Por Malena Telias y Francisco Declich
La española Isabel Herguera desafía el statu quo con su última película, la animada El sueño de la sultana, que fue exhibida en el Bafici. El largometraje presenta la historia de Inés, quien encuentra un libro de la autora Rokeya Hossain en el que imagina la vida en un lugar feminista llamada Ladyland, donde las mujeres dominan y los hombres son marginados. A partir de este encuentro, la protagonista se embarca en una aventura tras los pasos de la autora.
El proyecto tiene una narrativa rica en simbolismos y una estética visual única, que combina el stop motion con técnicas propias del teatro de sombras, la acuarela y la técnica de tatuaje temporal mehndi. Es mucho más que una simple historia animada; es una declaración sobre las dinámicas de género en la sociedad contemporánea que invita a la reflexión permanente.
–¿Qué te atrajo de la cultura india para realizar la película?
–Siento una fascinación importantísima por la cultura india desde que soy niña. Todo me interesa, excepto el lado espiritual. Cuando fui por primera vez me enamoré completamente del lugar. Allí me siento en casa a pesar de que no entiendo el idioma y de que es todo tan extraño y lejano a mí. Al mismo tiempo hay algo en mi corazón que pertenece profundamente a ese lugar.
–¿Por qué elegiste el estilo de tatuaje temporal mehndi para representar Ladyland?
–Nos parecía que era perfecto para mostrar el país de las mujeres porque viene de una tradición en la cual las mujeres se pintan las manos y los pies en la víspera de la boda, y le cuentan a la novia sobre lo que se tiene que esperar del matrimonio. Queríamos hacerla sobre el cuerpo de una mujer, pero llegó el covid y tuvimos que hacerlo en papel. Es una técnica tradicional desde Marruecos hasta la India, y esta manera de llevarlo al cine fue creada por nosotros originalmente para un taller de una cooperativa india de trabajadoras.
–¿Qué beneficios ofrece la animación como medio para contar historias?
–Todavía hoy mucha gente sigue pensando que la animación es solo para niños, por lo tanto, la animación para adultos o que sale del estándar más industrial o comercial no acaba de encontrar su nicho. Esta película no encaja dentro de los postulados de la animación comercial normal y sé que demanda mucho del espectador. Puede resultar muy abstracta, incluso visualmente para reconocer las cosas, porque no estamos acostumbrados a hacerlo de esta manera. Quizá la gente más joven, que es muy de novela y de gráfica, esté más dispuesta a arriesgarse a verla, al igual que la que viene del mundo del videojuego.
–¿Fue desafiante escribir el guion con tu marido, Gianmarco Serra, dado que es una historia tan feminista?
–Gianmarco es un profesional con gran sentido común, y el concepto lo teníamos muy claro. Siempre me dice que antes de escribir este guion nunca se había podido imaginar cómo las mujeres crecemos con un sexto sentido para darnos cuenta de los lugares en donde podemos estar a salvo y en los que no. No sintió eso en su vida y, en cambio, para una mujer no hace falta ni hablarlo porque crecés con ello. Es parte de ser mujer.
En este punto, Gianmarco Serra, que estuve presente durante la entrevista, intervino: “Vino bien que parte que las animadoras fueran mujeres. La manera de caminar de los personajes tenía que ser más sutil, más elegante, con una atención y una sensibilidad un poco distintas a como se ve la animación hecha por hombres. También la temática y la profundidad del personaje tenían que tener una característica más bien femenina“.
–Tiene cierto parecido con Barbie, ¿no? ¿Qué paralelismos ves entre estos dos enfoques?
–Jugué mucho con muñecas Barbie. Cuando juegas con ellas reconstruyes ese país que para ti es ideal. O sea que de alguna manera sí, esa especie de Barbieland o Ladyland de El sueño de la sultana es la idea primigenia. Dentro de la película Barbie hay cosas que suceden que nosotros no las hemos incluido, pero sí hay algo que mueve ambos mundos y es ese deseo de encontrar un lugar donde las mujeres estén bien, se sientan a salvo y no tengan que contar con el hombre.
–¿Cómo fue la recepción del público?
–En general muy bien. Nos hizo muy felices que en India la recibieran con muchísimo amor. La gente se ponía en contacto con nosotros para mostrarnos sus proyectos o hablar del nuestro. En algunos cines se pusieron a cantar las nanas cuando aparecían en las escenas, eso fue bastante conmovedor y nos tocó mucho el corazón. En paralelo, en las críticas vimos que los hombres plantean que la película puede parecer confusa; en cambio, muchas de las mujeres tienen muy claro de qué va. En general, cuando se acaban las proyecciones son ellas las que me rodean para hablar.
–¿Qué medidas debería tomar la industria del cine para promover la igualdad de género y una mayor inclusión de mujeres directoras?
–Es una herencia cultural y social por la que las mujeres estamos acostumbradas siempre a ser más discretas, a estar en un segundo plano y a que los hombres estén en posiciones de dirección o de toma de decisiones, ¿no? Creo que puede revertirse con medidas de apoyo a la mujer. Aunque en un principio sean forzadas, son necesarias. Algún día llegará el momento en el que quizá ya no tengamos que preguntarnos estas cosas. Por lo tanto, hoy se necesita que haya más mujeres en situaciones de toma de decisiones para que esto pueda ocurrir. Si hay que hacerlo a través de la financiación pública, pues bendito sea.
–¿En qué momento de tu vida te encuentra esta película?
–En un momento perfecto. Me gustaría haberla hecho mucho antes, pero también sé que no hubiera tenido la firmeza y la seguridad que he tenido ahora, ya más mayor. Si te vas a meter en esto, hace falta mucha fuerza física y confianza. Ahora tengo mucha más experiencia que hace diez años, o al menos eso creo. De todas formas, hoy puedo decir esto, pero mañana empiezo otra película y me veo otra vez comenzando desde cero.