Por Franco Roth
El sábado 28, la tradicional paz del barrio de Belgrano se quiebra a las 17.20. Una estentórea voz femenina retumba contra los vidrios de los locales en la subida de la calle Pampa y conduce a los curiosos hacia abajo, a las Barrancas.
Es Elisa Carrió, quien da el primer discurso de la tarde en el lanzamiento de la denominada marcha del “Sí se puede”, que se replicará en veintinueve ciudades más en los próximos treinta días y tendrá como protagonista al actual presidente y candidato, Mauricio Macri. Un enorme esfuerzo electoral del oficialismo a la altura del desafío que consiste superar la brecha de más de dos millones de votos que lo separan de Alberto Fernández, el candidato más votado en las elecciones primarias de agosto.
Aquí, en la plaza, hasta parece posible: la multitud, que apenas sobrepasa los límites del parque diseñado por Carlos Thays en 1892, es cómplice con la líder de la Coalición Cívica y asiente ante sus afirmaciones, como cuando sostiene que el problema de Macri no es su falta de sentimientos (“al contrario, su problema es que siente demasiado”) sino su formación de ingeniero, que lo vuelve distante o frío: “A los ingenieros son las mujeres las que tienen que pedirles que se casen con ellos”. El público ríe y Carrió, quien tiene a su lado a Miguel Ángel Pichetto, candidato a vicepresidente, cumple eficazmente con su rol de acto soporte, mientras la gente espera el acto central de la marcha, el discurso de Macri.
Tras la senadora toma el micrófono el candidato a vice, de quien algunos de los presentes recelan por peronista. Pero rápidamente entabla una relación con los manifestantes al polarizar con quienes actualmente son oposición: “La gente tiene miedo de las barbaridades que dicen los candidatos del Frente de Todos. Zaffaroni pretende reformar la Constitución; los movimientos sociales y los suyos, la reforma agraria y ocupar departamentos desocupados”.
Cada nombre propio o sustantivo despierta abucheos en la multitud, que en cambio aplaude cuando Pichetto promete “parar con los sacrificios de la clase media, el ajuste se acabó”. La mayor respuesta de la multitud se da cuando el candidato dice: “Los planes no pueden ser para siempre, a los mercaderes de la pobreza, Jesús los hubiera echado del pueblo”. Entonces los aplausos son tantos, tan fuertes, que se asemejan al desahogo.
Cuando Pichetto abandona la tarima montada frente a la colosal estación en altura de Belgrano C, una de las obras insignia del macrismo porteño y nacional, el flujo de gente se mueve buscando posicionarse. La mayoría son individuos sueltos, familias con niños, pero aparecen algunas banderas: la Juventud Radical, los Jóvenes Pro y poco más. Como es habitual en esta época en que todo es susceptible de volverse viral en redes, los carteles hacen su mejor esfuerzo por trascender. Dicen “¡Cuidá tu patria, votá bien!”, “el orden de los Fernández no altera el corrupto” o muestran a Cristina Kirchner caracterizada como Maléfica, el personaje de Disney.
En distintos puntos de la plaza, stands de Juntos Por el Cambio se encargan de reclutar fiscales para el arduo conteo de votos del 27 de octubre. Desde la coalición oficialista, sostienen que más de cinco puntos del escrutinio final se fueron por mala fiscalización. Una señora se acerca dificultosamente y cuelga su bastón de la parte superior del stand mientras se anota. Mercedes, a cargo del puesto, asegura que más de 100 personas se anotaron en un esfuerzo que considera imprescindible. Aunque no hay denuncias oficiales de fraude y según la Justicia Electoral los comicios se desarrollaron con normalidad, Mercedes dice: “Es sabido que en el interior se compraron votos, incluso en lugares como Chaco llegaron a darles agua a cambio de que votaran al Frente de Todos, esto no te lo cuento yo, lo vemos en todos lados, en las redes”.
Mientras la multitud espera a Macri, por el escenario pasan Horacio Rodríguez Larreta, que continúa su campaña por retener la gobernación de Buenos Aires, y su candidato a vice, Diego Santilli, quien agradece a todos los que vinieron “¡desde Juramento, desde Sucre, desde Pampa!”, mostrando que el lugar elegido para el relanzamiento de la campaña presidencial no fue casual. En la Comuna 13, la elección PASO también sucedió, pero de otra manera: aquí Macri aplastó a Alberto Fernández con el 58% de los votos. Perfectamente remodelada, con la estación recién inaugurada de fondo, la plaza parece una postal de Berlín. El escenario perfecto para la utopía macrista, el sustento ideal para los manifestantes, que cada vez que se aburren claman “¡Sí se puede! ¡Sí se puede!” .
La llegada del tren que transporta al presidente desde Olivos trae nuevos gritos y cantos. Empiezan con “lo damos vuelta la puta que lo parió”, que es resistido por algunas señoras, que se quejan por el uso de malas palabras: “¿Qué necesidad de insultar?”, se preguntan. Finalmente, a las seis de la tarde, aparece el presidente Mauricio Macri. Sube rápidamente la escalinata que conduce al escenario acompañado de su esposa, Juliana Awada, y de todos los oradores previos: Elisa Carrió, Miguel Ángel Pichetto, Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli y Hernán Lombardi. A su lado no hay ningún ministro ni tampoco están las dos figuras más cercanas en su vida política: la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal y el jefe de gabinete Marcos Peña.
Comienza entonces un discurso que apela en todo momento a lo emocional, en el que el presidente agradece a los presentes. “Ustedes me dijeron que yo no estoy solo, y yo les digo ¡ustedes tampoco están solos!”, dice y la muchedumbre responde con su propia emoción, desbordante en cantos que interrumpen las palabras del presidente o hacen que tenga que comenzar varias veces la misma oración.
Entonces desgrana los ideales en los que la mayoría de los votantes del oficialismo se sienten representados. Habla de cuidar la democracia, fortalecer la honestidad, “querer vivir en paz”, de la intención de dejar un futuro mejor a sus hijos, de construir un país distinto y “decirle no a la impunidad”. La muchedumbre repite, agitando el puño, la palabra “¡Justicia!”, y vuelve a interrumpir el discurso presidencial.
Más tarde, mientras enumera las supuestas mejoras en la calidad de vida (lucha contra el narcotráfico, cloacas, mejores condiciones para el crecimiento económico) el público repite en un murmullo la frase “Que se den cuenta”, dirigida a los votantes que no apoyaron la candidatura de Mauricio Macri, quien ahora le ordena a su militancia: “¡Salgan a convencer a sus amigos, compañeros de trabajo, participen en las redes!”.
Llegando al final, el candidato y presidente intenta darle épica a la contienda electoral: “Cuando dentro de muchos años sus hijos pregunten ¿mamá, papá, qué hacían en octubre de 2019? Contesten que ¡estaban haciendo patria, estaban haciendo patria!”.