Por Juan Cruz Macchi
Son las 11 de la mañana y el club El Chasqui, abierto hace ya dos horas, concentra la alegría e ilusión de muchos pibes que día tras día salen a algunas de las seis canchas de tenis para dejarlo todo. Son los mismos que persiguen el sueño de convertirse en deportistas profesionales. Un sueño que muy pocos cumplirán.
El día es ideal para jugar al tenis: hay sol pero no hace calor y la brisa es tan suave que no llega a perturbar a los jugadores. En la cancha número tres hay un joven con gran juego, según se rumorea en las mesas de café y se deduce por los golpes. Con sólo 15 años, Agustín Torres ha jugado incontables torneos interclubes y aspira a convertirse en profesional en un futuro no muy lejano. Del otro lado de la red está Lucas González, su entrenador, que tiene apenas 18 años pero mucho para transmitirle a Agustín, ya que compitió en el máximo nivel desde los 11 hasta los 17 años y llegó a estar entre los mejores 50 de la Argentina, antes de dejar las canchas en 2018.
Recién a la una de la tarde Lucas termina con sus clases matutinas y se sienta a comer en el restaurante. Él es muy conocido en el club porque entrena y defiende los colores verde y blanco desde chico. Cada cinco minutos alguien lo saluda por su apodo: “Pulguita”. “Dejé el tenis porque no soportaba más la presión. Ya no disfrutaba competir, sufría los partidos… El tenis de máxima competencia no es para cualquiera”, afirma.
A esa presión se sumaron las dificultades para conseguir el dinero para solventar las giras: “Iba a los torneos como podía, mi viejo me acompañaba para no tener gastos en otros profesores y lo único que pagaba era el hospedaje y la comida, que era también lo que me permitía competir”. Facundo Bagnis, campeón Panamericano con la Argentina en Toronto 2015, agrega: “La Asociación Argentina de Tenis brinda algunas becas a los jóvenes, pero son limitadas y sólo las obtienen los mejores. Para el resto es muy difícil sostenerse por motivos económicos, sobre todo en el contexto actual”.
El costo anual promedio para jugar al tenis profesional ronda los 38.800 dólares, aunque la cifra varía según la procedencia de los deportistas: los sudamericanos suelen tener más costos por las mayores distancias. En ese promedio se incluyen vuelos, alojamiento, comida, ropa y equipamiento, pero no se consideran otro montos importantes como los sueldos del “coach” y del preparador físico.
En cuanto a la distribución de los ingresos, la Federación Internacional de Tenis (ITF, por sus siglas en inglés) realizó una investigación en 2013 en la que detalló que 8.874 jugadores participaron en los torneos del tour profesional masculino, pero 3.896 no ganaron ningún premio monetario, es decir, el 43 por ciento de los jugadores. Insostenible.
En el mismo sentido, durante ese año el circuito ATP repartió un total de 162 millones de dólares, un promedio de 32.638 dólares por jugador. Pero también sucede que sólo el uno por ciento (los integrantes del Top 50) obtuvo el 60 por ciento de ese total (97,5 millones), dejando 65 millones para el resto, un número insuficiente para que cada uno pueda cubrir sus gastos.
Pero ni la presión ni el dinero son los únicos motivos por los cuales los jóvenes pueden abandonar el deporte: dejar el colegio o hacerlo online, mudarse y alejarse de la familia y las salidas con amigos para entrenar son problemas que la mayoría de los que aspiran a llegar a ser “pro”, como se le dice en la jerga tenística, debe enfrentar. “Dejar a tu familia para venir a entrenar y a competir en Buenos Aires es realmente muy difícil, tiene que ser tu sueño, si no, no hay forma”, comenta Lucas mientras hace ejercicios con mancuernas.
Bagnis da a conocer otra cuestión que puede desalentar a los adolescentes: “Los argentinos en particular tienen la gran desventaja de vivir lejos de los principales torneos del mundo y de no tener la posibilidad de jugar muchos campeonatos en el país, lo que se traduce en la falta de puntos ATP”. El campeón Panamericano de 2015 tiene razón: si durante 2018 países como Estados Unidos, Francia o Italia organizaron entre 15 y 20 “futures”, la Argentina realizó solamente ocho. “Aquí hay pocos torneos ATP, y eso te complica porque se forman cuadros muy desparejos, con jugadores de muy buen ranking en la qualy”, reconoce González.
Ya afuera del club verdiblanco, el joven entrenador reflexiona: “Para jugar al tenis tenés que tener guita o conseguir y mantener un sponsor, ser fuerte mentalmente, tener mucha predisposición, estar preparado para alejarte durante semanas de tu familia y amigos, y principalmente, rodearte de un buen equipo que te sepa acompañar en tu desarrollo”. Y es cierto, porque sin algunas de estas condiciones resultaría imposible llevar a cabo una carrera profesional. Por eso es tan difícil y tan distinto a otros deportes.
Pero los argentinos somos luchadores. Mientras González se despide, decenas de chicos mantienen la esperanza de llegar a ser alguien en el tenis: corren, se esfuerzan y luchan con cada pelota que sale despedida de sus raquetas. Más allá de todas las adversidades, alguno de esos jóvenes llegará a lo más alto. Como ha ocurrido siempre.