Por Micaela Rafaniello

Mario Erkekdjian es un vecino de San Isidro de 82 años. Si bien es ingeniero de profesión, la lectura siempre ocupó un lugar importante en su vida. Hoy, ya jubilado, pudo darse el gusto de crear un lugar de lectura donde compartir libros con todo el mundo. Así nació La Casita Literaria, que fundó en la vereda de su casa con la ayuda de muchos otros vecinos que se sumaron. Hoy en día brinda libros de todo tipo y género sin esperar nada a cambio. El lugar también funciona como un pequeño gran centro de actividades para todas las edades.

–No hay vecino que no haya tomado prestado aunque sea una vez alguno de los libros que usted y su esposa acomodan diariamente con muchísimo amor y dedicación desde hace dos años. ¿Cómo surgió la idea de crear una casita comunitaria de lectura?
–Lo vi en Estados Unidos. En el edificio donde vivía mi hija había una mesa muy grande en la entrada con un montón de libros. Cuando pregunté qué era, alguien me dijo: Llevate el libro que quieras; si querés, dejá otro; si no, es lo mismo. Pero no era para cualquiera que pasara por la calle, solo para gente del edificio. Cuando volví, lo comenté con el grupo de vecinos. Pregunté a quién le gustaba esa idea y si alguien se sumaba para hacer un equipo de trabajo. Ahí se formó un grupo para desarrollarla.

–Y el nombre surgió a partir de una votación entre vecinos…
–Claro. Cada uno propuso un nombre: “Había una vez”, “Cuentos en la casa”, “La casita literaria”, “La casita de libros”, “Punto y coma”. El grupo estaba formado por 64 familias y, cuando votamos, ganó La Casita Literaria. Armamos un perfil de Instagram para difundir las novedades y lo que hacíamos. A lo largo de un mes, con la ayuda de varios vecinos juntamos los materiales, se construyó la casita y dos chicas la pintaron y decoraron por fuera. Hicimos una gran fiesta de inauguración.

–Usted puso los primeros libros. ¿Cómo siguió armándose la biblioteca?
–Sí, puse los primeros de mi propia biblioteca, pero a la semana o a los diez días ya había tantos aportes de vecinos que empezó a autoalimentarse de forma natural. Hoy tenemos más de cuatro mil libros disponibles para reponer. Si hacemos un promedio de los que se van reponiendo por día o por semana, ya habrán circulado no menos de seis mil libros. El concepto es el siguiente: no es necesario que dejes tus datos ni qué libro te llevás, porque la lógica es que lo devuelvas. Dejamos esa responsabilidad a la persona que está tomando el libro. Se lo puede quedar, pero si lo devuelve le da oportunidad a quien venga detrás a que también lo lea. Entonces, es una cuestión de principios, de ética, de moral.

–¿Cómo impactó esta iniciativa entre los vecinos?
–Esto comenzó con una filosofía de motivar la lectura, que es un hábito que lamentablemente se está perdiendo, y simultáneamente estaba el concepto de la integración vecinal. La Casita logró que los vecinos empezaran a conocerse. De hecho, se formó un grupo de cinco chicas que se reúne y programa actividades. Así como hay un grupo de cuentos, hay otros de música, música clásica, de películas, country… Lo interesante es que se acercaron docentes. Se formó un grupo de WhatsApp donde intercambiamos material de interés extracurricular. Eso va nutriéndose con las experiencias de cada uno.

–La Casita también dona parte de los libros que le acercan.
–Sí, también nos aportan mucho material didáctico, de escuelas, enciclopedias, diccionarios… Eso lo llevamos a escuelas del interior que realmente tienen la necesidad de ese material para enriquecer una biblioteca. Ya hemos mandado a Chaco, Santiago del Estero, Mendoza. Pero hay que buscarlos y se necesita un interlocutor que capte los libros de La Casita, los pase a buscar, los lleve y los entregue en forma directa. Ahí conoce cara a cara el destinatario, le saca una foto, se entera quién es y para qué lo va a usar. Esa información la replicamos en Instagram para que quien dio los libros sepa dónde están, dónde siguen teniendo vida. Esa es la idea: que perdure la vida del libro.

–¿Cómo ve la lectura hoy en día?
–La lectura es una de las formas de educarte y prepararte para saber discernir. Cada libro te va a dejar una huella, te va a impactar y te va a dar una visión más abierta del mundo. El concepto no es leer, es comprender. La comprensión es uno de los temas críticos hoy en la educación. La gente no comprende lo que lee. Muchas veces viene la mamá con el nene que está leyendo. Le digo: “¿Te animás a hacerme un dibujito después de leer el cuento?”. O le pido que me escriba algo, a ver qué entendió de esa historia. Le digo a la mamá que no le dé solo el libro y que se siente a leerlo con él para motivarlo.