Por Catalina Arano
¿Qué pensamos cuando hablamos de trap? Lo común sería pensar en hombres vestidos con ropa oversize en un videoclip con autos y mujeres de fondo. También podrían estar tomando champagne caro y usando cadenas y relojes grandes. Además, lo más probable es que ese sonido que se forma en la cabeza aparezca acompañado de letras que hablan sobre plata, drogas y putas.
Pero, ¿eso es el trap? La pregunta tiene una respuesta sencilla, pero compleja a la vez. Sí, eso es el trap, pero también es otra cosa. El trap es una herramienta, un lenguaje, una vía para contar lo que muchos no pueden expresar con otros géneros. Es cierto que nació de un contexto violento que se caracterizaba por su temática en cuanto a lo ilegal y un entorno deprimido: drogas, mala vida y delincuencia en general. Tampoco se puede negar que ha replicado estereotipos machistas o que celebra el consumo. Pero al mismo tiempo, es un espacio en constante cambio donde cada vez más artistas mujeres rompen ese molde. Como Lara91K, una cantante argentina que, sin renegar del trap, lo transforma desde adentro. Con letras íntimas, una estética propia y un recorrido marcado por la independencia, Lara se convirtió en una de las voces más personales de la escena urbana.
Además de cantante, se define como productora y “nerd” de la música. A diferencia de la música más mainstream, sus canciones desglosan experiencias personales mayormente amorosas –o más bien dolorosas– que dejan entrever una vulnerabilidad que no es recurrente en un género como el trap. En sus temas más tristes, la artista de 34 años pasa por distintos ejes como el desamor y la soledad, a veces relacionados también con la muerte. “Y ahora quiero morirme más que antes, si vos eras mi única salvación”, canta Lara en 100pre, la última pieza de su más reciente álbum “100pre yoro”. Es importante señalar que, si bien tiene canciones dentro del trap, reducirla únicamente a la etiqueta de “trapera” sería limitar su propuesta artística. A lo largo de su carrera, ha combinado distintos estilos para crear piezas que se inscriben en el hip hop, el R&B, el pop y el reggaetón, entre otros géneros.
LA VOZ DE LOS JÓVENES
El crecimiento del trap en Argentina fue, en muchos aspectos, un fenómeno social y cultural que reflejó la efervescencia de una juventud marcada por la precariedad, la sobreexposición digital y una búsqueda permanente de identidad. Surgido desde los márgenes –geográficos, económicos y simbólicos–, el trap local encontró su fuerza en una generación que tenía algo para decir y no hallaba espacio en los géneros tradicionales.

Este género, nacido en el sur de Estados Unidos como una derivación del rap, llegó a la Argentina no a través de las vías tradicionales de la industria musical, sino mediante internet: plataformas como YouTube, SoundCloud y más tarde Spotify fueron clave en la difusión de una nueva estética sonora. Los beats pesados, los hi-hats sincopados, el uso expresivo del autotune y las letras crudas que hablaban del deseo, el desamor o la calle captaron rápidamente la atención de jóvenes argentinos, quienes empezaron a apropiarse del género desde sus habitaciones. En ese proceso, la influencia de artistas como Future, Travis Scott o Bad Bunny convivió con la formación de una escena propia, alimentada por competencias de freestyle como El Quinto Escalón, que funcionó como semillero de figuras como Duki, YSY A, Lit Killah y Khea.
Uno de los momentos clave de ese auge fue el lanzamiento del remix de Loca (2017), donde irrumpió con fuerza Cazzu, considerada la pionera femenina del trap argentino. Su participación no sólo le otorgó visibilidad, sino que marcó un hito al incorporar una voz femenina en un entorno predominantemente masculino. Cazzu comenzó a construir desde entonces una identidad artística que desafiaba los estereotipos de género, combinando letras provocadoras, una estética cuidada y una mirada crítica desde lo femenino.
Entre 2016 y 2018, el trap argentino comenzó a adquirir una identidad singular, incorporando elementos de la vida urbana local, la cultura barrial y los códigos juveniles. Lo que comenzó como una copia se volvió una reinvención: en muy poco tiempo, el trap dejó de ser un sonido importado para convertirse en un lenguaje propio, capaz de narrar las tensiones, aspiraciones y contradicciones de una nueva generación.
En este contexto, la irrupción de artistas mujeres disidentes visibiliza otras maneras de narrar lo urbano. Figuras como Cazzu, Ms Nina, Taichu, Chita, BB Asul, Saramalacara y Lara91K, entre otras, no sólo rompieron el techo de cristal del género, sino que además abrieron nuevas posibilidades de representación. Sin dudas, la escena ya no es exclusivamente masculina ni se define únicamente por sus excesos.
ALTERAR EL LENGUAJE
Lara, en particular, propone un enfoque aún más disruptivo: no se limita a ocupar un lugar en la industria, sino que altera su lenguaje. Su obra no gira en torno al consumo o la vanidad, sino al dolor, la nostalgia y la soledad. Y lo hace desde una perspectiva explícitamente lesbiana, de forma directa y sin disfraz, pero también con naturalidad. Como señala Carla Piraccini, una de sus seguidoras: “Para conectar con un artista, la transparencia es clave. Y no tendría por qué ocultar su verdad. Muchas de nosotras vivimos la vida amando o deseando a otras mujeres, y es muy difícil no verse representada por alguna de las situaciones que relata con sus temas”.

El rol de Lara91K trasciende lo musical: es un ejemplo de cómo la visibilidad LGBTIQ+ puede modificar las narrativas dentro de géneros históricamente dominados por la masculinidad hegemónica y la heterosexualidad normativa. En un espacio donde lo queer suele ser invisibilizado o estigmatizado, Lara se muestra sin filtros y, en ese gesto, su presencia pública y sus letras se convierten en un acto político. Esta presencia, aunque aún minoritaria, forma parte de una transformación mayor que atraviesa la música urbana argentina: un proceso en el que lo personal se vuelve político y donde el trap deja de ser únicamente un canal de denuncia u ostentación para abrirse también a la emoción, la intimidad y nuevas formas de representación.
Esta visibilidad genera un impacto directo en sus fans, quienes encuentran en su música un espejo donde reconocerse y validar sus propias experiencias. Nayla Coronel, fan de Lara, lo expresa claramente: “La naturalidad que tiene para escribir sobre el lesbianismo me hace sentir parte de lo que ella muestra en sus canciones. Lara tiene eso de que parece que estuviera cantando sobre las vivencias de una misma”.
LO ÍNTIMO Y LO COLECTIVO
El vínculo que construye Lara con su audiencia es una parte fundamental de su potencia artística. La reciprocidad que se genera en sus shows crea una comunidad donde lo íntimo se vuelve colectivo. Como relata Rodrigo , uno de sus fieles seguidores, la experiencia de verla en vivo y después charlar con ella fue un momento transformador: “Yo nunca había ido a recitales, pero después de escuchar su álbum `Como antes´ sentí la necesidad de ir cuando tocó en Tecnópolis. Ver a Lara en vivo es muy lindo, cada fecha se siente muy personal. Los que la escuchamos sentimos el deseo de ir a cada show con mucho sentido de pertenencia y compartir esa noche con ella”. Rodrigo también recuerda con emoción un encuentro posterior: “Tuve la suerte de hablar con Lara en una entrevista que le hicieron. Sin dudarlo, me abrazó y me saludó con un beso. Es hermoso que le tenga esa confianza a sus oyentes y se detenga a escucharlos, por más irrelevante que le pueda parecer hacerlo. Lo mejor de una buena cantante es cuando también es una excelente persona”.
Este lazo emocional, casi terapéutico, entre artista y público se fortalece por la forma en que Lara expone sus emociones con sinceridad, sin pretensiones ni máscaras. Sus seguidores no sólo escuchan música, sino que también encuentran un espacio de contención, reconocimiento y resistencia. “Para mí, Lara es el significado de amor verdadero. Sus letras describen exactamente mi forma de amar”, comparte Bautista Azparren, fan desde 2021, que llegó a escuchar el último lanzamiento de la cantante (t kiero mal) ft. AKRIILA más de 500 veces en una semana.
Hablar de Lara91K es hablar de una artista que no busca encajar en las etiquetas preexistentes, sino que construye su propio lenguaje desde la experiencia, el deseo y la sensibilidad. En una época que muchas veces celebra lo ruidoso y lo inmediato, ella elige otra velocidad: la de la introspección y la honestidad emocional. Sus canciones, lejos de ser simples relatos de desamor, son territorios donde lo vulnerable se vuelve poderoso. Desde la tristeza hasta el deseo entre mujeres, Lara pone en juego una sensibilidad queer que cada vez tiene más eco en la música popular. Con su música, escribe una historia distinta, en la que ser mujer, lesbiana y melancólica no es una excepción: es una forma más de habitar el trap.