A. ARGUELLES Y C. PALOMBA

“¿Quién mató a Rosendo?” narra el homicidio de Rosendo García, ocurrido la noche del viernes 13 de mayo de 1966 en la confitería “La Real de Avellaneda”, en el Gran Buenos Aires.

El dirigente sindical y secretario adjunto de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) fue asesinado junto a dos personas de esa entidad: “Blajaquis, un auténtico héroe de su clase, y Zalazar, un hombre humilde y de una esperanza tan insondables que resulta como un espejo de la desgracia obrera”, escribe Walsh.

 (Cámara y producción: Sabrina Lacave)

“La muerte del simpático matón y capitalista de juego que se llamó Rosendo García y la temática de esta obra es el drama del sindicalismo peronista a partir de 1955, sus destinatarios naturales son los trabajadores de mi país”, comienza el periodista. La víctima es puesta en escena como un caudillo carismático, mano derecha de Augusto Timoteo Vandor antes de su muerte, quien tenía promesas políticas que incluían la posibilidad de desplazar a su compañero. 

La obra reconstruye el contexto socio-político argentino de la época, preludiando con detalles los hechos ocurridos en la confitería: quién llegó primero, quiénes estaban armados y qué hacían las otras personas del lugar. Cuando el libro alcanza el punto de ebullición a la hora de abordar de lleno el asesinato, Walsh relata lo acontecido desde distintos puntos de vista, sin terminar de esclarecer la verdad sobre la escena.

El libro está dividido en tres partes y comienza con los antecedentes que llevaron al tiroteo. En cada capítulo narra -con voz propia y de terceros- la vida de los personajes involucrados para dar a conocer algo de la historia de las tres víctimas, poniendo especial énfasis en los conflictos internos de la UOM antes de la muerte de García.

 (Cámara y producción: Emilio Lavigne y María Victoria Guerin)

El trabajo, publicado en 1969, sorprende a los lectores cuando descubren que el escritor se encargó de realizar por sus propios medios la investigación. “Conté con la ayuda de los sobrevivientes Francisco Alonso, Nicolás Granato, Raimundo y Rolando Villaflor, y de su abogado defensor Norberto Liffschitz”, aclara el autor.

Esta indagación tiene como objetivo encontrar a la persona que mató a Rosendo, y Walsh llega a la conclusión de que el mayor sospechoso fue su propio amigo, Augusto Vandor. Al principio se puede pensar como un accidente, sin embargo, pone en contexto la fragilidad política de momento y la posición en la que se encontraría Vandor tan sólo dos años después: dueño del poder de la UOM.

Sobre el final, Walsh narra lo que pasó después del hecho, incluyendo la investigación policial, evidencias, testimonios de los presentes y todas las personas que trabajaron esa noche en la confitería. Como de costumbre, el escritor repasa cada elemento de su investigación y lo compara con las cosas dichas en el juicio, logrando exhibir las contradicciones que se generan entre los “vandoristas”, los “griegos”, los peritos y demás participantes.