Por Matías Riso
Miércoles 11 de diciembre de 2024 en el estadio de Unión de Santa Fe. Central Córdoba de Santiago del Estero vence 1 a 0 a Vélez en la final de la Copa Argentina y consigue el primer título de su historia, además de la clasificación para la Copa Libertadores 2025. Junto a los jugadores hay un hombre canoso que festeja emocionado. Es su director técnico, Omar de Felippe, que a los 62 años tiene una carrera como entrenador que incluye tres ascensos (Olimpo, Quilmes e Independiente) y un tricampeonato con Emelec de Ecuador. Pero todo eso queda en segundo plano, ya que su mayor orgullo es haber combatido en Malvinas.
Nació el 3 de abril de 1962 en el barrio porteño de Mataderos, empezó jugando en las inferiores de Atlanta y luego llegó a Huracán, donde fue escalando hasta la Reserva. Como a muchos de los jóvenes argentinos de la época, en 1981 le tocó hacer el Servicio Militar Obligatorio, en su caso, en el Regimiento 3 de Infantería en La Tablada. Al soldado De Felippe le dieron la baja el 24 de diciembre para que pudiera hacer la pretemporada con el club de Parque Patricios. Pero un día antes de cumplir 20 años, el 2 de abril de 1982, se produjo la recuperación de las Islas Malvinas y toda la clase 62, que había hecho la “colimba” y ya estaba de baja, fue reincorporada. A la semana, Omar y sus compañeros pisaban las Malvinas.
Su rol de combate fue apuntador de una ametralladora MAG en el Grupo Apoyo de la 3º Sección, perteneciente a la Compañía A. Cayó prisionero el 14 de junio, día de la rendición argentina y horas después de haber combatido cara a cara contra una compañía del Batallón 2 de paracaidistas ingleses. Si bien no sufrió heridas, sí vivió en carne propia las privaciones de toda guerra y la muerte de amigos.
“La verdad es que todos tuvimos la sensación de que nos quedábamos allá porque los bombardeos eran constantes y a horarios inciertos. Después del 1º de mayo a las 4.40 de la madrugada, cuando cayó la primera bomba en el aeropuerto, ya fue un bombardeo insoportable. Por momentos era sentarte a fumar y escuchar el silbido de los proyectiles mientras rogabas que siguieran de largo y no cayeran en tu cabeza”, contó el DT.
El regreso al continente no fue nada fácil. “Más allá de lo familiar, el fútbol me salvó la vida. Era mi motivación para seguir cada día después de haber vuelto. La guerra y el fútbol no tienen nada que ver, me costó más de siete años poder hablar del tema”, recordó. Apenas volvió a la vida civil, Huracán le hizo un contrato profesional y empezó su carrera como futbolista. Luego jugó en Arsenal, Villa Mitre, Rosario de Puerto Belgrano, Olimpo y Once Caldas de Colombia. Se retiró en 1994 e hizo el curso de entrenador, rol que desempeñó en Olimpo, Quilmes, Independiente, Emelec (Ecuador), Vélez, Newell’s, Atlético Tucumán, Platense y Central Córdoba. En este último ya entró, por segunda vez, en la historia grande.