Por Sebastián Barcia
Romina González nació hace 27 años en Carúpano, un pueblo del caribe venezolano. Vive en la Argentina desde 2017, cuando llegó para cursar la Maestría en Género de la UNTREF. Si bien el primer año le costó adaptarse a la forma de hablar y de hacerse amigues, las cosas mejoraron cuando entró a trabajar en la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP): “Me cambió la vida”, cuenta. Allí encontró el espacio para dedicarse a las causas que defiende, al mismo tiempo que forjó las amistades que la ayudan a sostenerse emocionalmente lejos de su país. Se autodefine chavista y rescata sus políticas sociales, aunque reconoce que en los últimos años la situación empeoró y mucha gente no puede cubrir las necesidades básicas: “Mi hermano y yo le mandamos plata a mi mamá porque si no no podría sobrevivir”.
-Llegaste a la Argentina hace tres años en medio de un gobierno que tenía una visión negativa de la actualidad venezolana. ¿Cómo veías lo que se decía acá sobre tu país?
-Creo que hay una campaña internacional para reflejar la situación de Venezuela de una manera exageradamente peor de lo que realmente sucede. También se dice constantemente que no hay libertad de expresión cuando las principales cadenas y medios de comunicación son de la oposición y se omite mencionar que el bloqueo económico que sufre el país tiene un impacto muy fuerte. En una ocasión, dio la vuelta al mundo la imagen de un muchacho prendido fuego en medio de una guarimba, que fueron manifestaciones de la oposición para sacar a Maduro del gobierno. El muchacho había lanzado una molotov, la explosión lo alcanzó y se prendió fuego. Lo que se difundió fue que este chico había sido víctima de la represión policial y que en Venezuela no se respetaban los derechos humanos. Si bien es cierto que la policía reprimió y hubo muertes por eso, no era lo que había sucedido en ese caso.
-En las elecciones legislativas de 2015 la oposición obtuvo mayor cantidad de bancas que el oficialismo para la Asamblea Nacional. Esto devino en un proceso en el cual el Presidente Maduro llamó a elecciones para conformar una Asamblea Constituyente en 2017, lo que a su vez provocó críticas internacionales sobre el estado de la democracia en el país. ¿Cómo viste este proceso?
-La Asamblea Nacional intentó derogar la mayor parte de las leyes que se habían constituido en los años previos para proteger a la población de menores recursos. La creación de la Constituyente tuvo el objetivo de lograr mantener esa legislación. Un caso que conozco por haber trabajado allí fue la “Misión vivienda Venezuela”, que consistía en un plan habitacional destinado a personas de escasos recursos y que para ese momento llevaba construidas dos millones de viviendas. La Asamblea buscó derogarla y devolver estos espacios a los antiguos propietarios.
-¿No era posible que el oficialismo defendiera esa legislación dando el debate dentro de la Asamblea Nacional?
−No porque que el nivel de polarización era altísimo y se hacía imposible encontrar canales de diálogo entre ambos sectores, principalmente luego de los momentos de tensión que se habían vivido con las guarimbas. Desde hace muchos años existe una fragmentación social muy importante entre oficialistas y opositores. Por ejemplo, yo dejé de hablarme con mi hermano a raíz de una discusión por cuestiones políticas.
-¿Cuál es tu opinión sobre la administración de los recursos petroleros durante los gobiernos de Hugo Chávez, teniendo en cuenta que el precio internacional era alto?
-Una de las cosas por las que me considero chavista es la redistribución de la renta petrolera, la cual se orientó hacia fines sociales como la política de vivienda, que creo que es un caso atípico a nivel internacional. También la construcción de universidades, salitas de atención primaria o programas de alimentación, por citar algunos casos, que quizás no tienen el nivel de visibilidad de grandes obras de infraestructura como una avenida o un viaducto, pero que producen mucho impacto en la población.
-¿Cómo te imaginás el futuro?
-No creo que vaya a mejorar por los próximos cinco años al menos. Pienso que Maduro debería irse y dar lugar a un cambio dentro del espacio. Nunca optaría por una opción de derecha. Si bien las bases sobre las cuales se asentó la Revolución hoy son un manojo de corrupción, confío en las personas con quienes yo misma milité para construir un cambio real. Sé que hay mucha gente que quiere una invasión de Estados Unidos, y lo entiendo sobre todo en una persona a la que día a día se le complica la subsistencia de su familia y, sumergida en la desesperación, piensa que esa puede ser una salida. Aun así, desde mi punto de vista esa nunca va a ser una solución para los problemas de Venezuela.