Por Ornella Mainetti
El tiempo parece detenerse en el taller de Adriana Markieviche. Cada mueble que llega a sus manos tiene una historia por contar y ella, con dedicación y respeto, se convierte en la narradora de esas historias, a las que da una nueva vida. “La imperfección es sinónimo de haber vivido”, dice con una sonrisa, resumiendo la filosofía que guía su proyecto “Viejos son los trapos”. Desde que decidió soltar la arquitectura para sumergirse en el mundo del diseño de interiores, su vida cambió rotundamente: sin saberlo en aquel momento, esa decisión marcó el curso de su futuro emprendimiento.
Adriana trabaja incansablemente para demostrar que un mueble desgastado puede transformarse en una pieza única y contemporánea que conserve su esencia y su historia a la vez. Más allá de su amor por los muebles, la pasión de Adriana también se refleja en su compromiso con la sostenibilidad: “Intento al máximo conservar todos los elementos originales. Cuanto menos consumo, mejor”, afirma. Para ella, la restauración no es solo una forma de arte, sino un acto de amor y respeto hacia el medio ambiente y las generaciones que están por venir.
–¿Qué te llevó a iniciar el proyecto “Viejos son los trapos“?
–”Viejos son los trapos” nace a partir de una necesidad: la de no trabajar más en relación de dependencia. Ese fue el punto de partida. La elección de reciclar muebles y no dedicarme a cualquier otro rubro fue inspiracional. Empecé allá por 2012, hacía ya un año que me había recibido y dejado mi trabajo de oficina, por decirlo de alguna manera, y necesitaba combinar mis saberes con algo que me permitiera sostenerme económicamente. A la vez, sentía que ese algo tenía que contribuir con el bien común. Estaba difícil, pero había algo que me fascinaba y eran los muebles antiguos. En la facultad cursé la materia Historia del Mueble y descubrí un mundo nuevo. Para esa época los muebles antiguos eran considerados viejos y no vintage, como ahora. De hecho, no había un mercado muy definido y estaba segura de que podía llegar a ser una novedad: muebles “viejos” y descartados traídos a la contemporaneidad a través del diseño y los colores.
–¿Cómo es el proceso de restaurar un mueble?
–El proceso es único para cada mueble porque depende de su estado de conservación. Siempre comienzo con el diagnóstico: paso un rato largo observando y haciendo una lista mental de las partes que van a necesitar ser restauradas o refaccionadas; en ese lapso empiezan a surgir la creatividad y las preguntas: ¿y si le cambio esta madera y le pongo otra? ¿Qué pasaría si transformo esta cómoda en un vajillero? Hago un análisis de posibilidades que a veces falla, por lo que sobre la marcha tengo que implementar un plan B. Por ejemplo, a veces es porque su madera viejita no lo permite, otras, porque me doy cuenta de que no me gusta y decido cambiarlo. Es todo un tema el llamado “proceso creativo”.
–¿Cómo impacta la elección de productos y técnicas en el medio ambiente?
–La premisa de mi trabajo es que todo mueble se reciclará con elementos también reciclados. Por ejemplo, las maderas que uso para los faltantes o refacciones son rescatadas de la calle. Intento al máximo conservar todos los elementos originales del mueble, como tiradores, bisagras, cierres y demás. Cuanto menos consumo, mejor. No siempre lo logro porque algunas piezas están muy dañadas, pero si hay que cambiarlas siempre tengo mi cajita de los tesoros con un montón de cositas que encontré en la calle descartadas y que pertenecieron a otros muebles o que me regalaron. Los que me conocen saben que soy ciruja y me juntan este tipo de elementos, muy valiosos para mi trabajo. Nada se pierde, todo se reutiliza.
–¿Cuál es el mayor impacto ambiental en la industria mobiliaria actual?
–Acá no tengo dudas: la tala indiscriminada de bosques y la deforestación de selvas nativas. Es algo que me duele en lo más profundo del corazón. Lo veo tan innecesario, egoísta, elitista y tantas cosas más. El ser humano pobre de alma necesita nutrir su vacío con el consumo desmedido de fantasías vendidas en las redes sociales. La casa perfecta con los muebles perfectos…
–¿Hubo un cambio en la percepción pública de la restauración y el reciclaje de muebles?
–Creo que, más que cambio, empezó a haber aceptación. Por un lado, aceptar que lo imperfecto puede ser bellísimo y aprender a convivir con ello promueve la autoaceptación. ¿Qué quiero decir? Podemos hacer una analogía bastante linda entre muebles y personas. Los muebles reciclados, rescatados o reutilizados conservan, indefectiblemente, algunas marcas y heridas del paso de sus años. Son ellas las encargadas de contar su historia y mantenerla viva, el estandarte de la victoria. Lejos de afearlos, los hace únicos y hermosos. ¿No pasa lo mismo con las personas? ¿No tenemos un millón de heridas visibles e internas, batallas ganadas y perdidas, historias pasadas y presentes que nos acompañan y que nos hacen ser quienes somos? Nos hace bellos, únicos y resilientes. La imperfección es sinónimo de haber vivido.
–¿Qué mensaje te gustaría transmitir a través de tu trabajo?
–El mensaje es simple y complejo a la vez: podemos ser felices, sentirnos plenos, abundantes y rodeados de belleza y respetar y cuidar el medio que habitamos, todo al mismo tiempo. Un mueble reciclado, un árbol más que vive, un humano más que respira. Somos todos uno, solo que aún no terminamos de entender esta red que nos une y nos hace maravillosos.
–¿Hay algún proyecto futuro que te entusiasme? ¿Qué planes tenés con tu marca?
–Qué buena pregunta. Siempre fantaseé con salir en la tele (risas). Pero ojo, no por una cuestión de ego ni de cholulez, sino porque es el medio masivo indicado para exponer el mensaje y que más y más personas se sumen a esta propuesta de reciclar muebles, de rescatar lo que otros descarten. Y planes tengo un montón. Me encantaría acceder a un espacio más grande y cómodo para dar clases de reciclado y que muchos más aprendan a reutilizar. Creo que esa será una buena y linda contribución.
–¿Qué consejo les darías a quienes quieren comenzar a restaurar muebles o a trabajar en proyectos sostenibles?
–Consejo es una palabra muy grande. Creo que para hacer el bien no se necesita consejo ni tip. Todo lo que salga del corazón y sea para un bien común, para sumar, sanar, proteger, cuidar, expandir, concientizar… Ese es siempre el camino correcto. Y, quién te dice, también una manera hermosa de ganarte la vida y hacer que los días siempre valgan la pena.