Por Édison E. Ávila
En 1941 el ingeniero militar ruso Mijaíl Kaláshnikov fue enviado a luchar contra los alemanes en plena Segunda Guerra Mundial. En octubre de ese año -durante la batalla de Briansk en Leningrado (hoy San Petersburgo)-, Kaláshnikov recibió una herida en un brazo. Mientras se recuperaba en el hospital, no hizo más que escuchar el descontento permanente de sus compañeros respecto del vetusto armamento con que contaban las tropas soviéticas. A partir de este hecho tuvo la idea de realizar un fusil realmente confiable, capaz de soportar las peores condiciones.
Al salir del hospital, en 1942, empezó a trabajar en el prototipo de un arma que tuviese el poder de un rifle y la facilidad de uso de una pistola. Para 1944 ya lo había logrado, aunque continuó perfeccionando su invento hasta que, luego de tres años, se dió por satisfecho. Había creado el denominado fusil “Automático de Kaláshnikov modelo 1947”, “AK 47”, o simplemente, “Kaláshnikov”. Curiosamente, la URSS jamás patentó los derechos del ingeniero militar como inventor de esta poderosa arma.
El sociólogo Mario Toer, profesor titular consulto de Política Latinoamericana de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA cuenta la historia del famoso fusil hecho con acero y madera. “Ha sido usado en diversas contiendas bélicas desde 1949 hasta la actualidad. Esto en parte se debe a su carácter sumamente confiable ante condiciones climáticas desfavorables, con lluvia, barro, en medio de la nieve o el desierto, o con el peso de un vehículo por encima del cuerpo del arma, sin tener problemas. Lo única ‘falla’ del AK 47 es el característico sonido que emite debido a su mecanismo de acción, lo cual hace que sea fácilmente identificable en su posición geográfica“.
Durante la Guerra Fría, la URSS proporcionó el acceso a la compra y producción de las “Kaláshnikov” a naciones que carecían de medios para contrarrestar la invasión de las grandes potencias. El AK 47 ha sido parte del por qué Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam, dado que las tropas del país del norte no podían hacer frente a los campesinos que contaban con este tipo de armamento.
Para Toer, “la ‘Kaláshnikov’ genera controversia porque ha sido y es el arma que más han utilizado los movimientos guerrilleros en todo el mundo, así como los cárteles mexicanos de droga. “Asimismo, a la fecha, el fusil ha vendido más de 80 millones de unidades, es el arma oficial del ejército de alrededor de 60 naciones y ha sido un elemento clave para descolonizar países como Mozambique, donde hasta figura en su bandera”, afirma.
El impacto de estos fusiles no pasa tan sólo por el aspecto militar, sino que ha sido reflejado en diferentes aristas de la cultura popular. “Se acuñaron monedas soviéticas con la efigie del arma. El ex tenista Yevgueni Káfelnikov, primer ruso en ascender a la cima de la clasificación mundial, era apodado “Kaláshnikov” por su potente servicio“, expresó el sociólogo.
Se han escrito varios libros respecto del AK 47, tales como “The Gun”, de C.J. Chivers, ganador del premio Pulitzer. Este relato de no ficción retrata el impacto de la “Kaláshnikov” en la década del 80 en El Salvador, en medio de la guerrilla. Es un arma que ha aparecido prácticamente en toda película de guerra que se precie de tal. Pero el ejemplo más cabal de homenaje a este arma se dio en el filme “Lord of War” de 2005, dirigido por Andrew Niccol y protagonizado por Nicolas Cage. La película cuenta con una escena enteramente dedicada a mostrar las bondades de la “Kaláshnikov”.
Mijaíl Kaláshnikov murió el 23 de diciembre de 2013 a los 94 años, y cuenta con una estatua en Moscú inaugurada el 19 de septiembre de 2017, fecha en la que se celebra en Rusia el día del fabricante de armas. Para el Ministro de Cultura ruso, Vladimir Medinski, Kaláshnikov “encarnaba los mejores rasgos del hombre ruso: un talento natural extraordinario, la simplicidad, la integridad y la organización“. Hoy que se empiezan a usar modelos mejorados de fusiles tales como el AK-12 y el AK-15, de todos modos es válido reconocer que, junto con el vodka y el caviar, la “Kaláshnikov” es sin dudas -para bien y para mal- una verdadera marca de la identidad cultural de Rusia.