18 horas. Las nubes grises invadieron el cielo de la ciudad de Buenos Aires, pero no las calles. El tsunami verde llegaba hasta la entrada del Congreso de la Nación y se infiltraba por cada rincón del país. La lluvia era más ligera, y los impermeables verdes no tardaron en cubrir los brillos y los pañuelos de las mujeres, hombres y niños.

Las banderas flameaban al compás del viento y el maquillaje se despegaba de la cara de las compañeras que se abrazaban con una simple mirada de empatía. Se escuchaban al pasar frases como “Somos la revolución”, “hoy hacemos historia”, “va a salir mamá, va a salir”.

Debajo de las carpas se refugiaban en su mayoría niños y niñas, que no dejaban de jugar entre ellos con globos verdes y cintas ¿Habrán sentido la potencia y la fuerza de esa manifestación? Fuere cual fuere esa respuesta, esos niños tendrían una anécdota para contar a sus nietos: yo estuve ahí.

“Amiga, vení y tomate un mate que estás cagada de frío”, le gritaba una mujer que rozaba los cuarenta años a una adolescente que estaba titirando de frío. La sororidad aparecía como un destello en los ojos de todas cada vez que arrancaban los cánticos o que se elevaban los pañuelos.

Familias enteras se amontonaban debajo de un pequeño paraguas, generaciones de mujeres habían asistido para dejar su pequeña huella en uno de los debates más importantes de los últimos años en Argentina. De repente, una madre le dijo a su hija de no más de 12 años que ella “no se sabía ninguna canción”. “No importa mamá, yo canto por las dos”.

Los micro-campamentos también se extendían por todo Callao. Frazadas, bolsas de consorcio como impermeables y en el centro el rejunte galletitas Don Satur y bizcochos húmedos: era la escena perfecta de resistencia y de aguante.

El arte también cubría las paredes y veredas. Desde fotos de la vicepresidenta, Gabriela Michetti, portando el pañuelo “abortero” llena de glitter en la cara, hasta niñas pequeñas con carteles caseros.

Los abrazos rodeados del humo de las parrillas, las lágrimas de quienes recordaban a la que ya no están, las explicaciones del ¿por qué? de una madre a su hija o viceversa, los apretones de apoyo de muchas parejas y las gargantas resecas de tanto gritar, son algunas de las tantas postales que marcaron este día histótico.

Ni el cielo quiso ponerse celeste. El reclamo por el aborto legal logró atravesar género, edad y política. Esto es solo el comienzo de una ola que ya no se puede frenar.