Ariel Stemphelet @arielstemphelet
A un año de la sanción y seis meses de la firma y publicación del texto de la ley que regula el uso medicinal del cannabis y su estudio científico en el Boletín Oficial, todavía no se ha logrado la aplicación total de sus artículos. Apenas se designó al director del Programa Nacional para el Estudio y la Investigación del uso terapéutico de esta planta y sus derivados, como prevé la legislación. Además, el registro para que el Estado suministre aceite a los pacientes que lo requieren ‘‘no está redactado; por ende, no se puso en marcha’’, cuenta Karina Forlese, integrante de la organización Mamá Cultiva Fundadoras y madre de Micaela, que trata con aceite su parálisis cerebral y síndrome de West.
Las posturas prohibicionistas, como la de Claudio Izaguirre, presidente de la Asociación Antidrogas de la Argentina que, con ironía, asegura que ‘‘la marihuana no cura ninguna enfermedad, tampoco callos plantales, pediculosis o migraña anal’’, no son un freno para Rodrigo Catalano, papá de Iñaqui, un niño con epilepsia refractaria y parálisis cerebral, quien atravesó un largo camino hasta encontrar la cepa acorde al organismo de su hijo. ‘‘A medida que iban pasando los meses, sus crisis comenzaron a bajar, no solo en cantidad sino también en intensidad. El cambio realmente fue notorio, totalmente efectivo’’, cuenta Catalano. Antes del tratamiento con cannabis, la salud de Iñaqui estaba en estado crítico.‘‘Hace dos años que lo trato con el aceite y pasó de tener 40 o 50 convulsiones diarias a solo dos como máximo’’.
Karina Forlese comparte el sentimiento: ‘‘Mica mejoró mucho el sueño, está más relajada, más conectada. En la escuela se dieron cuenta de eso: presta más atención, sigue consignas que antes no. Son muchos los cambios. Seguimos probando otras cepas porque queremos verla caminar’’.
‘‘Si una ley no regula el uso para cualquier padecimiento y tampoco el autocultivo y/o el cultivo solidario, como sí lo hace la ley uruguaya, no termina cubriendo ni garantizando el derecho a la salud’’, advierte Cintia Alcaraz, comunicadora feminista que suministró aceite de cannabis a Myriam, su mamá, quien falleció hace algunos días a causa de un cáncer de pulmón con metástasis cerebral. ‘‘Gracias al aceite, mamá nunca perdió la conciencia ni padeció las malas condiciones que atraviesa un paciente oncológico durante las quimioterapias’’, comenta. Para ella, la ley ‘‘no responde a las necesidades de las y los ciudadanos; si no se permite el autocultivo, la ley termina siendo una reproducción de las lógicas del mercado farmacéutico’’. A raíz de la efectividad de la experiencia con su mamá, hoy Cintia sigue cultivando y cocinando aceite para otras personas.
‘‘Mica mejoró mucho el sueño, está más relajada, más conectada. En la escuela presta más atención, sigue consignas que antes no".
Rodrigo y Paola, papá y mamá de Iñaqui, hoy con mayor experiencia en el tema, dan charlas y realizan jornadas en su ciudad, Santa Rosa, La Pampa. ‘‘Lo decidimos cuando nos llamaron del diario La Arena. Nos preguntamos si queríamos contar nuestra historia’’. Decidieron hacerlo, enfrentar el miedo a que, si la contaban, podía caer la policía y allanarlos: ‘‘Dijimos que sí y fuimos tapa de un domingo. Al otro día teníamos los medios en la puerta de casa. Eso fue positivo, hoy somos referentes acá y recibimos muchas consultas’’.
La aplicación de la ley parece limitarse por estos días solo a la designación de un director. Eso no llega a ser un motivo de reclamo para los usuarios medicinales de la planta, lo es el pedido por el autocultivo, porque de esa manera cada familia podría encontrar una cepa o dosificación acorde: ‘‘Hay que ir descubriendo qué cantidad de fitocanabinoides necesita cada organismo’’, explica Catalano. Así fue como Micaela no necesitó tomar más medicación que la de base. “El resto lo reemplazamos con el aceite’’, remarca Forlese.