceso a mucha cultura y a educación gratuita. Pero también entiendo que soy una persona con muchos privilegios. Tuve y tengo la posibilidad de educarme, puedo alimentarme todos los días, puedo adoptar un gatito y cuidarlo. Sin embargo, está lleno de gente que no. Hay personas que realmente viven distopías.