Por Maylén Carrau
Apenas se podía vislumbrar un rayo de sol, porque la lluvia tapaba todo lo que estuviera a su paso. El día gris y la humedad creaban un clima acogedor, similar al de estar en casa compartiendo un momento con amigas. Susana Zaccaro no hizo más que empezar a hablar de su lucha, nuestra lucha, para completar una gran atmósfera. Ella es la referente de género de Córdoba de “La Poderosa”, una organización villera que persigue el objetivo de visibilizar y buscar formas de garantizar las necesidades básicas de los barrios populares alrededor del país.
Además, acompaña las asambleas provinciales y fue la coordinadora de la Casa de las Mujeres y las Disidencias en Yapeyú. Su objetivo en la organización es discutir las necesidades con el Estado y llegar a un acuerdo sobre qué les puede garantizar. “Si fuese un trabajo en conjunto, alivianaría mucho nuestra carga. Las mujeres deben tener la certeza de que al momento de hacer la denuncia, el Estado va a responder como debe y que puede implementar ayuda económica o habitacional”, cuenta.
La casa de Yapeyú cumplió un año el 14 de septiembre de 2020, pero la lucha empezó en 2015. Fue un antes y un después, “un año que impactó mucho en la sociedad e hizo que muchas personas ampliaran su mirada y obtuvieran conocimientos más únicos”, agrega. Fue el inicio de una nueva era para el feminismo argentino, la del “NiUnaMenos”. Ese mismo año, Zaccaro decidió crear, junto con otras vecinas, la cooperativa textil Manos Poderosas. Ni siquiera ellas imaginaban lo lejos que llegarían y la importancia que ganarían en su barrio.
-¿Cuándo te diste cuenta de que esta era tu lucha?
-Antes no me metía en la vida de nadie, me salvaba a mí y vos te salvabas a vos. El Festival del Día de la niñez de 2015 cambió todo, porque vi las realidades de los otros, me di cuenta de que estaban pasando por la misma situación que alguna vez me tocó vivir. Entendí que podía ayudar a otras personas apoyándome en mis experiencias. Hubo un momento en el que necesité un grupo de mujeres con el que poder encontrarme y sentirme cómoda y acompañada, pero lamentablemente no existía. A lo largo de estos años aprendí que no te salvás sola, que la salida es siempre colectiva y que si juntamos nuestras fuerzas, la lucha es mucho más grande y mejor.
-La Casa de las Mujeres y las Disidencias de Yapeyú es la octava y más nueva casa de la organización. A pesar de ser un lugar alquilado, fue como levantarla desde los cimientos, ¿no?
-Desde el primer dibujo, el primer mural, la primera decisión de dónde poner la mesa o la imagen de una compañera víctima de un femicidio, se sintió como si hubiéramos creado algo desde cero. Al principio no lo veíamos posible, mayormente porque no teníamos los recursos, pero cuando nos quisimos acordar estábamos festejando la inauguración. Hubo mucha felicidad y emoción ese día. Nuestro deseo es que florezcan casas como la nuestra en otros barrios y que la lucha siga creciendo, ya que esto te cambia un montón la vida.
-En una nota de la revista “La Garganta Poderosa” definieron a la Casa de las Mujeres y las Disidencias como una “trinchera” ¿Por qué es así?
-Es nuestra trinchera porque es nuestro espacio, porque sabemos que estamos al pie del cañón para lo que sea y quien sea. Ver que aprendemos juntas y que inventamos las estrategias que nos terminan salvando al final del día, me hace seguir adelante. Cuando, por ejemplo, veo que una compañera se acerca a otra y la ayuda a salir de una situación muy fea de violencia de género, confirmo y tengo la certeza de que el camino que estoy recorriendo es el correcto.
En el complejo donde ahora está la Casa de las Mujeres y las Disidencias de Yapeyú también funciona el comedor y el espacio de educación popular. “Necesitábamos un espacio físico que nos permitiera abordar una gran cantidad de temas con mayor profundidad”, dice. En los cuatro años entre 2015 y la inauguración de la casa, las mujeres se reunían en esquinas y plazas, rodeadas de mucha gente. Está pensado como un lugar seguro para las mujeres que sufren violencia de género, además de para promocionar los derechos de la mujer y generar un empoderamiento colectivo. La llegada de la pandemia imposibilitó el festejo del aniversario, pero no las detuvo. No solo esperan concientizar desde el feminismo, también -sobre todo con la covid-19- desde la salud. Es por eso que realizaron una posta de salud.
-En diversas notas, las mujeres de la organización dijeron que ya no les da vergüenza la palabra “villera”, que ahora la toman con orgullo. ¿Tuviste la misma experiencia?
-Hay muchos que todavía creen que nos insultan cuando dicen “mirá a esa negra villera”, pero nuestra cultura nos hizo avanzar estos años. Estamos orgullosas de nuestro feminismo y sabemos que, lamentablemente, en sus comienzos se lo pensó como parte de la clase social alta o media y que no encajábamos ahí. Fue por eso que lo definimos como villero. Fue un proceso identificarnos en nuestro propio feminismo y demostrar que se puede hacer una diferencia si tenés ganas, no importa de dónde seas o a qué clase social pertenezcas.