Por Martín Nava y Martina Maggi

El torbellino revolucionario que inició Pink Floyd hacia fines de los años 60 avanzaría rápidamente durante la década siguiente, época en la que levantaría vuelo con cuatro álbumes conceptuales que cambiarían para siempre la historia de la música: “The Dark Side of The Moon” (1973), “Wish You Were Here” (1975), “Animals” (1977) y” The Wall” (1979). Sin embargo, el viento de la corriente pinkfloydeana, que comenzó a soplar en lo que parecería un tiempo lejano, sigue resonando con la fuerza del primer día. El grupo de rock psicodélico compuesto originalmente por Syd Barrett -luego reemplazado por David Gilmour-, Nick Mason, Roger Waters y Richard Wright se convirtió en una de las bandas precursoras del rock moderno.

Sus discos, su música y sus letras, escritas por el genio de Waters, lograron contar de modo preciso la realidad que los rodeaba. “Su trabajo fue tan profundo que sigue presente; lo que Pink Floyd transmite con cada tema es atemporal. Si los escuchás ahora, te das cuenta cómo pueden describir sin ningún problema nuestra vida alocada del siglo XXI”, sostiene Ariel Moscatelli, tecladista y vocalista de la banda tributo a Pink Floyd Ummagumma. Moscatelli afirma que la música del conjunto británico tiene la particularidad de haber atravesado todo tipo de barreras generacionales, y que eso se ve reflejado en los shows que ellos hacen.

Pink Floyd se formó en Londres en 1965 

Temas como “Welcome to the Machine”, “Money” o “Another Brick in the Wall” tienen un concepto de consumo y sociedad que se ve representado también hoy en día. Esta percepción de las características eternas de los conflictos sociales e individuales, más las melodías innovadoras, llevan a los oyentes de la actualidad por un camino de identificación.

Aun habiendo pasado tantos años, muchos de sus discos suenan modernos”, explica Juan Llanos, bajista de la banda cordobesa Animals, que también homenajea al grupo inglés. De acuerdo con el músico, Pink Floyd logró, mediante la suma de sus innovaciones técnicas, el contenido de sus letras, la melodía cambiante y los elementos visuales, “un combo musical efectivo que logró mantenerse vigente con el correr de las décadas”.

La percepción visionaria de Waters y la interpretación de Gilmour hicieron que su música quiebre cualquier tipo de barrera generacional. “Combinados son impresionantes”, apunta Moscatelli luego de admitir que siente gran admiración por sus carreras solistas. “Roger Waters, como compositor, es una aplanadora, y David Gilmour el mejor guitarrista que he escuchado no sólo por ser virtuoso técnicamente, sino por serlo emocionalmente”, justifica. Tal como coincidieron ambos músicos, la banda es un todo. Junto a Mason y Wright, la cuenta sólo podía dar como resultado un éxito inigualable y perpetuidad longeva.

El chico nuevo

Como conductor y fundador principal de la banda, Syd Barrett compuso la mayoría de los temas de “The Piper at the Gates of Dawn”, el primer álbum de Pink Floyd, editado en agosto de 1967. Fue el mayor impulsor de la idea de experimentar con la psicodelia y puso todas las fichas al proyecto. Pero llegó un punto en que mientras más cuesta arriba iba la banda, más en el sentido contrario iba su estado mental. La suma de su desorden psicológico más la adicción al LSD hicieron que aquel músico prometedor desapareciera progresivamente. El grupo se encontró con la necesidad de tener un guitarrista que estuviera presente en cuerpo y alma en los escenarios.

Roger Waters, Richard Wright y Nick Mason querían un segundo disco, pero para eso tenían la urgencia de tomar una decisión. Y una noche ocurrió. David Gilmour, conocido de la banda y amigo de Barret, fue a ver uno de los shows de Londres en los que ya era evidente el deterioro del músico. Fue entonces que Nick Mason se acercó a Gilmour y le propuso lo que cambiaría el futuro de Pink Floyd para siempre: “No se lo digas a nadie pero ¿te querés incorporar a Pink Floyd en el futuro? Tal vez necesitemos a alguien”.

Ariel Moscatelli, tecladista y vocalista de Ummagumma (Foto: Ro de Miguel)

Luego de tanto tiempo, la idea de Syd Barret parece casi un mito, pero ¿qué fue lo que hizo David Gilmour para merecer su lugar? Según Juan Llanos, bajista de Animals, el aporte de Gilmour tanto en voces como en guitarras “se volvió un sello para la banda. Fue precisamente su guitarra lo que terminó por cautivar al público. “Comfortably Numb”, “High Hopes”, “Sorrow”, “Shine You Crazy Diamond” y “Time” son los temas básicos para entender de qué se trata la música de Gilmour. Su manera es la tranquilidad, desconectarse de la realidad y jugar un poco con los dedos, más allá de lo ensayado. Un hombre serio y de pocas palabras que logra comunicarse mejor a través de la guitarra. “Su voz fue clave en los clásicos de la banda y sus solos de guitarra con identidad propia sumaron características únicas al sonido de Floyd”, explica el cordobés.

Ariel Moscatelli, tecladista y vocalista de Ummagumma, opina que como instrumentista y cantante era superior en varios aspectos a Syd Barret. Explica que el éxito y la inmortalidad del conjunto inglés radican en la “dupla complementaria perfecta” que hizo con Waters. Para el músico, es el tipo de dupla compositiva que destaca por encima del resto, en la línea de Lennon-McCartney, Page-Plant, Gabriel-Collins y Jagger-Richards.“Si no hubieran estado juntos, creo Pink Floyd hubiera terminado su carrera por fines de los 60”, teoriza.

Música para mis ojos

El sello psicodélico de Pink Floyd se extendió más allá del sonido; el material visual en los vivos característicos de la banda nunca se quedó atrás. Es más, la banda británica fue la primera en utilizar el sistema de sonido cuadrafónico en sus conciertos, con cuatro canales de audio diferentes, un adelanto visionario de lo que hoy se conoce como “Sonido Surround”.

Nick Mason admitió en “Inside out: A Personal History of Pink Floyd”, que la influencia de la escuela de arquitectura y tecnología a la que fue junto a Waters y Wright pudo haber sido el bichito que inició el interés que luego trasladaron hacia sus emblemáticos escenarios. El uso de distintos tipos de iluminación, videos y sonidos logró establecer shows multimedia que hasta ese momento casi no existía.

Juan Llanos durante un show de Animals. (Foto: Simón Templar

Marcaron un antes y un después en la historia de la música. Las innovaciones en sus shows los posicionaron en un lugar muy importante”, explica Moscatelli. Llanos, por su parte, explica que aquellos elementos acompañaban perfectamente a la música y hacían que las presentaciones “fueran realmente un viaje para el espectador”.

Animals y Ummagumma, las bandas nacionales tributo que llevan el nombre de dos de los discos de Pink Floyd, tienen entonces una responsabilidad mayor cuando se trata de tocar en vivo. Para el cordobés, uno de los retos es recrear la “magia que tenían en sus shows” y respetar sus canciones tal cual fueron concebidas. “Es un gran desafío porque el sonido, la interpretación y la puesta en escena son primordiales” explica Moscatelli, quien admite que el hecho de ser fan es útil porque “lo importante es sentir lo que se está interpretando”.

Las coristas formaron históricamente una pieza fundamental en el engranaje delicado de los recitales pinkfloydeanos. Ummagumma tuvo el privilegio de realizar una gira junto a las hermanas Mcbroomdos -Lorelei y Durga-, dos ex-acompañantes de Pink Floyd. “Haber compartido escenario con ellas fue un sueño”, cuenta Moscatelli, “aprendimos muchísimas cosas que nos hicieron crecer profesionalmente”.

Todo lo que conlleva la impactante puesta en escena de Pink Floyd no es casualidad. Tiene el propósito de ampliar sus mensajes y abarcar sus conceptos ideológicos. Al no tener los mismos recursos, el trabajo de estos músicos es por demás valorable y meritorio. Para seguir esparciendo su mensaje y hacerlo inmortal no es necesario levantar una pared.