Por Felipe Boetto
“Nació de una tormenta en el sol de una noche, el penúltimo mes”, reza la letra de “Canción del elegido”. Fue el 29 de noviembre de 1946 en San Antonio de los Baños, pueblo que lo vio crecer bajo el seno de una familia humilde.
La afición de Silvio Rodríguez por la música viene desde muy pequeño y por influencia tanto paterna como materna. No obstante, ninguno de sus padres fue un artista consagrado. Su padre, Víctor Dagoberto Rodríguez Ortega, era campesino y poeta amateur en sus ratos libres. Mientras que su madre, Argelia Domínguez León, ama de casa, tenía especiales dotes para el canto.
El verdadero aprendizaje musical de Silvio comienza en 1962, cuando ya era adulto y trabajaba como dibujante de comics en el Semanario Mella. Fue ahí que su compañero Lázaro Fundora insistió para enseñarle a tocar la guitarra. Silvio había aprendido a leer y a escribir solo unos años antes, gracias a las campañas de alfabetización de la Revolución Cubana.
LA GUITARRA DE UN JOVEN SOLDADO
El primer reconocimiento que recibió como músico y poeta fue a los 21 años, cuando se encontraba haciendo el servicio militar. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias le dieron la primera mención por su libro de poemas “Horadado Cuaderno Número 1“. Fue en el campamento militar de Managua donde compró su primera guitarra y compuso sus primeras canciones, interpretándolas frente a sus compañeros de servicio.
Tras su paso por las fuerzas armadas, comenzó a aparecer en varios programas televisivos de búsqueda de talentos. También por esa época comenzó a hacer sus primeras presentaciones en vivo, además de participar en el proyecto de Casa de las Américas, en cuyo marco conoce a los músicos Pablo Milanés y Noel Nicola. En 1967 volvería a la televisión, pero en este caso para conducir el programa “Mientras tanto”, llamado así por su canción homónima.
En 1969 se une al Grupo de Experimentación Sonora del Instituto de Arte e Industrias, que es responsable de la creación de varias bandas para documentales. En este período su compromiso revolucionario lo hace marchar a Angola, donde combate codo a codo con las fuerzas del Movimiento Popular para la Liberación.
PLAYA GIRÓN
Ya finalizando la década del 60, se embarca en el pesquero Playa Girón, con el cual recorre medio mundo, haciendo escala en África. Este viaje sería esencial para su posterior desarrollo artístico y personal. La travesía duró ciento veinticinco días y fue la incubadora de sesenta y dos canciones, entre las que se encuentran muchos de sus grandes éxitos: “Historia de las sillas”, “Ojalá”, y la propia “Playa Girón”.
LA CANCIÓN DE LA TROVA
En 1972, a pesar del pánico que sentía por las luces de los escenarios, un miedo que según él mismo nunca perdió, emprendió una gira por Europa junto a Isabel Parra y Víctor Jara. A su regreso, se celebraría en La Habana el Encuentro de Música Latinoamericana, en el que se fundó formalmente el grupo que sería conocido en todo el mundo como La Nueva Trova Cubana.
Durante el Festival Internacional de la Nueva Canción Siete Díaz con el Pueblo, celebrado en Santo Domingo en 1974, le tocó encontrarse por primera vez con un show a estadio lleno. En el transcurso de esas jornadas conocería a otros intérpretes de la canción iberoamericana como Mercedes Sosa, Ana Belén y Los Guaraguao.
La década de los 80 lo recibe con una catarata de inspiración, que dio como fruto sus canciones más conocidas: “De entonces son”, “Canción Urgente para Nicaragua” (un homenaje a la entonces naciente Revolución Sandinista), “Por quien merece amor”, “La Maza” y “El Unicornio azul”.
AMÉRICA, TE HABLO DE ERNESTO
En 1984, culminada la dictadura, da sus primeros conciertos en Argentina, compartiendo cartel con compañeros de ruta que había hecho a lo largo de su carrera. “Recordar los momentos vividos con Silvio es hermoso y emocionante. Mi profesión me dio la posibilidad de hacerme amigo de un tipo mejor que yo en todo sentido, uno esos que te muestran el camino. Reconfirmo la compañía, el afecto y la admiración que siento por él”, dice su colega Victor Heredia. “Para mí es un prócer, un tipo muy valioso y coherente”, agrega Piero, con quien Rodríguez compuso “Para el Pueblo lo que es del Pueblo“.
Seis años después de su presentación en Argentina, celebró también con un concierto la vuelta de la democracia, pero esta vez en Chile, donde se presentó junto al grupo Irakere en el Estadio Nacional de Santiago. Allí ofreció su homenaje a uno de los caídos en el trágico septiembre de 1973, Víctor Jara, y lo hizo con la canción “El Hombre extraño”.
MARIPOSAS
En su búsqueda constante de experimentación, edita en 1992 el disco “Silvio”, un material que era realidad parte de una trilogía que seguiría con “Rodríguez”, en 1994, y “Domínguez” en 1996.
Editando el disco “Mariposas” despidió el siglo y el milenio, junto al guitarrista Rey Guerra y su joven compañera, la flautista Niburca González. Este trabajo marcaría un punto de inflexión ya que por más de tres años no editaría ningún trabajo, además de no realizar ninguna gira promocional.
LA NECEDAD DE VIVIR SIN TENER PRECIO
En 2009, no habiendo perdido su vigencia como cantautor, su nombre fue noticia pero no por su trabajo como músico, sino por poner en evidencia una vez más lo lejana que estaba la paz entre su país y Estados Unidos, al negarle el país norteamericano la visa para participar en un concierto en homenaje a Pete Seeger. Tras una ardua negociación, el pedido le fue al fin concedido, lo que le permitió actuar en Puerto Rico y en Nueva York.
En 2008, al frente de un grupo de artistas y escritores cubanos recorrió dieciséis prisiones, actuando ante más de 40 mil reclusos. Durante 2011 realizó un grupo de conciertos en barrios populares marginales de la capital. Por el 2015, editó su última travesía discográfica, Amoríos.
EL NECIO
“Yo no sé lo que es el destino / Caminando fui lo que fui / Allá Dios, que será divino / Yo me muero como viví, / Yo me muero como viví”, versa en El Necio, tal vez la canción que mejor represente la esencia de Silvio Rodríguez. Fiel a los principios de la revolución cubana, el cantante ha manifestado siempre su apoyo incondicional a Fidel Castro, reclamando el levantamiento del bloqueo estadounidense a su país y la devolución de la base naval de Guantánamo. Crítico de una revolución que se renueva y soldado de un pueblo que lucha, recuerda en toda su obra ese lugar donde se unen la responsabilidad intelectual y la audacia poética.