Por Florencia López Da Silva @FLopezDaSilva
“Cuando mi mamá era chica, era imposible pensar en que una mujer pudiera manejar el subte. Sin embargo, ella no dejó de soñar”, escribió María Victoria Pereyra Rozas en el cuento “Mi mamá conduce el subte”, uno de sus tantos textos que promueven la igualdad. Dentro de sus diferentes relatos, abre el juego en la infancia sobre cuestiones de género, sexualidad y profesión.
En sus cuentos infantiles, la autora mezcla la ficción con la realidad para hacer resonar eso que la sociedad construyó. En “Cuentos para chicas y chicos sobre la igualdad laboral”, la escritora se basó es mujeres que conocía. “La mamá electricista fue basada en una mujer que le hacía los arreglos de la casa a mi madre. Tenía cientos de anécdotas. Desde que llegaba al lugar de trabajo y el cliente, al ver que eran mujer, le negaba la entrada, hasta hombres electricistas que terminaban aprendiendo de ella”, contó Pereyra Rozas.
Para escribir sobre las mujeres albañiles explicó que se inspiró en las mujeres que habían sido congregadas por Madres de Plaza de Mayo para capacitarlas en albañilería y así levantar sus propias casas. “Y Conductora de subte lo escribí cuando vi a una mujer conduciendo el A y no lo podía creer. Al averiguar sobre ella, me enteré que era la tercera mujer que obtenía ese puesto”, expresó la autora.
“A partir de esos libros, muchos docentes vinieron a contarnos que los niños se habían animado a contar las profesiones que les daba vergüenza de sus madres y padres. Por otro lado, estos ampliaban las posibilidades. Ahora una niña no tenía sólo como opción ser madre, princesa y como mucho médica, sino que podía ser taxista, conductora de subte, volar en avión o lo que le diera la gana”.
Por otro lado, sus libros son publicados en la Librería de Mujeres, pionera en Latinoamérica y fundado por Piera Oria y Carola Caride, su madre. “El objetivo era que sea un espacio donde se reunieran las producciones de las mujeres. Había mucho menos en lo que es género, pero sí había psicólogas, abogadas, investigadoras, profesoras, escritoras que no tenían difusión”, describió Victoria.
-¿Cómo influyó en tu vida el surgimiento de la librería?
-Yo estaba en cuarto año del secundario. Fue algo muy loco, estaba viviendo mi rebeldía y mi mamá abrió el lugar. Mis amigos me burlaban porque que mi mamá era feminista, la etiquetaban de lesbiana. Fue una etapa extraña, la gente iba a las librerías y pedían libros de cocina. Por otro lado, me parecía maravilloso y trasgresor estar empapada de Frida Kahlo, Virginia Woolf y Simone de Beauvoir, mientras que lo que querían mis amigas era embarazarse y tener hijos.
-¿Por qué elegiste la literatura infantil?
-Siempre me gustó. Es un espacio donde se puede proponer mucho más. Para mí la clave está donde se pone la semilla, creo que la tierra fértil está ahí. No es nada nuevo pero los chicos son esponjas, hacen lo que ven, juzgan de acuerdo a lo que vos juzgás. Lo estoy viviendo ahora con mis hijos. Me pasa que conmigo no viven la distinción de género, pero sí lo traen de la escuela, la sociedad o la tele y me doy cuenta que ellos sin embargo pueden incorporar muy fácil lo que les explico.
-¿Creés que en la literatura también hay violencia?
-La fijación o la repetición de los estereotipos en la literatura es la que a larga genera situaciones de violencia. Como subestimar a una persona por su género o el cambio de éste, sus características físicas, entre o tantos más. Se trata de cuánto refuerza esto la literatura. Juegan con que es la belleza. El hecho de que los príncipes sean lindos, altos, flacos, fuertes condiciona el imaginario de esa criatura. Ni hablar en la reproducción de modelos. La mujer siempre está cocinando, cuidando a los hijos y el hombre leyendo el diario, jugando a la pelota, sentando en el sillón. A la larga, eso que parece inocente, se vuelve cotidiano y termina convirtiéndose en “ándate a lavar los platos”.
–Si un niño creció en un entorno machista y recibe un libro tuyo, ¿creés que se podría deconstruir?
-Sí, puede llegar a ser esa puerta, un elemento cuestionador a ese entorno machista, tal vez causa ruido. Por ejemplo, con el libro “El vestido de mamá” que trata de un chico que le encantaba vestirse siempre con el vestido de su mamá. Entonces, me parece que en un entorno machista, un niño con ese libro en mano va a generar un ruido. Para bien o para mal, pero existe. El niño puede entender que si le gusta un vestido de su mamá se lo puede poner.
La colección que habla sobre la discriminación escrita por Pereyra Rozas.
-¿Cómo fue el vínculo con INADI y la Defensoría del Pueblo, quienes patrocinan tu publicación?
-Fui y toqué la puerta. Conocía a mucha gente del entorno de los encuentros de mujeres que iba con mi mamá. Les conté de qué se trataba y les gustó el proyecto. Ellos tenían muchas ganas de armar algo así pero no encontraban la forma de hacerlo. Desde la Defensoría del Pueblo quisieron darle relevancia al material de la colección de mamás por ser la primera con mirada no sexista en Argentina. En ese momento no se había publicado nada, ahora por suerte hay un montón de cosas.
-¿Hubo repercusión en algunos medios con tus libros?
-Tuvimos un revés de la prensa. Por un lado bueno, ya que tuvimos doble página en Clarín y a la vez me llamaban de las radios. Pero por otro lado, me acuerdo de Andy Kusnetzoff que me preguntó “¿Vos por qué pones a las mujeres en ese lugar? Y me quedé helada, ¿Qué lugar?, le respondí “en ese lugar de hombre”. Esto fue en el 2010.
-¿Cuál es tu próximo proyecto?
-No tengo ninguna fecha pero tengo dos proyectos: uno que es tratar la violencia, los distintos tipos. Por otro lado, también está el proyecto de “No quiero ser superhéroe, quiero ser…” que es la contracara del “No quiero ser princesa” y ahí tenemos seis niños divinos, cuyas profesiones no tienen nada que ver con salvar el mundo ni ser forzudos. Son chicos que son sensibles. Uno de ellos está inspirado en un compañerito de mi hijo. Su mamá en una charla contó que su hijo en la juguetearía eligió un bebote y se quería morir. “Me sale puto y me muero”, comentó la mujer. Yo le respondí que quizás lo que quería ser es un buen padre. A mí me dio mucha ternura. Estos superhéroes van a destacar a esos varones que quieren hacer galletitas con mermelada, agarrar a un bebote, cambiarle el pañal, entre muchísimas cosas más.