Por Juan Mango y Mora Zaballa

“Lo que estamos haciendo es capturar la energía de la luz y el carbono de la atmósfera, y convertirla en algo útil para la humanidad“, señala Leonardo Curatti, doctor en Ciencias Biológicas y director del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Biotecnología de Mar del Plata (Inbiotec-Conicet), dedicado durante años a estudiar el poder de las algas marinas. Curatti se refiere a Y-ALGAE, un dispositivo que a partir del uso de microalgas nativas del sudeste de la provincia de Buenos Aires está cambiando la manera de utilizar este recurso para favorecer la descarbonización en entornos urbanos.

El primero de estos “árboles líquidos” se instaló en una estación de servicio YPF en el barrio de Belgrano y fue producido en conjunto entre Inbiotec-Conicet e Y-TEC (YPF y Conicet). En palabras técnicas, son fotobiorreactores del tipo panel plano optimizado para el cultivo de microalgas especialmente seleccionadas en alta densidad. Es decir, no solo capturan la atención de la gente, sino también al dióxido de carbono del aire, devolviéndolo como oxígeno. Curatti destaca que el proyecto del que es parte busca mitigar el cambio climático y generar conciencia en la sociedad. “Nos dimos cuenta de que se ven desde dos cuadras de distancia, especialmente de noche. El verde esmeralda realmente capta la mirada”, explica el experto. 

El aspecto más llamativo de estos dispositivos es su capacidad para eficientizar la velocidad de crecimiento de las algas y generar biomasa utilizable. “A diferencia de una planta de soja, que tiene dos ciclos de cosecha al año, las algas pueden tener hasta 36 ciclos anuales en condiciones óptimas”, indica Curatti. Esto resulta en la producción de biomasa, que es convertida en biofertilizantes, suplementos nutricionales e incluso en combustibles como etanol o biodiésel.

Curatti profundiza en la importancia de este recurso en el contexto del cambio climático: “El problema es el desbalance que ha hecho el ser humano al consumir combustibles fósiles a una velocidad mucho mayor de la que la fotosíntesis del planeta puede compensar“. Su trabajo con las algas da un paso para corregir este desequilibrio. “Vivir en plenitud con la naturaleza significa seguir las normas naturales de vida. No queremos retroceder, pero tenemos que encontrar la manera de hacerlo de una forma respetuosa”. Curatti se refiere a la urgencia de reducir el consumo de recursos naturales para que haya posibilidades de mantener esa plenitud.

También reconoce que revertir el daño causado al medio ambiente es una pregunta sin respuesta clara, pero plantea una reflexión interesante: “¿Cómo sería si, al menos, no tomáramos conciencia y nos conformáramos con detener el progreso del deterioro?”