Por Agustín Castro
La soledad, enfermedad y tristeza pudieron más que la valentía feminista, el coraje y la rebeldía: 25 de octubre de 1938, Alfonsina Storni apareció muerta a orillas de la costa marplatense. Un desenlace fatal para una vida colmada de dificultades.
Desde pequeña tuvo que lidiar con diversos problemas financieros que padecía su familia. Su primer trabajo, a los 10 años, tuvo lugar en el Café Suizo, un bar que abrieron sus padres, donde realizó labores de mesera y lavaplatos. También por motivos económicos, se desempeñó en otros rubros, como el comercio y la costurería.
Sin embargo, las cuestiones adversas no siempre estuvieron vinculadas con la escasez. Entre los problemas que la rodearon hubo un desencanto amoroso. Tenía 20 años cuando quedó embarazada de su hijo Alejandro, fruto de su relación con un hombre mayor que la abandonó. Para la sociedad de la época, machista, su condición de madre soltera no fue vista de la mejor manera.
Inició su carrera literaria en 1916 con la publicación de “La inquietud del rosal”, a las que luego siguieron obras como “El dulce daño”, “Irremediablemente”, “Languidez” y “Ocre”. Todas contaron con una característica modernista mientras que el cambio se produjo con la publicación de “Mundo de siete pozos” (1934) y “Mascarilla y Trébol” (1937), donde puede apreciarse una mirada irónica, oscura y angustiosa de la autora. No obstante, su posición feminista está presente en cada una de sus obras.
En 1935, su vida empezaba a encaminarse hacia lo que terminaría siendo su trágico final: tras observarse un bulto en un seno, que resultó ser cáncer de mama, fue sometida a una mastectomía. Tras la cirugía, no logró recuperarse emocionalmente y se intensificó su neurosis.
En 1938, y luego del suicidio del escritor Horacio Quiroga, con quien tuvo una relación afectiva, la depresión y la tristeza se apoderaron de ella. En octubre de ese año realizó un viaje a Mar del Plata, lugar donde eligió pasar a la eternidad. Su figura se fue desdibujando en las olas, en el interior del mar. Y dejó un recuerdo imborrable.
Foto: Télam