Por Juliana Miceli
Es una de las cuerdas vocales de La Garganta Poderosa, revista cultural villera, brazo literario del movimiento La Poderosa, que rompe el molde de lo establecido social y periodísticamente, nacida en los pasillos de la Villa Zavaleta. Ahí donde haya un reclamo por el que valga la pena gritar y ser desobedientes ellos estarán; en la calle, como un megáfono, exigiendo el cumplimiento y las garantías que hacen a los derechos humanos de todas y todos.
–El espacio público es el espacio más democratizado que existe. Sin embargo, en momentos en que la tensión social aumenta se suele plantear como un espacio de poder. ¿Cómo ves esa situación hoy en el país?
–La calle siempre va a ser un espacio de poder. El problema es cuando es ocupado, en muchos casos a niveles impensados para cualquier marco democrático, al punto de una naturalización que nos hace perder noción de cuánto implica ese espacio. En general, los medios de comunicación suelen circunscribir la idea del espacio público a una calle asfaltada por la que se debería poder transitar tranquilo sin piqueteros cortando el transito. Nosotros en la villa tenemos un montón de piquetes de otra naturaleza. Los piquetes de las fuerzas de seguridad, que de alguna manera van sitiando el barrio en un pacto tácito que dice que lo que sucede en la villa tiene que quedar adentro de la villa.
-¿Los pibes de los barrios caminan libremente?
-No. En este momento estamos en medio de un juicio oral y público a seis prefectos que están con prisión preventiva hace dos años y que van a pagar una pena, como mínimo de ocho, por la tortura que le infligieron a nuestros compañeros Iván y Ezequiel en la villa 21-24. (N. de la R: Después de esta entrevista, el Tribunal Oral en lo Criminal 9 condenó a prisión efectiva con penas de 8 a 10 años de prisión a los seis prefectos, por torturas en lugar de apremios ilegales o delitos menores, infligidas a Iván Navarro y a Ezequiel Villanueva Moya, en la Villa 21-24 el 24 de septiembre de 2016). Cuando se generan estas cosas y se logra visibilizar, ellos usan todo su poder mediático para señalarlo como un caso aislado, algo que pasó una vez y no debiera repetirse. Un loquito suelto adentro de las fuerzas. En realidad esta es una práctica sistemática del aparato represivo en el espacio público y lo que es aislado es la posibilidad de poder contarlo. Por todo esto, decimos que las pibas y los pibes de nuestros barrios no caminan libremente por la calle.
–Uno de los puntos que fueron a tratar en el 2° Foro Latinoamericano junto a otras agrupaciones del campo popular de Brasil es el proyecto de ley para controlar el accionar de las fuerzas de seguridad.
–Sí. Para nosotros es un horizonte y la única esperanza que existe. No hay ninguna idea de parte del Estado para controlar a las fuerzas de seguridad y no nos parece casual que la solución nazca de este lado. En el barrio nadie estudió en Harvard ni hicimos un posgrado en materia de seguridad pero padecemos de primera mano las consecuencias de un gobierno democrático que cuenta con el armado represivo de 4.000 hombres formados por Ramón Camps durante la última dictadura. El proyecto de control popular a las fuerzas de seguridad surgió después de asesinato de mi ahijado Kevin, el quinto chico que nos mataron del grupo con el que empezamos La Poderosa hace 14 años. Entonces comenzamos a recolectar una realidad que estuvo invisibilizada históricamente, que hizo que las Naciones Unidas (ONU) nos convocaran para dar cuenta de esa denuncia y llamaran la atención al Estado argentino por sus acciones en las villas. Nosotros decimos que no podemos acostumbrarnos a ir a velatorios de cajones chiquitos que se llenen con los pibes de nuestros barrios.
Levy es uno de los principales referentes de La Poderosa.
–Pero la violencia de las fuerzas en las calles de los barrios populares recrudeció en los últimos años.
–Es cierto. Pero también lo es que a partir de haberle dado visibilidad al barrio con la revista y mediante un control popular de las fuerzas, estábamos acostumbrados a escuchar un tiro día por medio y hoy mi hija tiene tres años y nunca escuchó un disparo. Y eso no se lo debemos al gobierno, se lo debemos a la organización popular. Para nosotros, tiene sentido seguir defendiendo y ganando las calles y sentimos que es por ese camino donde en algún momento también podremos ganar los parlamentos y todo lo que haga falta para militar una batalla que no empezó ahora, que es contra el mismo capitalismo que mató en cada una de esas instancias y que sigue matando.
–Históricamente, en los lugares donde el Estado no se hizo presente, esos espacios fueron ocupados por la Iglesia. ¿Cómo se vivió en los barrios la discusión sobre la legalización del aborto?
–Tenemos muchas compañeras feministas con el aborto a la vanguardia de sus reclamos históricos. También tenemos compañeras de una invalorable militancia territorial de toda la vida, en un barrio que durante cincuenta años tuvo como única institución presente de la discusión política a la Iglesia católica. Uno no puede desconocer esa tradición, esa historia y esa verdad. Uno debe establecer un diálogo de saberes para poder ir avanzando a partir de determinados consensos entendiendo que hay que dejar posicionamientos de lado para construir uno nuevo. La intransigencia del pañuelo verde o nada no hubiera permitido ese nivel de articulación que hizo fluir la información pese al posicionamiento público de los curas villeros.
–¿Por qué la movilización popular presente en muchas de las calles del país no alcanzó para que se aprobara el proyecto de legalización?
–Para recomponer una justicia que no sea esta justicia patriarcal, y un Estado que no sea este Estado capitalista, hace falta un montón de cosas y llevará tiempo y lucha. Pero sería un error desmoralizarnos o plantearnos la insuficiencia de las conquistas que sí hemos tenido. La conquista de la calle es una conquista en sí misma, a contramano de los medios de comunicación. Esa es una victoria per se que además educa a un montón de otros sectores de la resistencia respecto de las posibilidades que ofrece la movilización en la calle. Estar en ella fue uno los puntos que permitió que en un año se volviera un debate nacional un tema que se supone que era un debate de minorías, un debate marginal, un debate de determinado sector social. Esto tuvo que ver con la fuerza de la ola feminista, la única revolución de nuestros tiempos. El único ámbito de la política donde se logró que una causa arrollara los matices de la lucha de clases y las diferencias partidarias fue en cuanto a la revolución feminista. Reconstruirnos llevará mucho más tiempo pero estoy convencido de que ese es el camino y que al final de cuentas pudieron ocupar los cuarteles y pudieron ocupar los parlamentos pero la calle todavía está en disputa.
*Esta nota fue publicada originalmente por la revista La Calle, publicación producida por alumnos de TEA.