Por Ludmila Di Grande

Mariela Cuda es magíster en Inteligencia emocional y en Neuroeducación para docentes, especialista en investigación científica, profesora de Ciencias Política y autora de dos libros. En esta entrevista, explica la importancia de la educación emocional para reconocer y gestionar las propias emociones, y cómo ayuda a desarrollar la capacidad de empatizar con los otros y el entorno.

La adquisición de competencias emocionales se correlaciona directamente con el éxito académico, explica Cuda: “Durante las últimas décadas se fue confirmando la idea de que no existe un solo tipo de inteligencia ni una sola dimensión en el ser inteligente”. Acostumbrados a la educación tradicional, que data de hace más de un siglo, y en un mundo que ha avanzado tanto científica como tecnológicamente a pasos agigantados, la especialista sostiene que “es fundamental incorporar este nuevo paradigma en las escuelas y en todos sus niveles”.

¿Cómo influye la educación emocional en el proceso de aprendizaje en las escuelas y en el desarrollo cognitivo?
-Su influencia en el proceso de aprendizaje es fundamental. De hecho, hay muchos estudios que correlacionan el trabajo hecho en educación emocional y la adquisición de competencias emocionales con el éxito académico. Adquirir competencias emocionales no solo mejora significativamente el clima emocional de las aulas y la conducta de los alumnos, sino que también mejora el rendimiento académico ya que se aprende a reconocer las emociones en uno mismo y en el otro, a desarrollar la capacidad de empatizar con los otros y con el entorno, a gestionar las propias emociones cuando se van de cauce y a poder resolver de manera asertiva los enojos, las iras y los miedos. No se trata de tapar las emociones, sino de poder operarlas consciente y asertivamente.

Hace veinte años que se dedica a la educación y doce que trabaja con este nuevo modo de concebir la enseñanza. ¿Qué la motivó a este cambio?
-Siempre tuve la inquietud de indagar en los distintos paradigmas, en las distintas vertientes de la educación y en las formas en que las nuevas propuestas pedagógicas didácticas iban haciéndose camino en las aulas. En las dos últimas décadas, los paradigmas de la neurociencia y de la educación emocional fueron respuestas que ofrecieron caminos alternativos a la creciente complejidad que se va dando en las aulas y en las escuelas de nuestro país y del mundo. Entendí que no basta solo con desarrollar la clásica inteligencia relacionada con lo racional y lo intelectual, que es necesario ir más allá.

Cuda es autora del libro “Neurociencias, didáctica y pedagogía: aportes a la escuela de hoy”.

-En su libro “Clases de hoy en las escuelas de ayer” haces una revisión de viejas y no tan viejas prácticas arraigadas en el ideario escolar. ¿Qué posibilidades hay de que se extienda esta dimensión educativa en el sistema escolar actual?
-La posibilidad de extensión de su aplicación es muy amplia. De hecho, en distintas partes de Latinoamérica se están sancionando leyes, estructuras legales que se empiezan a incorporar en las matrices curriculares. Esto permite el diseño de contenidos que incluyen el desarrollo de las capacidades y competencias que tienen que ver con la educación emocional. En la Argentina, la enseñanza de la inteligencia emocional ya forma parte del diseño curricular del nivel inicial y se aplica de manera transversal, es decir, no como una materia específica, sino formando parte de otras materias. Una buena noticia es que se va incorporando poco a poco en la currícula de los niveles primario y secundario. Esto es resultado de que en nuestro país hay muchos activistas e investigadores que luchan por su incorporación. Pero como todo paradigma incipiente, supone ciertas controversias y aristas que todavía tienen que ser sometidas a debate por quienes formamos parte de la educación.

En “Neurociencias, didáctica y pedagogía: aportes a la escuela de hoy” plantea actividades para promover las capacidades cognitivas de atención y memoria, y estrategias para generar un clima de seguridad y contención afín a las necesidades de quien aprende. ¿Qué rol cumplió la neurociencia en la educación emocional?
-La neurociencia fue crucial en el impacto del estudio de las emociones relacionadas con la educación. Si bien lo que hacen los neurocientíficos no tiene directa relación con lo que hacemos los docentes, sí tenemos puentes de mediación muy importantes y tenemos que seguir explorando. Los neurocientíficos descubrieron, en relación a la neurociencia cognitiva, la influencia de las emociones en la construcción de nuevos aprendizajes. Asimismo, su importancia en los neurotransmisores, que son los que de alguna manera fomentan, generan las sinapsis nerviosas y sientan la base del aprendizaje. En otras palabras, la neurociencia descubrió que a la hora de aprender no solo es importante pensar sino también sentir, ser, actuar y actuar con el otro. Entonces, esto avaló y destacó la importancia de trabajar desde las emociones a la hora de enseñar. Ambos paradigmas, neurociencia y educación emocional, crecieron juntos y se retroalimentan.