Por Rocío Barrios Irureta

La actriz Camila Plaate, reconocida por su papel protagónico en la película Belén, dirigida por Dolores Fonzi, cuenta en un mano a mano cómo fue el proceso de preparación del personaje y cómo impacta la problemática de la violencia de género en el día a día en la Argentina.

–¿Qué significó para vos interpretar a Belén y aportar a una historia atravesada por la violencia y la búsqueda de justicia? 
–Haber hecho Belén me atravesó desde los hechos reales, principalmente por su historia verdadera y por el vínculo inmediato que la película tiene con la realidad. Me cuesta, de hecho, decir “el personaje”, porque tiene que ver con algo que me interpela inmediatamente como mujer, como madre, como tucumana y como trabajadora. Me atraviesa desde la realidad, y eso siempre significa algo muy importante y conmovedor. Estoy segura de que muchas mujeres que vieron la película también se sintieron identificadas y encontraron algo propio en esta historia. Para mí, lo de Belén fue mucha entrega porque, al haber tanto de realidad, lo que se moldeaba para la ficción estaba muy corrido de lo emocional o de lo que a una realmente le pasaba. Lo que se moldeaba era técnico, algo muy concreto.

–¿Qué aprendizajes personales y profesionales te dejó protagonizar una película con un tema tan sensible? 
–Los aprendizajes siempre son muchos y cambian según la experiencia o lo que estés haciendo. Para esta película tuve que irme a Buenos Aires tres meses junto con mi hijo, y mi hermana fue con el suyo. También vino una amiga por si algún día teníamos rodaje mi hermana y yo juntas y ella tenía que quedarse a cuidar a nuestros hijos. Hay algo en esa red de cuidados que se conforma y se arma con amor que te sostiene. En este caso particular lo sentí profundamente, si bien es algo que tengo en mi vida cotidiana. Había días en los que volvía muy cansada por rodar de escenas muy fuertes, contando una historia muy sensible, y necesitaba el cuidado de esas mujeres. Eso es sumamente valioso, y creo que sin ese sostén no hubiese podido hacer las cosas como las hice. Hay algo de todo eso que me emociona mucho, así que, en lo personal, hubo muchísimo aprendizaje. Las emociones ya estaban muy presentes, muy a flor de piel. Lo que tuve que hacer fue más un trabajo técnico, es decir, organizar esas emociones y darles una armonía junto con el movimiento de la cámara para lograr una comunicación equilibrada que pudiera reflejar, quizás, la vulnerabilidad y la fuerza de Belén.

Plaate, premiada como Mejor Actriz en el Festival de San Sebastián.

–¿Cómo te preparaste emocionalmente para encarnar un personaje en una historia que refleja realidades dolorosas y urgentes de la Argentina?
–No sé cómo me prepare emocionalmente. Traté de acercarme lo más posible a la piel de Belén, pero no estuve haciendo terapia antes o un laburo emocional conmigo, sino que pasé tres meses armando un personaje en lo físico y en lo emocional. Estuve mucho tiempo encerrada en casa tratando de ver cómo era el encierro. Subí de peso y fui al gimnasio porque necesitaba fuerza corporal, también leí mucho el libro de Ana Correa en el que se basa la película.

–¿El arte y las actrices tienen un rol en la lucha feminista y en visibilizar la violencia contra las mujeres?
El arte visibiliza y puede narrar ciertas historias, tiene ese poder de expansión para llevarlo a todos lados y poder reflexionar sobre temas incómodos o que nadie quiere escuchar, nadie quiere ver, nadie quiere sentir. El arte no solo tiene que ser un escape, tiene que ser algo pensado y direccionado para que la gente se vaya de la sala incómoda, pensando y sin haber recibido todo explicado y armado. Acá tenemos Actrices Argentinas, y por algo es: siempre somos las mujeres las que ponemos el cuerpo e intentamos derribar las injusticias para hacer un mundo más justo. Como si los problemas de violencia de género fueran un problema de mujeres, cuando, en realidad, es un problema de varones, que necesitamos que se sumen y que debatan como lo hacemos nosotras. Más allá de nuestro rol, se da en diferentes actividades el hecho de que las mujeres terminemos agrupándonos y reclamando por nuestros derechos.

–¿Es el arte una herramienta para esa lucha?
–El arte siempre es una herramienta, una piedra para romper el espejo y generar nuevos debates, traer incomodidad y hacer que la gente se movilice. Lo que una película puede generar no lo genera una campaña política ni en tres meses. Entonces, sí tiene una importancia y un impacto en la realidad muy grande, y es necesario que sea hecho con amor, belleza y profundidad. Creo que es eso lo que la diferencia de una campaña política: el hacer una película. Su lenguaje artístico puede estar hablando de algo muy pesado, feo e incómodo, pero la forma de decir las cosas, para mí, es más parecida al amor.

Plaate y Fonzi en una escena de Belén.

–¿Qué mensaje te gustaría darles a las mujeres que hoy sienten miedo o desprotección?
–De la única forma que puedo responder es desde mi lugar. Me cuesta un poco, porque me imagino diferentes escenarios y contextos y no quiero dar una respuesta naif a algo tan complicado y tan feo como el miedo y la desprotección. Desde mi experiencia, lo mejor que una puede hacer si está en un vínculo o en una situación así es buscar mujeres que la contengan, que la ayuden a organizarse y a generar fuerzas desde un bloque armado, seguro y amoroso. Es la única salida que he encontrado en situaciones similares. He podido reunirme con otras, hacer una manada y armar una estructura y un pensamiento nuevo, consolidado, de organización, amor y fuerza. Está bueno buscar nuevos lugares donde, emocional y físicamente, una pueda descansar, donde pueda hacer pie en esos pilares.

–¿Qué te gustaría que cambie a nivel sociedad para que historias como la de Belén o el triple femicidio de Florencio Varela no vuelvan a suceder?
–Primero, me gustaría que no esté este presidente gobernando el país porque genera un discurso de odio, de crueldad, de falta de respeto no solo hacia las mujeres, sino también hacia los pobres y los trabajadores. En vez de estar evolucionando, solo estamos protegiendo y haciendo que no se mueva lo que nos costó tanto. Después, la falta de comunicación y de organización que hay en las instituciones, que por lo general genera mucha disconformidad. Todas las partes institucionales están mal conformadas, hay grandes fallas que impiden que la sociedad se pueda movilizar y generar nuevos pensamientos. No sé si va a dejar de pasar, pero por lo menos hay que empezar a concientizar a un grupo de personas.