Por Malena Loria
En el mundo de la educación primaria, la página de un libro puede abrir nuevas perspectivas y sembrar semillas de cambio. Es en ese contexto que la figura de Silvina Furgat brilla como guía. Maestra de grado en Necochea y secretaria de Educación Primaria del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (Suteba), Silvina es más que una educadora: es quien lidera una revolución en el aula proponiendo una nueva pedagogía que conecta la Educación Sexual Integral con la literatura infantil.
La docente se encargó de transformar cuentos clásicos en herramientas para explorar la diversidad y cuestionar los estereotipos de género desde la infancia. A través del juego y de la escritura creativa, lleva a sus estudiantes a imaginar un mundo donde todos puedan ser los protagonistas de sus propias historias, sin limitaciones impuestas.
–¿Cómo surgieron estas propuestas pedagógicas? ¿Por qué eligieron la lectura como herramienta para abordarlas?
–Desde Suteba, hace dos años iniciamos una recorrida por escuelas en la que observamos que la ESI, si bien tiene una Dirección Provincial de Educación Primaria, no reflejaba o impactaba en la transversalidad de las propuestas áulicas. Fue de esta manera que junto con la Secretaría de Género del Sindicato empezamos a pensar propuestas para las escuelas primarias. El año pasado la Dirección de Escuelas envió cuatro cuentos clásicos para cada alumno y alumna de la provincia de Buenos Aires. A partir de esto se nos ocurrió darle una vuelta a la lectura proponiendo ir más allá de los cuentos tradicionales. Buscamos ver de qué manera los ejes que propone la ESI se pueden visualizar en estas obras literarias.
–¿Qué cuentos eran?
–Tomamos tres cuentos iniciales (“Caperucita roja”, “Ricitos de oro” y “El hombrecito de jengibre”), cambiamos los personajes y empezamos a jugar. Iniciamos así, y de a poco tomamos el tema de las conformaciones familiares y empezamos a trabajar sobre las familias de barrio. “Un cuento donde contemos todxs” habla de la enseñanza de la literatura desde una perspectiva de género para las niñeces.
–¿Qué lecturas abordaron para llevar a cabo estas propuestas pedagógicas?
–En principio las lecturas fueron las de la normativa sobre los diseños curriculares del nivel primario. Tenemos una guía de materiales didácticos y pedagógicos que nos brinda Suteba, pero el que más nos hizo abrir la cabeza y empezar a cuestionar un montón de cosas fue un libro muy básico: ESI: Educación Sexual Integral. Guía básica para trabajar en la escuela y en la familia, de Celina Carrizo.
–¿Por qué les “abrió la cabeza”?
–Nos ayudó a ver las cosas desde otra perspectiva, analizar hasta qué deportes le damos a cada alumno en la clase de gimnasia, por ejemplo. También hicimos una entrevista con María Victoria Pereyra Rozas, una escritora de cuentos infantiles vinculados, obviamente, con la ESI, como “Mi mamá es electricista” o “Yo quiero ser presidenta”. También tiene cuentos sin género. Usamos bastante “No quiero ser princesa, quiero ser capitana”, cuentos que en realidad ponen a la vista lo que pasa en las casas de los pibes y las pibas.
–¿Qué impacto tiene en los estudiantes abordar la literatura con perspectiva de género desde la escuela?
–Nosotras tomamos como puerta de entrada las bibliotecas de la escuela y nos pusimos la tarea de cuestionar el contenido que podemos encontrar ahí a partir preguntas como a qué libros tienen acceso nuestros alumnos, cómo eran los personajes, si ellos padecen alguna dificultad física, qué conformaciones familiares mostraban, cómo eran sus cuerpos… Quisimos que la biblioteca sea una puerta de entrada transversal a toda la literatura. Es por esto que adaptamos los cuentos clásicos a un montón de contextos. No hicimos solo una versión, sino varias, para ir vinculándolas con propuestas nuevas de otros autores. Esto empezó con el cuento y la literatura desde la perspectiva de género, y continuó con propuestas de escritura de cuentos transversalizados. La escuela como institución tiene que garantizar el derecho de cada uno de los estudiantes de atender la ESI en la escuela. Los pibes y las pibas van a transitar su vida de manera más libre cuando puedan reconocerse con el otro y en el otro.
–¿Qué trabajo realizaron individualmente para llegar a cumplir la expectativa que tenían?
–En primer lugar, tuvimos que analizar y cuestionar la bibliografía que ponemos al alcance de nuestros pibes y pibas, así como también hacer una introspección de nosotros mismos. Ese es el principio de todo. Tiene que ver con qué me pasa a mí como docente con ese análisis: ¿soy capaz de generar esa inclusión o, en realidad, somos nosotros los que lo laburamos de otra manera? Hubo que trabajar desde lo personal e institucional, empezando por mirar y cuestionar toda la organización. No solo lo que hacemos dentro del aula, sino lo que comunicamos a la comunidad y a nuestros pibes.
–¿Cómo pueden estas propuestas pedagógicas fomentar una mayor comprensión y apreciación de la diversidad en la lectura entre los estudiantes de primaria?
–Nosotras no solo tomamos en cuenta la lectura de cuentos o libros de texto porque todo lo que escribimos tiene la capacidad de ser leído. El abordaje de la ESI desde todas sus dimensiones en lo cotidiano, no solo de la organización de la propuesta áulica, hace que los pibitos y pibitas también tomen conciencia de esta cuestión. Ese es el inicio: incluir a todos todo el tiempo, sin distinción de género.