Por Juana García Cassataro
“Las Maldiciones” es la nueva miniserie de thriller político argentina de Netflix. Basada en el libro homónimo de Claudia Piñeiro, está protagonizada por Leonardo Sbaraglia, Gustavo Bassani y Alejandra Flechner, mientras que su creador es Daniel Burman y su equipo de guionistas, entre quienes está Natacha Caravia. “Una de las cosas que se tienen en cuenta cuando se adapta una novela es dejar un poco de lado el texto en sí para concentrarse en qué te resuena a vos como escritor y dónde podés encontrar la historia más verdadera para contar”, comentó Caravia en entrevista para Diario Publicable.
En la adaptación tuvieron que realizar modificaciones para contar lo que realmente les interesaba: el entramado de la paternidad en la historia. Fue así que decidieron cambiar el género y la edad de quien en el libro es el hijo del gobernador, para que su secuestro tuviera otras connotaciones, sacar el personaje literario del tío radical y transformar la geografía para trasladar la trama al interior de la Argentina. “Cuando se da la obra a otro, hay una relación como de respeto. Por supuesto, Daniel Burman se comunicó con Claudia Piñeiro y ella leyó los guiones. Quedó muy contenta con la adaptación. En redes apoyó mucho el proyecto”, relata Caravia sobre el rol de la escritora en la adaptación.

Caravia da más detalles del proceso creativo: “No todos en el equipo leyeron la novela, lo que dio mucha libertad. Entonces, cuando de repente aparecían ideas fuera de la caja, era porque no la habían leído, mientras que los que sí la leíamos tratábamos de acomodar eso dentro de la trama. No está mal no estar tan condicionado por lo escrito”. Luego agrega: “Realmente nos parecía que la ley de litio y el trasfondo de la minería era una excusa para contar el dilema moral de un tipo con mucho poder y sus relaciones”.
“Hay que tener en cuenta que es muy difícil escribir sabiendo que la gente está mirando el teléfono. Hay cosas que están en la imagen que uno piensa que también tiene que poner en boca de algún personaje porque por ahí el espectador no está mirando”, explica, y sigue: “Pero creo que acá no nos preocupó tanto contar despacio. Sí es verdad que el capítulo uno tiene otra velocidad porque necesitábamos que rápidamente la gente estuviera en tema y que pasara al segundo. Ese fue el trabajo más fuerte que se hizo desde el guión, la dirección y eventualmente desde el montaje. El capítulo uno se montó distinto de cómo estaba escrito. O sea, con decisiones que se fueron tomando durante el armado de postproducción para apuntar a retener a la audiencia y que llegara al segundo capítulo. Sabíamos que quienes vieran el dos, seguramente verían el tercero”.