Por Juana García Cassataro y Bianca Salvatore

Luego de publicar su primer libro, atravesado por varias frustraciones y rechazos de los que manejan los grandes negocios literarios, Víctor Hugo Koprivsek decidió crear una editorial junto con otros escritores. El objetivo era cumplir con sus principios y los de muchos autores, cuyas ideas sobre la literatura son diferentes a las de las grandes editoriales. Así nació El Bodegón Ediciones.

Para Koprivsek, el vínculo entre el editor y el escritor es fundamental. Por eso, El Bodegón “no busca cambiar al autor sino entender quién es”. Su editorial fomenta el respeto al escritor y al contenido de su obra, y va detrás de su sueño. Se hace un acompañamiento del autor en forma independiente del gusto personal del editor, y solo se focaliza en la gramática

El escritor ve la literatura “como un acto profundamente humano y emocional” y asegurá que si fuera por él, “al mundo lo gobernarían los artistas”. También sostiene que el libro tiene “un valor social y comunitario porque la cultura es todo, va desde lo artístico hasta lo educativo y este país es muy culturoso. ¿Cómo puede ser alguien tan infeliz para querer matar la cultura?”. Así opina sobre el menosprecio de la educación y el arte por parte del gobierno de Javier Milei.  

El Bodegón es una editorial barrial donde la cultura vive en contacto con su entorno. Desde el inicio, el proyecto pudo avanzar gracias a la ayuda y el apoyo de la gente de la zona, por lo que tienen un fuerte sentido de pertenencia y el orgullo de ser derquinos. A lo largo de los años, la editorial fue creciendo y llegó a ampliar su negocio con nuevas sedes, un proyecto de presentaciones literarias en el Centro Cultural San Abasto y una tienda online. También publican un diario, El Apogeo, que comparte noticias de Derqui y los barrios limítrofes.

Koprivsek tiene mucha esperanza puesta en los autores independientes. Si bien es consciente de la fuerza de las grandes editoriales, valora la humanidad de las pequeñas. “Está el libro que te ponen delante de los ojos las librerías reconocidas, pero también la búsqueda subterránea de encontrar un título y que de alguna manera el libro que hoy es el más comprado quizá no sea de alguien tan conocido.” Considera que “el valor de los libros es la experiencia y la calidad de los encuentros con el otro“, y que “esa persona que te busca, te habla, te escuchó en un local o en una verdulería y te compró el libro está del otro lado y un niño, o una niña, te puede escuchar y pensar que también quiere ser escritor“. Para él, eso es tan importante como llegar a millones de personas.

Respecto de los avances tecnológicos y los nuevos formatos digitales para la lectura, Koprivsek opina: “El libro todavía tiene una bendición, algo que debe ser como cuando el ser humano habló. Me imagino cuando evolucionó y llegó a escribir. Habrá sido tan impactante, tan fuerte eso, tan potente, que todavía está en nuestro ADN. El libro es de papel, es una cosa de tacto, de vuelta la página. Tiene mucha mística“.

De todas formas, pone el énfasis en reconocer la importancia de las redes sociales a la hora de vender libros. “Los autores tienen que moverse con su gente, con sus seguidores y no importa cuántos tengas, son gente que te sigue. Hay que aprender y no hay que quedarse, sino explotar todos los canales“.

Para el editor, un mundo sin libros es un mundo muerto. “Podría llegar a existir el apocalipsis verdadero el día que no existan más los libros. Nos quitaríamos la conexión directa con el alma, con lo puro del ser humano que necesita comunicarse con el otro. No estamos hechos para estar solos“, reflexiona.

En El Bodegón se festeja y se disfruta cuando llega un nuevo autor. “Cada vez que viene alguien con su primer libro, late El Bodegón. Y una vez que se publica empieza el verdadero camino del autor, cuando tiene sus libros en la mano y ahí es donde por nada tiene que quedarse con los libros guardados”, subraya el editor. 

Por otro lado, comparte las dificultades que vivió y presenció por ser artista y expresa su gratitud con las nuevas generaciones que van perdiendo el prejuicio. “Vengo de una época en la que si eras artista por poco era mala palabra, te decían ‘largá la guitarra y andá a laburar’. Si una mina quería ser actriz decían que era una prostituta. Estamos hablando de la época de los 70, no de hace quinientos años”.

Por eso, no deja de conmoverlo la gente grande que llega porque escribió toda su vida pero nunca se animó a publicar sus libros. “Claramente son escritores, pero hay algo que como humanidad estamos haciendo mal y que nos aleja de la esencia para la cual vivimos. Hay que pensar todo lo que lograríamos si solamente dejáramos fluir el espíritu y las vocaciones que tenemos adentro. El ser humano tiene mucho dentro del alma, una de las formas más maravillosas de expresarlas es a través del arte“.