Por Natalio Depino
Kshamenk, la única orca macho que continúa en cautiverio en Sudamérica, mide siete metros y lleva casi 31 años en el oceanario Mundo Marino dentro de una pileta de apenas trece. “Vive en una palangana con cloro que le daña las mucosas y el ruido de los filtros le rompe el oído”, describe María Rosa Golía, activista de la ONG Derecho de Animales Marinos (DAM).
Esta organización, junto con la senadora Nora del Valle Giménez, presentó el año pasado el proyecto de ley Stop acuarios, que prohíbe el cautiverio de animales marinos -a menos que tenga el objetivo de rehabilitar para liberar-, y exige la reinserción de los animales a la vida silvestre o, en todo caso, su traslado a un santuario.
Con el precedente de que Keiko, la orca conocida por la saga de películas “Liberen a Willy” y por ser la única puesta en libertad, nunca se pudo asentar a la vida salvaje, DAM plantea el traslado de Kshamenk a un santuario en Nueva Escocia, Canadá, para que viva en un estado de semi-libertad. “Cuando lo transportan, lo suben en un cajón arriba de un avión o barco y no hay problema. Ahora, si vos pretendés que lo liberen en un santuario, te dicen que se va a morir”, señala Golía.
La activista denuncia que los legisladores “cajonearon” la iniciativa y advierte que esta es una lucha pesada porque hay intereses económicos de por medio que las empresas que califica como “explotadoras”, mediante convenios estatales, han utilizado para impedir que el proyecto de ley sea tratado en el Congreso.
―¿Por qué el ministro Juan Cabandié, que los recibió en el Ministerio de Ambiente y dijo que los iba a apoyar, ahora presentó un proyecto aparte de bienestar animal?
―Debe de haber tenido un hermoso arreglo con todos los zoológicos de Argentina. Nuestro proyecto de ley avanzaba bien hasta que se trabó con lo de Cabandié, que prohíbe tanto la reproducción como la exhibición, salvo que sea para conservación y educación. Entiendo que se reproduzcan animales autóctonos, pero también se permite la reproducción de animales exóticos. ¿Para qué querés más jirafas en Argentina? También permite la exportación mientras no sea para números artísticos, me estás diciendo que vas a legalizar el tráfico animal.
―¿Cree que lo van a aprobar?
―No lo van a siquiera tratar, pero frenó al nuestro porque la senadora que lo había presentado es del mismo partido que él. Estamos tratando de meterlo con otro color político, porque a nosotros no nos importa quién lo haga. Los gobiernos van y vienen, pero las políticas públicas son las que se mantienen. Por ejemplo, a Kshamenk lo capturaron en 1992 y en 1998 hicieron una ley de varamiento que prohíbe llevarse una orca varada en cualquier situación.
―Por eso los reproducen…
―Es el mismo sistema que los perros reproductores, pero mucho más monstruoso. Como los de Mundo Marino no pudieron demostrar en 2011 que trasladar a Kshamenk era por motivos de investigación, entrenaron a Floppy, que es la delfín que lo acompaña, como si fuera una orca para lograr la excitación de Kshamenk, sacarle el esperma y venderlo. Es más, esto ocurrió en la pileta donde se hacen los shows, por eso les enseñaron a diferenciar cuándo es un acto de reproducción y cuándo es el show para las familias.
―¿El usar a los animales como paquete turístico y educativo no les provee cierto margen para salvarse de penalizaciones?
―Tienen convenios con el CONICET y universidades para hacer pasantías e investigaciones. Además, el gobierno de la provincia de Buenos Aires propone como una opción de viaje de fin de curso en séptimo grado ir a Mundo Marino. El tema de la educación, que tanto usan para escudarse, podría seguir existiendo si sólo estuviera la fundación Mundo Marino, no es necesario el show ni la exhibición como si fueran piezas de museo.
―Y sus especialistas trabajan como una especie de control animal para la municipalidad…
―Está lo que se llama Dirección de Playa, que cuando hay un inconveniente con algún animal salvaje derivan la tarea a Mundo Marino. Entonces, los ves sacándose fotos con los de dirección y la Brigada de Control Ambiental. Cuando nosotros hicimos la denuncia al Ministerio de Ambiente por el mal estado de salud de Kshamenk, nos dijeron que, en vez de mandar a un veterinario, iban a mandar a brigada. ¿Ambiente de la Nación, con todos los especialistas que tiene, no puede mandar a un biólogo marino?
―Después de esa denuncia, la Fundación Mundo Marino publicó un comunicado diciendo que Kshamenk estaba bien…
―Todo lo que hacen es movida de prensa para lavar la cara. Mundo Marino te dice que van a liberar diez pingüinos, salen muchos reportajes, publicaciones en redes y te arman todo. ¿Por qué? Porque ellos tienen una pingüinera, que es un charco de agua, barro y piedra donde hay montones de pingüinos tapados por una media sombra con unos ventiladores tipo turbina. Entonces, cuando tienen muchos o cuando nosotros estamos con mucho agite, hacen movida de prensa. También tienen unos lobos marinos en una fosa con una barra arriba para que la gente se asome. Y esos que están ahí, que nunca son liberados porque no son los del comunicado, están todo el día mirando para arriba con la boca abierta porque están hambreados. ¿Cuál es su función? Que la gente compre el pescado en un kiosquito que vende la bandeja entre 800 y mil pesos para darles de comer, otro negocio.
―En una nota para Infobae usted mencionó que hace diez años no era momento de revisar la misión de los acuarios. ¿Qué cambió para que ahora sea posible?
―Los tiempos y el derecho animal han progresado. Hoy se habla de personas no humanas, de sujetos de derecho, de seres sintientes. Hay otra concepción y otro lenguaje para referirnos a eso. Se dejó de hablar solamente del maltrato animal, que es sólo una consecuencia, la cara visible de algo mucho más profundo, que es el uso. El maltrato te lleva a un pensamiento de “ese perro que está atado y le pegan”. Bueno, es algo que va más allá: la cosificación, el naturalizar algo porque lo ves tantas veces que te parece natural.