Por Eugenia Siman
El Kuelgue no falla nunca con sus lanzamientos y le hace frente a todos los desafíos que se le presentan. Su último lanzamiento, “Hola Precioso”, no es un disco más; también significa una nueva oportunidad para el grupo. Con cinco discos y un EP elaborados a lo largo de casi 20 años, Julián Kartún (voz), Santiago Martínez (voz y teclados), Juan Martín Mojoli (bajo) y Tomás Baillie (batería) se enfrentarán por primera vez al emblemático escenario del Luna Park el 15 de septiembre para presentar su flamante trabajo.
De esta manera, cumplirán el sueño de todo artista argentino: consagrarse en el estadio ubicado en el centro de la City porteña. “La curiosidad de hacer música juntos es parte fundamental del recorrido, y en ese camino de aventuras fuimos conociéndonos en un ámbito de risas y desafíos. Desafíos musicales, sobre todo, porque las risas vienen solas”, afirma el baterista.
–En “Infancia y Juventud”, el libro autobiográfico de Fito Páez, hay un pasaje sobre su primera vez en el Luna Park. “Fue mi primera gran noche consagratoria como solista. Ya no en un teatro, sino en el espacio que la Ciudad de Buenos Aires elige para decirte que ya no volverás a ser el mismo”, escribió. Ahora que ustedes van a llegar al Luna, ¿cómo se sienten?
Santiago Martínez: -Es hermoso, las entradas se están vendiendo muy bien. Va a ser muy fuerte y vamos a presentar un disco que hicimos con mucha alegría, un proyecto hermoso que se hizo muy rápidamente, con Mariano Otero a la cabeza, con un montón de amigos pasándola muy bien. Me parece que es un lindo cierre, a la vez que un comienzo.
Juan Martín Mojoli: -Es emocionante, tocamos en un montón de lugares, en lugares grandes y emblemáticos como Obras, pero el Luna Park tiene una mística que no tiene otro lugar de la Ciudad de Buenos Aires.
Tomás Baillie: -Cada uno de chico empezó a tocar instrumentos y a armar bandas, se sueña con tocar en lugares tan icónicos como el Luna. Así que es un sueño cumpliéndose en vida y, además, con mis amigos. Hasta que no esté ahí ejecutando el show, no voy a caer en la cuenta. Realmente lo prefiero así para no romantizar el evento.
-¿Cómo se sigue después de un Luna Park?
S.M.: –Hay que hacer más temazos e irse por todos lados, movernos más por afuera para seguir expandiéndonos.
J.M.M.: –Creo que vamos a seguir como siempre, no creo que cambie en nada nuestro camino. Cuando tocamos por primera vez en Niceto Club, fue algo fuerte porque veníamos tocando en lugares chiquitos, como bares o centros culturales. Pero después seguimos como siempre: siendo nosotros, haciendo música, divirtiéndonos y cuidando mucho este proyecto que tanto nos costó y con el que hace tantos años venimos laburando.
T.B.: -Se sigue componiendo y llevando la música a donde se pueda, siempre manteniendo el vínculo activo para disfrutarlo y recibir esa devolución del público que nos regenera cada vez más.
DEL COLEGIO AL LUNA PARK
-¿Cómo fue el recorrido que hicieron durante 19 años para llegar al lugar donde se encuentran ahora?
S. M.: -La banda surge en el colegio secundario, donde nos conocimos todos. Al principio tuvimos distintas bandas entre nosotros, y finalmente nos unimos todos en El Kuelgue en 2004. Siempre nos importó más la canción que vamos a hacer mañana que pensar si vamos a lograr tal o cual cosa con algo. El laburo en grupo es muy importante, el laburo humano es algo a lo que le estamos dando mucha importancia, pero no es algo natural que simplemente fluye. Es algo que todos los días tenés que trabajar: la tolerancia, el respeto, el cariño, el escuchar, el dejarse escuchar, un poco de todo.
-¿Cómo definirían la impronta que los caracteriza?
J.M.M.: -El Kuelgue siempre jugó a la música. Usamos mucho la herramienta improvisación como método de composición y muchas canciones nacieron de zapadas, de improvisaciones en la sala, de jugar sin querer llegar a una canción y que después terminen quedando en un disco.
-¿Dónde creen que están posicionados dentro de la industria musical?
J.M.M.: -Cuando uno llega a un lugar donde lo va a ver mucha gente, cuando la banda ya se escucha por todos lados y existe un tipo de globalización en cuanto a la música, inevitablemente caés en la industria, que es hablar de números, porcentajes, plataformas digitales, de cómo sacar las canciones, etc. Bancamos justamente la globalización y la democracia que tiene, por ejemplo, Spotify, que permite escuchar una canción de cualquier parte del mundo. Cuando éramos adolescentes teníamos que ir a comprar el CD, no había tantas opciones ni tanta democratización como ahora.
-¿Se puede vivir de la música?
S.M.: –Se puede. No digo que ganamos plata desde el principio, pero sí que rápidamente empezó a crecer y a verse que tarde o temprano íbamos a poder trabajar de esto. Sí, considero que es muy agria la escena en un montón de aspectos, sobre todo al principio, con los arreglos, lo que cuesta producir una fecha propia e intentar recuperar la inversión con entradas. Creo que la mano de cualquier productor que pueda bancar un proyecto inicial es súper útil, porque es la parte más difícil. Una vez que uno se posiciona un poco, capaz empiezan a darse las cosas.
–Hoy las reproducciones son más fugaces, ligadas a las canciones pegadizas, y las herramientas que predominan a la hora de ejecutarlas son las plataformas de streaming. ¿Tienen en cuenta ese contexto a la hora de crear nueva música o simplemente la crean y se adaptan?
S.M.: –No, hay que tenerlo en cuenta. El Kuelgue ha logrado ser parte de una escena comercial; entonces, inevitablemente uno tiene que prestarle atención a esas reglas. Aun así intentamos que siempre lo artístico prime. Hay que darle un poco de bola, pero también un poquito de rebelión artística es lindo.