Por Inés Yawien

“El panorama es muy distinto a cuando estaba dando notas hace cinco meses. Ahora estamos en una destrucción total”, asegura Jeankarla “La Colo” Falon Plaza, gestora de cultura y comunicación y periodista. Trabajó diez años en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). Lo hizo hasta 2024, cuando fue desvinculada junto a varios de sus compañeros. Sobre una base de 750 trabajadores en la nómina de diciembre 2023, ya hubo 430 empleados despedidos o que tomaron un retiro voluntario por quedarse sin tareas. La actual gestión, encabezada por el economista Carlos Pirovano, espera reducir 200 puestos más para fines de noviembre, lo que dejaría una plantilla 120 trabajadores.

-¿Cuál era tu rol en el INCAA?
-En la última etapa fui la responsable de Comunicación Institucional, Relaciones Institucionales, Ceremonial y Protocolo en el área de Presidencia en el Instituto. Antes había sido responsable de Prensa y trabajé en la comunicación del Festival de Mar del Plata. Cuando se empezaba un proyecto, me sentaba a pensar cómo comunicarlo y en el marketing para que tenga un buen posicionamiento. No sólo a la hora de un estreno o del evento, sino durante todo ese camino.

-¿Qué consecuencias trajo el nuevo gobierno para la cultura y para vos en lo personal?
-La cultura está desfinanciada, aplastada. Al presidente de la Nación no le interesa el rol del Estado aportando a la cultura como una herramienta económica y de socialización, busca su destrucción. En mi caso, fui despedida. El 15 de marzo, junto a otros 28 compañeros, me enteré por una comunicación oficial que quedaba desvinculada del INCAA. Hacía días que había asumido como presidente del Instituto Carlos Pirovano, quien era mi jefe directo, y en ningún momento ni él ni nadie de Recursos Humanos me notificó. Me enteré porque me encontré con esa comunicación ese viernes, cuando entré a revisar lo que me quedaba por hacer para la semana. No cobré indemnización, nada. Gracias si cobré los 15 días trabajados ese mes.

Carlos Pirovano, presidente del INCAA.

-¿Para qué es importante que un Estado garantice el funcionamiento de la cultura en un país?
-El deber del Estado, en un país tan grande y con una diversidad enorme, es garantizar que la cultura llegue a todos los espacios. La gente debería tener la posibilidad de estar culturizada, de tener un crecimiento. La cultura no sólo gratifica intelectualmente, sino que también permite el crecimiento económico de las personas. Hoy más que nunca, es uno de los ingresos más importantes para los países. Especialmente en la Argentina, donde hay profesionales que generan rédito económico. No sólo se exporta materia prima como talento, también contenidos que aportan al Producto Bruto Interno (PBI).

-¿Cómo funcionó la gestión de la cultura durante gobiernos anteriores?
-Es muy difícil decirlo porque existieron distintas miradas y distintos intereses. Lo que sí estuvo hasta en el macrismo, una de las peores épocas que pensábamos que íbamos a pasar, fue la presencia del Estado. Con distinto foco, pero el Estado estuvo presente, y eso genera posibilidades, inclusión, trabajo y soberanía sobre los contenidos. La situación actual se asimila a un Estado anti democrático, bordea eso. No interesa su presencia en ningún aspecto, incluyendo en la cultura. Se cree que su rol es innecesario, y eso es una falacia.

-¿Qué opinás sobre la estigmatización de parte de este gobierno hacia los trabajadores de la cultura, especialmente del INCAA?
-Mi opinión no vale la pena, lo que se ve es un hecho real: la estigmatización de los trabajadores del INCAA es un trabajo de comunicación que la derecha viene instalando hace mucho tiempo, más que nada de la mano de Macri. La cultura se estigmatiza y se persigue como en otras épocas atroces, por ejemplo en el nazismo y en gobiernos dictatoriales, los cuales están muy frescos aún. A través de una película, un documental, una obra de teatro, una canción o un libro, una persona se puede dar cuenta de lo que está ocurriendo más allá, por ejemplo, en Tucumán, en Jujuy o la Patagonia. La cultura no es un entretenimiento, es una herramienta de comunicación y sirve para generar un pensamiento crítico.

Jeankarla Falon Plaza.

-¿En qué situación se encuentra el INCAA hoy?
Está totalmente paralizado. De 750 trabajadores, ya son alrededor de 400 entre los despedidos, los que no se les renovó el contrato, los desvinculados y los que fueron amenazados para que tomen los retiros voluntarios. Los sindicatos no hicieron absolutamente nada, yo estaba sindicalizada. Hoy en día el sindicato les planteó a los trabajadores que lo mejor que pueden hacer es aceptar el retiro voluntario porque igualmente no van a tener funciones. Hay gente que no tolera seguir sin que les asignen tareas y en la situación de abandono de los sindicatos, y termina tomando la decisión del retiro voluntario. Hacen una operación psicológica.

-¿Tenés esperanzas de que un cambio de gestión le devuelva al INCAA lo que este gobierno le quitó?
-Tengo la esperanza de que en algún momento esto cambie. Hay tantas cosas rotas alrededor y con necesidades más urgentes, que por momentos me da pudor pensar en cómo se van a recuperar la cultura y el INCAA. Hay que reconstruir todo. Dentro de esta ruptura hay un quiebre de un tejido social. Cuando volvimos luego del macrismo, si bien había una gran deuda económica con el FMI, el tejido social no estaba tan roto y se podía reconstruir sobre esa base.

-¿Esta vez no?
-Si se cumplen los tres años que restan de esta gestión, esto va a ser peor que una guerra. Con la gente echada se va un capital humano y un conocimiento, se rompe la forma de vivir a nivel cultural. El día de mañana, un gestor cultural, un director, un productor, un sonidista, un vestuarista, un técnico o un electricista va a haber pasado por cuatro años en los que lo rompieron internamente, emocionalmente. Se rompió toda esa generación de gente que daba y transmitía contenido, porque no es sólo ir a trabajar todos los días, también es formar y relacionarse con otros. Hoy, miles de personas que pertenecíamos a la cultura hemos dejado de formarnos y de transmitir conocimiento. El día de mañana, cuando se quiera reconstruir, hay que ver cómo quedaron las salas de cine, ir a buscar si hay proyectoristas, si siguen vivos, si transmitieron su conocimiento. Es toda una cadena de valor que se está rompiendo, toda una cadena de confianza. Es una destrucción total en un lapso de once meses que conlleva todo un trabajo fino. Esperanza siempre tengo, pero no sé por dónde saldremos. Porque no sólo se necesita dinero, también tiempo, calidad y personas que no estén rotas. Eso es lo que cuesta más: poder armar y rearmar los espacios, las funciones, los roles. No solo quedará, con suerte, el edificio de Lima 319, sino que además quedará pensar cómo barajar y dar de nuevo.