Por Sofía Rossi Sauer

Alicia Mabel Reynoso es una de las 14 enfermeras de la Fuerza Aérea Argentina que prestó servicio durante la Guerra de Malvinas, en 1982. Hoy en día lucha por el reconocimiento del rol de las mujeres en el conflicto bélico y desafía las narrativas patriarcales sobre la memoria nacional. 

-¿Cómo llegaste a ir a Malvinas?
-La Fuerza Aérea Argentina (FAA) incorporó personal femenino en 1980. Yo tenía 24 años y poco antes me había recibido de enfermera. Fuimos las primeras mujeres con grado militar que hubo en la Argentina y nos tocó defender la patria dos años después, tal como lo habíamos jurado.

¿Qué recordás de la llegada y de los días allá?
-Nos dieron la orden directa de marchar a Malvinas. Cuando llegamos a Comodoro Rivadavia nos dijeron que allí iba a ser el hospital reubicable de referencia para los heridos. Sentí una tensa calma. Todos pensábamos que no iba a pasar nada, hasta que en la madrugada del 1º de mayo llegó un bombardeo y empezamos a recibir heridos. Recuerdo que me llamaba la atención escuchar los gritos de esos jóvenes valientes de 18 años pidiendo por su mamá y que los curemos rápido para poder volver al campo de batalla, donde habían dejado a su hermano o amigo. Nosotras no lo podíamos creer. A veces íbamos a buscarlos a otras zonas para atenderlos. Muchos de ellos estaban cumpliendo el servicio militar obligatorio y fueron a Malvinas sin instrucción militar.

-¿Cómo fue ser mujer en las islas?
-No teníamos autorizado salir a caminar y, si lo hacíamos, tenía que ser de a dos como mucho. Al principio éramos sólo cinco mujeres a cargo de un mar de hombres con miedo. El que dice que no tuvo miedo está mintiendo. Una noche, frente a una posible invasión, nos colocaron dentro de unos tanques de futuras cloacas y nos pusieron una tapa de cemento y una bolsa de nylon arriba, como si dijeran “acá están las mujeres”. Después de eso se dieron cuenta de que había que hacer un refugio, el cual sigue estando y tuve la oportunidad de visitar.

-¿En qué consiste el trabajo de una enfermera militar?
-Las enfermeras militares somos asistenciales en tiempo de paz y operativas en tiempo de guerra. Estábamos bajo las órdenes militares de un gobierno de facto y bajo el código de justicia militar. No tuvimos ningún privilegio por ser mujer. Al contrario, éramos las que tenían menor grado y todo el peso recaía sobre nosotras. Había situaciones complejas de maltrato dentro de la Fuerza. Estaba naturalizado. Por suerte las cosas fueron cambiando.

-¿Cómo viviste el fin de la guerra?
-A mí me habían sacado de Comodoro Rivadavia para mandarme a hacer un curso en la escuela de aviación. Yo quería estar con las compañeras que se habían quedado. Queríamos estar todas juntas. Sentí mucha impotencia al enterarme del resultado. Sabíamos que ellos tenían una superioridad importante. No sólo estábamos en contra del Reino Unido, sino que también de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), de los estadounidenses y de Chile. A los ingleses les era muy difícil mantenerse en ese conflicto y por eso pensamos que lo podíamos ganar. Es importante aclarar que la guerra no terminó, se firmó cese de hostilidades, no la rendición. Es más, mientras eso se llevaba a cabo, la Fuerza Aérea Argentina continuaba bombardeando. 

Stella M. Morales, Gisela Bassler, Ana M. Masitto, Alicia M. Reynoso y Gladis Maluendez en el hospital reubicable de Comodoro Rivadavia.

-¿Qué sentiste al regreso?
-Al volver, se hizo como si no hubiera pasado nada. Cada una volvió a su puesto de trabajo. No se podía hablar de la guerra ni de lo que habíamos visto. Tuvimos que seguir con nuestras labores. Entre nosotras tampoco podíamos hablar de Malvinas. Cumplimos la orden de quedarnos calladas por casi 32 años. En los actos del 2 de abril no se nombraba el rol de la mujer. Recién en 2009 levanté la bandera de la visibilidad de la mujer en la guerra subiendo fotos de mis días allá a las redes sociales, y me dijeron de todo menos linda.  Personas que se creían dueñas de la verdad me acusaron de mitómana y de otras barbaridades. Las mujeres hicimos un trabajo genuino y real. Dimos lo mejor que pudimos dar, como todos. Algunos dieron la vida para que luego se ponga en vigor esta democracia, la cual está firme gracias a esos 649 únicos héroes que están en Malvinas diciendo presente y pidiendo que cuidemos su legado.

-¿Cómo viviste bajo ese silencio?
No es fácil ser un NN entre los vivientes. Eso fue lo que vivimos nosotras hasta que empecé a hablar. De ahí se fueron sumando. Hay mujeres que no se animaban a contar la verdad porque fueron colonizadas por la Fuerza. Todavía hay algunas que cargan con esa oscuridad. A mí me costó años de terapia. Hablar no es fácil. La lealtad que le tuvimos a la Fuerza no fue recíproca. Contar es sanar. La mochila que tenemos va a estar siempre, pero se aliviana cada vez que hablamos.

¿Qué otras consecuencias te trajo Malvinas?
-Luego de la Guerra hice dos misiones al exterior. Cuando regresé toqué fondo y tuve un intento de suicidio. Al principio tuve terapia de forma intensa. Los psicólogos no podían entender cómo había vivido callada todo ese tiempo. Esa parte tan triste de mi vida me sirvió para sanar, para aferrarme a la vida, a la verdad y a la historia de estas mujeres que no debían pasar a la historia como un olvido. No tenían que pasar todos esos años para contar que las mujeres estuvimos en Malvinas. Nos empoderamos para dar palabras desde la verdad y el respeto, cuestiones que frenan al machismo.

-¿Creés que el machismo influyó en ese silencio?
Nosotras tuvimos que luchar en un mundo de hombres. Todavía hay algunos a los que les molesta que nos convoquen y nos tratan de mentirosas cuando contamos la historia completa. Yo siempre digo que eso se debe a que “el hombre tiene miedo a la mujer sin miedo”, como decía Galeano. Hay muchas mujeres que no son reconocidas en la historia, como la mujer que cosió la bandera o las Patricias Argentinas. Esas mujeres tienen un nombre. Es importante regar la memoria. Las veteranas de Guerra estamos todo el año recorriendo escuelas y participando de actividades. Hoy en día hay centros educativos que se llaman “Enfermeras de Malvinas”. Siempre agradezco a todos aquellos que en algún momento me prestaron el micrófono porque colaboraron a que no nos olviden. Ahora más que nunca tenemos que defender Malvinas. Hay que nombrar lo que pasó los 365 días del año y conmemorar a nuestros 649 únicos héroes que están esperando que volvamos algún día.