Por Lorenzo Santilli

Miércoles, 18.30. En la esquina de Avenida Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen, a pocos metros del vallado policial que rodea el Congreso, se distingue la wiphala multicolor ondeando sobre una pancarta que reza: “Defender la tierra, recuperar la dignidad”. Ramón Contreras, más conocido por sus compañeros de marcha como Tigre Rojo, es un jubilado de 70 años, metalúrgico, oriundo de Avellaneda. Dice que viene solo, pero destaca frente a la multitud que se convoca cada semana para exigir medicamentos, haberes dignos y, sobre todo, “recuperar el país”.

La conversación comienza con un único disparador: por qué impulsa una denuncia penal en favor de Pablo Grillo, el joven fotógrafo herido por un cartucho de gas lacrimógeno disparado por la Gendarmería, el 12 de marzo pasado. “Decidí denunciar porque le tiraron a matar y porque para mí es como un hijo“, dice Contreras, y sigue: “Conozco a la madre, trabajó conmigo, sé quién es el padre. Lo mínimo que puedo hacer es exigir justicia. Mi campaña es clara: cárcel para los responsables políticos (el presidente Javier Milei y la ministra Patricia Bullrich) y para el gendarme que disparó“.

-¿Tu presencia en las marchas de los jubilados trasciende el reclamo salarial?
-Claro que sí. Estoy porque nos están quitando los derechos a los jubilados, a los trabajadores y también a ustedes, los jóvenes. Vengo por los medicamentos del PAMI, por el ANSES vaciado, por los discapacitados que se quedan sin cobertura y hasta por el Hospital Garrahan, al que quieren recortar. No es sólo un aumento: venimos por todo, para recuperar el país.

-¿Cómo describirías la situación actual del sistema previsional?
-Dos entes autárquicos, PAMI y ANSES, fueron apropiados y vaciados por distintos gobiernos. Hoy necesitamos que vuelvan a estar administrados por jubilados y trabajadores. El haber mínimo debería aumentar al menos a un millón doscientos mil pesos para equiparar la canasta básica, algo que ningún ministro parece dispuesto a reconocer: siempre responden “¿con qué plata?”.

-En tus pancartas escribís que “vivimos en una dictadura”. ¿Por qué?
-Porque gobiernan por decreto y con garrote, gas pimienta y hambre. Mandan tropas pagadas por el propio pueblo para reprimir un reclamo constitucional. No es una dictadura declarada, pero replica los métodos: gobernar con miedo y miseria.

-Recibiste amenazas directas. ¿Podés contar qué ocurrió?
-Dos veces me encañonaron desde patrulleros. La última fue cerca del puente Pueyrredón: una agente mostró el arma y, al irse, dispararon dos tiros al aire. Pretenden amedrentarnos, pero no vamos a retroceder.

-¿Qué significa para vos la wiphala con la que marchás?
-Representa la diversidad de los pueblos originarios: todos los colores juntos, ninguno encima del otro. Ese es el país que quiero, donde cada derecho sea respetado.

-¿Qué le dirías a las generaciones más jóvenes?
-Que tomen la posta. Yo y mi compañera ya vivimos bastante, la pelea es por nuestros nietos y por los hijos que ustedes tengan. El país está hipotecado, pero la dignidad, la moral y los principios pueden recuperarse. Sin eso, no habrá patria posible.