Por Caleb Tejero
Aquellas fotos que hablan por sí solas, que informan sin necesidad de agregarles texto, son las que buscan todos los reporteros gráficos. Bernardino Ávila, fotoperiodista de Página/12 con más de treinta años de experiencia, lo sintetiza así: “Son las ideales, porque cuando se tienen que aclarar, ya es mucho. Me ha pasado, obviamente, porque no todos estamos exentos de eso”. Ávila es un profesional con una conducta serena y sin alardear de sus logros, que demuestra una gran sensibilidad y un gran nivel de detalle en sus capturas de la realidad. Tuvo el reconocimiento de miles de personas con la icónica fotografía de la represión a la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) durante 2019. “Repercutió por la situación, y hoy en día nos tendríamos que acordar mucho de esa foto”.
-La famosa foto de la manifestación del “verdurazo”, organizado por la UTT en el barrio de Constitución, se viralizó rápidamente, pero no fue publicada tradicionalmente, sino por las redes. ¿Por qué fue de esta forma?
-Lo que ocurría era que el gobierno de la ciudad les impedía estar en la Plaza de Constitución porque decían que ensuciaban, pero igualmente se iban a manifestar. Nosotros estábamos enterados, y fuimos. Cuando empezó la represión, veo el momento de la señora juntando las berenjenas y hago la foto, y luego comenzaron a volar gases lacrimógenos para todo el mundo. Vuelvo al diario quemado de los gases y, cuando llego, el jefe de Instagram del diario me pregunta si tenía algo de la marcha. Le digo que sí, que tenía una fotografía de una señora que estaba buena, porque la había llegado a ver en el viaje a la redacción.
-¿Y vos cómo estabas?
-Yo estaba más preocupado por lo que me ardía la cara más que otra cosa. Le tiro la selección de las fotos al jefe de redes, entre ellas la de la señora, que le encantó y la publica enseguida. Fui al baño a lavarme, al rato vino a verme y me dijo: “Che, Berna, la foto tuya está subiendo, ¡pero a mil!”. No sé qué paso, pero son esas cosas impresionantes de las redes. Nunca en mi vida había vivido una cosa así. Tanto, que mi hermana, que vive en España, se enteró de mí por esa foto antes que mi familia en la Argentina.
–A veces, para llegar a la foto perfecta que condense todo el escenario de alrededor, hay que descartar muchas otras. No significa que sean de inferior calidad, pero quedan fuera del ojo público. ¿Cuál es el método de selección?
-Principalmente, la ideología del medio en el cual uno trabaja y que la foto represente la nota que fuiste a cubrir, que tiene que encerrar todo un concepto. Sin embargo, los reporteros gráficos tenemos la Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina (ARGRA) y hacemos una muestra anual en la cual se exhiben las fotos que no salen publicadas en los medios donde trabajamos. Está la posibilidad de mostrar esas fotos, que también se presentan con algunas de las publicadas; pero tenemos la ventaja de editarlas nosotros, o en este caso, ARGRA. Me ha pasado en 2001, con la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, que pude ver fotos de colegas que no habían salido en los diarios, ni en las revistas de la época, que se encontraban en la exposición. Generalmente pasa eso.
-Le das bastante atención a las redes, principalmente a Instagram, como un canal directo para tus trabajos. Pero en general los fotógrafos se oponen a su uso profesional. ¿A qué se debe esto?
-Tienen razón en oponerse, porque es una fábrica de fotos gratis. Yo no lo digo, lo compruebo. Le he hecho reclamos a medios para que me paguen fotos que han sacado de ahí. Pasa por ahí el tema, pero después de eso, me parece una muy buena plataforma para los fotógrafos y toda la rama audiovisual. Aprovechable. Además, me gusta más que otras redes porque puedo ver fotos interesantes y de todo el mundo.
-En tu carrera de fotoperiodista cubriste desde la crisis de 2001 hasta la represión en Guernica en 2020. Todas estas circunstancias críticas pueden dejar imágenes que generen horror. ¿Cuáles son los límites de capturar escenarios así?
-Creo que límites no hay. Te lo podés llegar a poner vos en determinadas situaciones, porque a veces te encontrás con situaciones que sabés que tenés que fotografiar y hay otras en las que no conviene. No sabés qué van a hacer con esa foto, que puede llegar a caer de un lado o del otro. Así como le ves un sentido, hay gente que le ve otro sentido.
-En ciertas ocasiones las fotografías se vuelven una prueba irrefutable para la intervención de la Justicia. Sin embargo, con el avance de las tecnologías, se ha demostrado que corromper una imagen no es difícil. ¿Hasta qué punto siguen siendo veraces las imágenes?
-La veracidad es la que le das al autor de la foto, vos sabés que viene trabajando sobre una misma línea. Trucar una foto es una cosa y armar una es otra. Si bien prácticamente es lo mismo, la última es como para decir “te traje una foto del tema”. Después, trucar una foto es trabajarla con herramientas tecnológicas, como Photoshop; pero eso no está permitido en los diarios. Conozco agencias internacionales que han echado a fotógrafos por resaltar algo en la foto, ni siquiera por trucarla; porque está la credibilidad de la agencia detrás de eso.