Por Sol Vega
El anuncio llegó como quien suma un nuevo capítulo a un año que ya era extraordinario: tras agotar en menos de 24 horas su cuarto Estadio Monumental, Airbag confirmó un quinto River para el 18 de diciembre, en el cierre de una gira que llevó a la banda por Latinoamérica y España durante 2025. Las fechas anteriores (31 de mayo, 1 de junio y 5 de octubre) habían reunido a más de 225 mil personas en tiempo récord, un nivel de masividad reservado para muy pocos. Cinco estadios en un mismo año no es una cifra: es un indicador claro del lugar que ocupa hoy la banda en la escena argentina.
EL ROCK COMO FORMA DE ESCAPE
Pero para comprender la dimensión de este fenómeno hay que retroceder a donde todo empezó: Don Torcuato, partido de Tigre, donde tres hermanos encontraron en el rock una forma de escape, un lenguaje propio y una identidad. Allí crecieron Gastón, Patricio y Guido Sardelli, en una casa donde la música era parte de la vida diaria. En 1999, esas rutinas se convirtieron en su primer proyecto formal: Los Nietos de Chuck, un trío autodidacta que ensayaba en el garaje familiar. La formación era tan precoz como llamativa: Gastón, de 17 años, en bajo; Patricio, de 13, en guitarra y voz; y Guido, de 11, en batería. Comenzaron versionando a Chuck Berry en bares de zona norte, un entrenamiento temprano que moldeó su relación con el escenario.
Esa infancia musical sería, años después, una de sus marcas más sólidas: la convicción de que el rock es, antes que nada, oficio. No casualmente, el periodista especializado en música Fernando Molinero define la trayectoria de los hermanos como “el camino de talento, pasión y tenacidad”, tres pilares sin los cuales no podrían haber llegado al lugar que ocupan actualmente. Lo que empezó como un juego, como un entretenimiento tocando covers, se transformó rápidamente en un objetivo: conquistar público con canciones propias. Y, según Molinero, lo lograron “de una manera extraordinaria”.

Ese trayecto no fue inmediato ni estuvo exento de prejuicios. Airbag surgió como una banda de adolescentes, y durante sus primeros años muchos no los tomaban en serio. Había cierta incomodidad en parte de la escena: ¿cómo encasillar a un grupo que sonaba a hard rock clásico cuando la industria local se movía hacia otros lugares? Esa resistencia inicial, sin embargo, funcionó como un combustible. Su respuesta fue más trabajo, más técnica, más estudio. Nada de moldear su sonido para adaptarse a la moda: eligieron avanzar con su propia lógica.
Con el tiempo, ese hermetismo casi programático se convirtió en estética. Airbag no se sumó a los códigos de la industria contemporánea (hipervisibilidad, colaboraciones permanentes, algoritmos como brújula) sino que continuó en su eje. Hicieron la suya, incluso cuando todo alrededor apuntaba hacia estilos completamente distintos. En el contexto de una escena nacional que mutaba hacia lo urbano, ellos insistieron con guitarras, solos, introducciones largas y una teatralidad más cercana al rock de los 80.
LA SONORIDAD MODERNA
La consolidación llegó con los discos, pero especialmente, destaca Molinero, con Vorágine, su cuarto álbum, donde se produce “un antes y un después”. Allí aparece una banda que incorpora sintetizadores y experimenta con sonoridades más modernas. A ese álbum pertenece “Cae el sol”, que se transforma en un hit masivo que los expone ante nuevos públicos. A partir de ese punto, la evolución fue constante y sostenida: más escenarios grandes, más despliegue visual, más ambición conceptual.
Su crecimiento musical fue acompañado por un componente escénico clave. Airbag reforzó una identidad que mantiene vivo “el espíritu de las grandes bandas internacionales”, según Molinero. Hard rock con ADN de Guns N’ Roses y AC/DC, pero también el costado glam que definió a buena parte de la década del 80. Sus shows son performáticos y de alta intensidad, acompañados por una puesta imponente y con músicos (José Berrone y Sebastián Roascio) que, para el periodista, aportan un diferencial notable dentro del proyecto.

A la vez, sostienen tradiciones argentinas que su público revalida en cada show: interpretan el Himno Nacional, versionan a Piazzolla y mezclan épica rockera con sensibilidad local. Esa combinación de identidad propia, mirada internacional y arraigo argentino los volvió reconocibles incluso para quienes no son parte de su fandom.
2025 no solo marcó la cima de su masividad, sino también la confirmación de que Airbag es hoy uno de los nombres más convocantes de la música argentina. Para Molinero, ocupan “un lugar privilegiado entre las bandas más escuchadas del país”, capaces de llenar estadios “vendiendo entradas como caramelos”. Y los hechos lo sostienen: comenzaron el año como una de las figuras principales del Cosquín Rock en su 25° aniversario, siguieron con una gira que reunió a más de 350 mil personas en Latinoamérica y España, y habrán cerrado el ciclo con cinco Monumentales.
UN FENÓMENO GENERACIONAL
La pregunta, entonces, no es solo cómo llegaron, sino qué los convierte en un fenómeno generacional. La respuesta es múltiple. Por un lado, su hermetismo: en una época donde la sobreexposición define carreras, ellos administran su imagen con una lógica casi contracultural. Por otro lado, sus letras, con miradas críticas a la “cultura del confort”, a la superficialidad, a la vida sin riesgos. Canciones que conectan con jóvenes que crecieron escuchando que “el rock está muerto” y que se encuentran con un proyecto que demuestra lo contrario desde la práctica.

Airbag representa también un mensaje hacia adentro de la propia industria: la masividad todavía puede lograrse sin diluir la identidad, sin moldear las canciones para el algoritmo, sin abandonar el lenguaje musical que los formó en Don Torcuato. Su historia es, en ese sentido, un caso de estudio: persistieron cuando parecía que ese camino no tenía destino comercial y hoy son una de las pocas bandas capaces de llenar estadios en minutos.
Ese recorrido habla de un fenómeno cultural que excede a la banda. Muestra una necesidad de parte del público, especialmente el más joven, de encontrar proyectos que se sostengan desde la convicción artística. Bandas que demuestren que la subsistencia no requiere adaptarse a la industria, sino nadar contra la corriente cuando es necesario. Airbag lo hizo. Y hoy, desde el Monumental, ese mensaje resuena con la misma fuerza que los acordes que los acompañaron desde aquel garaje de Don Torcuato hasta convertirlos en uno de los grupos más influyentes del rock argentino contemporáneo.



