Por Sofía Rossi Sauer
Adeline Virginia Stephen, más conocida como Virginia Woolf, nació el 25 de enero de 1882 en Londres en el corazón de una familia inglesa privilegiada, formada por su padres escritores, Sir Leslie Stephen y Julia Stephen; su hermanos mayores, Vanessa y Thoby, y su hermano menor, Adrian. Además, Woolf tenía varios medio hermanos: Laura, por parte de su padre, y Stella, George y Gerald, por parte de su madre.
Desde muy chica, Virginia sufrió grandes pérdidas que desencadenaron una profunda depresión. La primera fue su madre, quien murió cuando Woolf tenía solo 13 años. En 1897, su hermana Stella murió como consecuencia de una peritonitis. En 1904, Virginia intentó suicidarse tirándose de una ventana pocos meses después de la muerte de su padre. Dos años más tarde, falleció su hermano mayor, Thoby, con quien tenía una gran relación.
Tanto Virginia como Vanessa sufrieron abusos sexuales por parte de George y Gerald, sus medio hermanos. Esto quedó evidenciado en sus escritos. En “Apuntes del pasado”, contó: “Junto a la puerta del comedor había una repisa para poner platos. Una vez, cuando yo era muy pequeña, Gerald Duckworth me puso encima de esta repisa, y mientras yo estaba sentada en ella, comenzó a explorar mi cuerpo. Recuerdo la sensación de su mano bajo mis ropas descendiendo más y más, constante y firmemente. Recuerdo mi esperanza de que dejara de hacerlo, recuerdo que me quedé rígida y me estremecí cuando sus manos se acercaron a mis partes íntimas. Pero no se detuvo“.
Woolf develó los abusos de George en su texto “Hyde Park Gate 22”: “Sí, las viejas damas de Kensington y de Belgravia jamás supieron que George Duckworth no solo era padre y madre, hermano y hermana para aquellas pobres chicas Stephen; era también su amante“.
EL INICIO DE UNA GRAN CARRERA
En 1905, Virginia y Vanessa iniciaron sus carreras profesionales escribiendo para el Times Literary Supplement, en el hogar de la familia Brontë. Cuando se graduó en el Departamento de Damas del King’s College de Londres, Woolf se unió a un círculo de artistas e intelectuales llamado Bloomsbury Group, donde conoció al ensayista Leonard Woolf, con quien luego de casarse compró una imprenta y publicó obras de grandes escritores, como Sigmund Freud y T. S. Eliot.

En 1913, mientras su primera novela, Fin de viaje, estaba en manos de su editor, Virginia ingirió una dosis mortífera de veronal debido a una gran crisis de preocupación por la publicación, que sucedió recién dos años después. Su éxito llegó finalmente en 1925 con su cuarta novela, La señora Dalloway, que no fue bien recibida por el público masculino ya que trataba temas como las enfermedades mentales, el rol de las mujeres en la sociedad y la homosexualidad.
Hoy Woolf es reconocida mundialmente como una de las pioneras en reflexionar sobre la condición de la mujer en algunos de sus ensayos; entre ellos el famoso Un cuarto propio (1929). También, abordó el feminismo en novelas como Orlando (1928), donde dice: “El hombre tiene libre la mano para empuñar la espada, la mujer debe usarla para retener las sedas sobre sus hombros. El hombre mira el mundo de frente como si fuera hecho para su uso particular y arreglado a sus gustos. La mujer lo mira de reojo, llena de sutileza, llena de cavilaciones tal vez“. Woolf tuvo otras grandes publicaciones modernistas, como Entre actos (1941), Las olas (1931), Al faro (1927), Noche y día (1919), entre otras.
UN CUARTO PROPIO, OBRA FUNDAMENTAL PARA EL FEMINISMO
Si bien ya existían grandes escritoras, Virginia Woolf escribió lo que nunca nadie había relatado antes: el interior de las mujeres. Un cuarto propio fue publicado en 1929. Las críticas a la exposición de la desigualdad entre el hombre y la mujer en la educación, en la economía y en lo social hicieron que este ensayo no fuera bien recibido por el público masculino. Sin embargo, fue un antes y un después para sus lectoras.
La autora se encargó de reunir todos sus pensamientos y encerrarlos entre signos de interrogación: “¿Por qué son pobres las mujeres? ¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué era un sexo tan próspero y el otro tan pobre?”, se preguntó. Su famosa y primera conclusión –“para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio”– permitió que Woolf pudiera desentrañar otras grandes respuestas respecto del sistema patriarcal. “Por eso Napoleón y Mussolini insisten con tanto énfasis en la inferioridad de las mujeres, porque si ellas no fueran inferiores, ellos no serían superiores”, sostuvo en las primeras páginas de esta obra.
Por otro lado, la autora involucró en su ensayo el amor entre mujeres y personajes ficcionales como la hermana imaginaria de William Shakespeare, a quien no le permitieron seguir sus aspiraciones literarias y se suicidó al enterarse de que estaba embarazada. Además, mencionó a grandes figuras de la literatura contemporánea como Jane Austen, las hermanas Brontë y George Elliot (seudónimo masculino de la escritora Mary Ann Evans).
Hoy, Un cuarto propio es considerado una “guía del feminismo”, un pilar fundamental para las obras literarias feministas contemporáneas y para el movimiento de mujeres actual.
LA DESPEDIDA
El estallido de la Segunda Guerra Mundial y el acecho de los nazis lograron que la salud mental de Virginia empeorase. El 28 de marzo de 1941 llenó los bolsillos de su saco con piedras, se lanzó al río Ouse y se ahogó. Fue declarada desaparecida y su cadáver fue encontrado casi un mes después y sepultado en su casa de Rodmell, Sussex. Según científicos que estudiaron sus escritos, Virginia sufría trastorno bipolar, que no era entendido plenamente en su época.

Antes de suicidarse, Woolf había dejado una carta dirigida a su esposo, Leonard: “Querido, estoy segura de que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a recuperarme en esta ocasión. He empezado a oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todo momento todo lo que uno puede ser. No creo que dos personas hayan sido más felices hasta el momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. No puedo luchar por más tiempo. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y lo harás, lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Cuanto quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte… que todo el mundo lo sabe. Si alguien podía salvarme, hubieras sido tú. No queda nada en mí más que la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo. No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido. V”.
También dejó una carta para su hermana mayor, Vanessa: “Siento que he ido demasiado lejos en esta ocasión para que pueda volver. Es lo mismo que la primera vez, todo el tiempo oigo voces, y sé que no puedo superar esto ahora”. Le pedía, además, que ayudara a Leonard a superar su muerte y a seguir adelante. La carta terminaba con una contundente declaración: “He luchado contra esto, pero ya no puedo más”.