Por Malena Telias y Francisco Declich
“Mirá lo que tengo para vos”, escuchó Julieta De Marco la primera vez que vio a Pochi. La cerdita era del tamaño de un paquete de yerba. Julieta la adoptó cuando vivía en un departamento de tres ambientes en Saavedra y empezó a dormir con ella y a darle la mamadera. Entonces decidió que nunca más comería carne. Poco tiempo después, durante la pandemia, adoptó a otra cerdita, Cuba. “Como me habían dicho que eran mini pigs, yo pensaba que como mucho podían llegar a pesar 50 kilos. Bueno, estaba equivocada”, recuerda.
Según Julieta, los chanchos son demandantes, abren los cajones y la heladera y tienen tanta fuerza en la trompa que son capaces de cualquier cosa con tal de saciar su curiosidad. Así que Cuba y Pochi hicieron un “desmadre” en su casa. Su hija, cansada de los destrozos ocasionados por los animales, le dijo: “Los chanchos o yo”, por lo que decidieron irse a vivir al campo. Sustentada por el apoyo que les proporcionan donantes que la siguen en las redes sociales, con los que formó una comunidad, logró “crear una familia multiespecie” integrada por chanchos, ovejas, gallinas, vacas, caballos y más. Así nació la granja La Pochi Vegana, en General Rodríguez. “Cambié todo lo que es el confort y la vida en la ciudad para dedicársela a ellos. Quiero hacer lo que me sale del corazón, y si puedo aportar mi granito de arena para concientizar, soy feliz.”
La mayoría de los animales de la granja provienen del “mascotismo”. Muchas personas los adoptan sin tener en cuenta sus necesidades naturales, y después terminan abandonándolos. Julieta se encarga de rescatarlos y darles una vida apropiada a su especie, al mismo tiempo que concientiza en sus redes sociales sobre las implicancias de criar, especialmente, a un mini pig. “Yo también arranqué como esas personas que muestran por Instagram a sus nuevos chanchitos y juegan con ellos, pero cuando se complicó la cosa, me adapté a ellos”, remarca. Y advierte que “un chancho tiene necesidades de chancho, no está bueno que no sean conscientes de su naturaleza, no es un juguete“.
SIETE RAZONES PARA SONREÍR EN LA GRANJA
En la granja no aceptan cerdos sin castrar, pero con Hansel Julieta hizo una excepción. Era un cerdo de 250 kilos que llegó de emergencia y tomó la decisión de darle un corral. Una noche, sucedió lo que temían: rompió el cerco en el que estaba y preñó a Cuba, una de las cerdas. “Le dimos inyecciones para intentar interrumpir el embarazo, pero su cuerpo las resistió”, cuenta Julieta. Exactamente tres meses, tres semanas y tres días después, Cuba dio a luz a siete lechoncitos que se convirtieron en el nuevo desafío de Julieta, que no solo los crio, sino que también buscó familias que quisieran adoptarlos y pudiesen cubrir sus necesidades animales.