Por Bianca Salvatore
A la hora de pensar cómo describir a Martín Smud, es difícil encontrar una única respuesta. Es psicólogo, escritor, periodista y hace poco se volvió dramaturgo y actor. Smud es camaleónico, pero no por eso deja de tener opiniones fuertes. Cuenta con la cualidad de la transformación y la consciencia. El escritor nota los peligros de la tecnología, pero también sabe que se debe adaptar. Cuando faltaban pocos minutos para terminar la entrevista, dijo: “Qué bueno que terminamos cuando finalizó la cuenta regresiva del zoom, porque así le gano a la tecnología”. Su segundo libro, Homo Selfie, escrito en formato de tuits, está dedicado a las redes sociales y los celulares. Es consciente de que ya no se lee como antes, por eso cambia su manera de escribir.
Arrancó en 2015 con su libro Generación Play, siguió con Homo Selfie en 2019 y, ya en 2023, publicó Mandamientos Digitales. Ahora comenzó a escribir uno nuevo, Desinteligencia Artificial. La posición del escritor hacia estos cambios es firme: la tecnología lleva a la desigualdad social. Los algoritmos son injustos y benefician sólo a unos pocos. La moralidad deja de existir: ”La IA puede crear realidades que no existen, entonces ¿la ética dónde queda? Entre la ética y la técnica siempre hay una contradicción. Cuando vos tenés las posibilidades técnicas, prevalece la técnica sobre la ética; entonces, si vos lo podés hacer, ¿por qué no lo vas a hacer?”.
Hace alrededor de ocho años empezó a hacer notas para el diario Página/12. No llegó a vivir la época de las redacciones presenciales, pero desea haberla conocido: “Ya no hay lugar físico y de encuentro, la gente que vivió esa etapa dice que lo más lindo era poder charlar. Ahora está cada uno en su lugar tratando de salvarse a sí mismo. Eso trae muchas consecuencias negativas: no hay un proyecto común y la idea de democracia, de país, se vuelve más complicada”. Hoy está tratando de volver a escribir de manera analógica.
–¿Cómo recordás la vida analógica? ¿Son recuerdos nostálgicos?
-Siento que la etapa digital me separó la vida en dos. En mi generación es como si tuviéramos dos vidas: una analógica y otra digital. No tengo melancolía, pero me preocupa para dónde va el mundo con esta nueva era. Hay muchas cosas a favor y en contra. Los cambios son muy patentes, yo lo fui escribiendo en Generación Play, que era la época donde empezaban los jueguitos. Las relaciones humanas se fueron alejando y las personas que están en esos vínculos fueron complejizando su psicología. No es que el mundo estuviera mejor en lo analógico, porque ahí pasó la Segunda Guerra Mundial y el siglo XX fue el siglo de los genocidios. Pero tampoco nadie se pone a pensar en esos inventos que nos hacen la vida más fácil, pero también más difícil, porque este mundo se vuelve cada vez más desigual: hay más gente pobre y muy poca gente rica.

–Pareciera que las redes nos hacen estar en contacto con los demás, pero a la vez potencian el individualismo. ¿Lo ves así?
-Sin duda. Hay un individualismo que está bien, pero por otro lado vos podés ser un hater, un troll, y no das la cara, hacés una cuenta que nadie conoce y generás tendencias con discursos de odio. Ahora hay nuevas formas de pelear, por ejemplo, retuitear. Estamos viviendo en una época tremenda en la que los presidentes desde el baño pueden armar la Tercera Guerra Mundial y estamos todos implicados en su baño. La relación entre lo público y lo privado es muy distinta al pasado. Antes tenían que hacer una conferencia de prensa y dar la cara frente a periodistas que les hacían preguntas, pero ahora tuitean algo y generan una hecatombe. El individualismo es: “Si soy inteligente, puedo ir más allá que los otros, me va a ir muy bien y qué me importa lo demás”. La idea de lo social es que los otros se mueran, si total a mí me va bien.
-Lo artístico en los años ’70 u ’80 mostraba una idea de familias del futuro en la que los robots hacían todas las tareas del hogar mientras los humanos se ocupaban de sus actividades intelectuales y se volvían más inteligentes. ¿Ahora está pasando lo contrario? Mientras nosotros limpiamos, planchamos y cocinamos, hay una IA que nos dice qué pensar…
-La idea que nosotros teníamos de la IA es totalmente contraria a la que se está viviendo. Me parece que es todavía más cruda, porque las tareas cotidianas las tenemos que seguir haciendo. Esa idea del intelectualismo que nos permitiría tener robots que nos limpien la casa es para una ínfima cantidad de población mundial porque hay cada vez más millones de personas y menos millones de trabajos. Entonces, la pregunta es cómo se va a sostener el mundo a nivel de la posibilidad de poder comer. Ni siquiera es cómo poder tener el tiempo para ser intelectual o para limpiar la casa. En lo periodístico también pasa: cada vez hay menos ética porque está basada en las redes y las redes sólo tienen la ética del poder, del dinero y de lo que me importa a mí. No hay ética posible en el individualismo exacerbado.

-¿Creés que la idea de verdad o realidad ya no existe, dejó de tener valor?
-Sí, claro. Se deslegitima lo que es justamente la verdad, la realidad, porque uno tiene más poder que un millón, entonces, el que tiene el poder de generar con los medios que sea esa realidad, te puede decir: “Yo tengo la razón porque tengo el dinero, porque tengo la verdad”. Con la IA ya no existe la realidad; está la realidad virtual, la inmersiva, la aumentada… hay muchos tipos de realidad, y ahora viene esta realidad nueva que por un lado nos llena de temor y, por otro lado, nos llena de algarabía. A los humanos nos gusta mucho la ciencia ficción, pero la vida hoy en día está muy ligada a lo distópico.
-Las redes sociales y la IA generan la ilusión de que te dan la libertad de hacer lo que querés. ¿El libre albedrío digital es verdad o mentira?
-En esta época hay cosas que se nos facilitan: con un celular podés filmar una película y subirla, por más que la vean 10 personas. Lo que pasa es que tener la cantidad de tiempo y la capacidad suficiente no es sencillo. Tenés muchas más posibilidades que antes, pero lográs mucho menos, entonces, el nivel de frustración es más alto que antes. También es un laburo muy grande llegar a ser una figura pública, es un trabajo complejo ser inteligente y también ser conocido. Las dos cosas al mismo tiempo lo logran pocos, porque algunos son famosos pero no son inteligentes y otros son inteligentes pero no son famosos.