Por Chiara Risoleo 

La vida de Brian Lanzelotta dio un giro definitivo cuando entró a la edición 2015 del reality Gran Hermano. Tenía tres objetivos cuando decidió participar: confirmar si tenía un hijo, que las personas conocieran su música y ayudar a su familia. Con los años pudo alcanzar sus metas y siguió creciendo tanto en su vida personal (formó una familia con sus dos hijos y su pareja) como en la profesional, gracias al reconocimiento que logró en la música tropical. La música es su pasión y su necesidad, mientras que su madre, quien falleció hace unos años, es su máxima referente y ejemplo a seguir. “Yo sé quién soy y cómo soy gracias a mi vieja”, afirma.

-¿Cómo te definirías en tres palabras?
-Solo necesito dos: buena persona. Aunque también soy un soñador eterno, me gusta ponerme metas y esas metas transformarlas en sueños. Mi meta es llegar lo más lejos en el Cantando por un sueño, con Ángela Leiva queremos ganar. Aprendí que nada es imposible para el que sueña, por eso vivo soñando y a gran escala. Uno de mis sueños más locos es que en algún futuro se haga una serie sobre mi vida.

-Desde muy chico convivís con la música. ¿Cómo se conecta con el recuerdo de tu infancia?
-Recuerdo a mi viejo cantando Presente, de Vox Dei. Yo tenía cuatro años y él la cantaba todo el tiempo, ahí nació mi enamoramiento por la música. A partir de ese momento, empecé a agarrar la guitarra, me iba al baño y practicaba. Para ese entonces hacía más ruido que música.

-Antes de tu paso por Gran Hermano, trabajabas en una fábrica de productos de limpieza. ¿Cómo equilibraste tu pasión por la música y la necesidad de trabajar?
-Nunca dejé de cantar. Yo trabajé durante seis años a dos cuadras de mi casa, en La Matanza, y los viernes hacía shows de karaoke en un cantobar con un amigo en Tapiales. La música siempre estaba presente, anteriormente había estado en grupos de cumbia, en Pasión de Sábado, pero nunca funcionó del todo. Sin embargo, nunca me rendí, seguía intentando una y otra vez. No iba a parar hasta poder alcanzar mis sueños.

-Los recitales en los boliches son tu principal fuente de ingreso. ¿Cómo te reinventaste en este contexto, teniendo en cuenta que los boliches están cerrados desde marzo?
-Me puse a vender comida para perros. Me vi con la necesidad de adaptarme a esto y salí a ofrecerla en los grupos de Facebook. Al principio, compré un par de bolsas y dije: “Vamos a probar”. Como dio resultado, lo sigo haciendo hasta hoy. Cuando empezó la cuarentena toqué fondo, no quería cantar y tampoco sabía qué hacer, pero mi pareja fue la que más me apoyó, me animó a seguir para adelante y a recordarme que cantar es lo que amo hacer. Entonces, pude tomar impulso y volver a salir. 

-Y entonces llegó la oportunidad del Cantando 2020 y ahora junto a Ángela son una de las parejas favoritas.
-Con Ángela Leiva nos complementamos mucho. Nos conocemos desde antes que empiece el programa y nos llevamos muy bien. Ambos tenemos muchas ganas de estar ahí y tratamos de sacar lo mejor de cada gala y del momento que estamos viviendo. Yo pasé por muchos escenarios y las emociones fueron muy lindas, pero como bien dicen los demás participantes, la energía que se maneja ahí es diferente a todas las demás. Todo lo que se ve es real, puro, natural. 

-¿Qué consejo le darías a alguien que está comenzando su carrera musical?
-Que vaya por el camino más difícil, el más largo pero el que te da mayor éxito. Y también, que siempre se resguarde en su familia. Cuando uno la pega se te acercan personas que te endulzan la vida y lo único que quieren es chuparte la sangre o vivirte de alguna manera. Ahí es donde más necesitás que tu familia te apoye en cada decisión. No es un camino para transitarlo solo, todo lo contrario.