Por Francisco Kovacic González
“Monogamia vs. poliamor” es uno de los debates en la agenda de cuestionamientos de varios sectores sociales, fundamentalmente los jóvenes. Hoy el matrimonio ya no es un valor indiscutible, como tampoco lo es la vida en pareja. Durante los últimos tiempos surgieron conceptos como las triejas –relaciones sexoafectivas de tres personas–, entre otros términos que aluden a las maneras de relacionarse.
Y estas discusiones despiertan otras cuestiones: ¿está mal querer a otras personas aparte de la propia pareja? Dudas, miedos e inseguridades se ocultan detrás de esta pregunta. Por lógica, lo que entra en juego es el miedo a ser infiel y desconocer la posible reacción de nuestra pareja. La psicóloga Dalila Luconi responde a este planteo de forma sencilla: “Ser infiel es una decisión que se toma de forma consciente, que implica romper el pacto interno de exclusividad de la pareja“.
–¿En qué consiste el “pacto de exclusividad”?
–El pacto de exclusividad depende siempre de la perspectiva de cada pareja y de lo que sea infidelidad para cada uno. Por eso hay algunas parejas que consideran un coqueteo como infidelidad y otras que no. Por eso, también, hay otras que consideran como infidelidad al sexting, que es el sexo virtual, mientras también existen las parejas “abiertas” en las que que el sexo casual no es considerado como infidelidad. Lo único que no se suele negociar en la mayoría de las parejas es la intimidad afectiva, el último peldaño en la exclusividad.
–¿Para respetar la exclusividad hay que apartarse del deseo?
–El deseo y el amor van por caminos separados. El amor es una construcción y el deseo es urgente. El deseo se da en todos. Todos podemos desear a otras personas aunque estemos en pareja. Desde la prehistoria tenemos deseo por otras personas. Pero, a medida que fuimos construyendo nuestra “corteza frontal” y nos hicimos “más humanos”, adquirimos cosas como la moral, los valores, los principios y la empatía. Digamos que podemos ser monógamos cuando decidimos y nos comprometemos a cumplir el pacto con el otro. Ahí actúa nuestra responsabilidad.
–¿Y cómo “se activa” nuestra responsabilidad?
–Nuestro criterio de responsabilidad se activa al frenar nuestra intención mediante nuestra corteza prefrontal, por lo que entendemos como parte de eso nuestra empatía, valores y compromiso con la relación. Ahí cabe la valoración a largo plazo de lo que se pueda tener con esa pareja. Y no desde un lugar primitivo, sino desde la urgencia del deseo. Ahí está la diferencia. Por eso la fidelidad es autocontrol: es no poner mis necesidades y deseos por encima de la otra persona.
–¿La infidelidad es un hecho aislado o existen “perfiles de personas infieles”?
–Es importante diferenciar una aventura, un hecho puntual y una situación esporádica, donde quizá se está dentro de un vínculo que no es del todo feliz y tal vez a alguna de las partes le cuesta informar sus necesidades al otro. Quizá puede pasar, también, que con alcohol o drogas, con un hecho particular o emocional fuerte, la persona pueda cometer una infidelidad. Pero distinto es una persona que tenga un patrón de infidelidad. No cualquiera puede sostener una doble relación porque ahí sí se puede notar la falta de valores y de moral que hace que el sujeto manifieste su propia satisfacción en el detrimento de las otras personas.
–¿Cuál es la característica que hace “poder o no poder” a una persona?
–El que es infiel ve a los otros como objetos y percibe a la pareja como su “satélite”. Suelen ser personas inseguras, con problemas de identidad sexual que hacen que necesiten ser validados y que quizá sientan que mientras más mujeres u hombres tengan, más validados son. Son personas de perfil narcisista, por lo que mientras más personas las quieran o admiren, mejor. Estas personas tienen que planificar la mentira y esconder verdades por muchísimo tiempo. Asumen así una frialdad característica y una ausencia de emociones o un gran autocontrol de emociones, pudiendo estar con la o el amante y al minuto llegar y sentarse en la mesa familiar como si nada. Es por eso que no cualquiera puede ser infiel.
–¿Los varones son más infieles que las mujeres? ¿El género tiene que ver con la infidelidad?
–El punto está en que el hombre se relaciona desde lo sexual. Incluso desde el punto de vista biológico, “tenía que estar con más mujeres” para demostrar mayor capacidad de procreación. A la mujer se la asoció a la infidelidad más desde el afecto. Y acá es donde aparecen el miedo y la preocupación: solía doler más en la mujer la infidelidad afectiva que la sexual ya que desde la época de las cavernas necesitaban cuidar más su sustento y su provisión. La pérdida de afecto era el miedo y la razón por la que solían cometer una infidelidad. Al hombre, en cambio, se lo asoció más por lo sexual.
–Entonces, ¿existe una tendencia real?
–El perfil de una persona infiel es indistinto: pueden ser tanto hombres como mujeres. Creo que hay una mayoría de hombres, pero es indistinto. Hay un montón de mujeres que pueden tener este perfil psicopático y narcisista y sostener un amante. Esa es la diferencia entre alguien que puede ser infiel o no.