Por Camila Niñe
Bernardino Ávila nació en Buenos Aires en 1964 y se dedica a la fotografía desde hace más de 30 años. Comenzó con pequeñas colaboraciones para diarios relacionados con el deporte, y en 1998 alcanzó el puesto de reportero gráfico de Página/12, donde aún continúa trabajando. Color, balance, metáfora, denuncia social y espontaneidad son algunos de los ingredientes que componen las fotografías de Ávila. A pesar de mantener un perfil bajo y ser muy autocrítico, sus trabajos han recorrido el mundo, llegando a ilustrar tapa de libros y publicarse en diarios internacionales como The New York Times (Estados Unidos), El País (España) y la revista Gatopardo (México).
Sus capturas logran retratar el momento justo en que la gota hace rebalsar el vaso o la pared comienza a derrumbarse. El compromiso y la pasión por el trabajo son sus estandartes, aun cuando esto implique estar expuesto diariamente a situaciones de riesgo. En 2019 fue reprimido y detenido por la policía mientras fotografiaba una movilización, y actualmente realiza un reporte diario de la situación de emergencia que afrontan los barrios más carenciados. Frente a esto, Ávila confiesa: “Cuando estoy trabajando, pierdo la noción del peligro al que me expongo”.
-Tus fotos parecen un montaje porque todos los detalles están en su lugar: hay luz, sombra, naturalidad y espontaneidad. ¿Pensás en todo eso previamente?
-Generalmente no pienso las fotos, no las armo; en el momento la veo y esa es la foto. Salgo a la calle y siempre estoy observando, quizás veo una persona tirada con un cartel atrás que me contradice la situación de la persona y para mí esa ya es la foto. Son imágenes que se me aparecen, a veces porque me recuerdan algo, a veces porque me gusta cómo queda la composición: va variando acorde a lo que pasa en el momento. Todas mis fotos que tuvieron mayor repercusión se dieron en el momento, no es que fui a sacarlas con una idea previa.
-Muchos te conocieron por la foto que le sacaste al policía apuntándote. No solo por la composición de la imagen, sino también por la represión que sufriste minutos después. ¿Fue la primera vez que te sucedía algo así?
-No fue la primera vez que me reprimieron, pero sí la primera que me detuvieron. La experiencia fue horrible no solo por los golpes, sino porque me llevaron a una seccional, me abrieron una causa y estuve detenido 12 horas. No me quedó miedo, pero sí quedé mucho más alerta al accionar de la policía y las fuerzas armadas. Yo a ellos les tengo respeto porque son tipos jodidos, son fachos que tienen poder y que encima eran avalados por el gobierno. De hecho, cuando empezó el tema de las represiones, ellos querían apartarnos a los fotógrafos para que no mostráramos el plan de represión que tenían.
-¿Cambió tu forma de trabajar después de esa experiencia?
-A partir de eso empecé a tener un poco más de cuidado con estas fuerzas; si bien hace 30 años que trabajo de esto, a las marchas, por ejemplo, voy mucho más atento porque empiezo a ver –cada vez más– que ya me tienen marcado. De hecho, a la hora de salir a hacer mi trabajo soy mucho más cuidadoso. Hace unos días me paró la policía y cuando empezaron a buscar mis antecedentes les saltó lo que me había pasado. Me dieron mil vueltas y era algo que no tenía que ver: yo tenía permiso, estaba yendo a trabajar y sin embargo viví una situación muy tensa hasta que me dejaron circular.
-¿Cómo fueron los minutos previos a tu detención? ¿Creés que ya te tenían identificado?
-Cuando el policía empezó a señalarme frente a sus colegas con intenciones de agredirme, porque venía con la macana en la mano, lo primero que hice fue levantar la cámara para fotografiar y -fíjate mi locura del momento- mi preocupación era encuadrar la foto…¡porque el tipo se me movía! Cuando me alcanzó, mi problema fue la cámara porque no quería que se la quedaran. Por suerte logré dejarle la cámara a un colega y me relajé. Pese a que me estaban pegando, por lo menos las fotos iban a llegar a la redacción. Fue muy raro ese arresto, yo entiendo que fue más que nada una demostración de poder. En su momento no pensé que me tenían marcado desde antes de reprimirme. Elegí y elijo pensar eso porque sería muy difícil salir a trabajar con eso en la cabeza.
-¿Cómo llevás adelante tu trabajo en un contexto de pandemia?
-Existe un miedo al contagio y más que nada a contagiar. Yo estoy casado, tengo hijos y me da miedo llevar el bicho a casa. Lo que hago es tomar medidas rigurosas de cuidado: barbijo, guantes, alcohol. De todas maneras, hace unas semanas fui a la Villa Itatí de Quilmes y, si bien tomé todas las medidas, hubo un punto en el que me perdí en lo que estaba haciendo. En un momento me detuve y me vi tirado en el piso haciendo fotos. Cuando estás trabajando, se desvía la noción del cuidado. Es muy similar a lo que sucede en las represiones en las que en el momento no dimensionás lo expuesto que estás.