Por Sofía Guitler Cajal
Ningún fanático leal de Taylor Swift pudo dormir durante la noche del 2 de octubre. A la 1 en punto de la madrugada argentina del viernes 3, las plataformas musicales lanzaron The Life of a Showgirl, el doceavo álbum de la cantante, que con estética de burlesque, lentejuelas y plumas inaugura una nueva era.
El primer tema, “The Fate of Ofelia”, llegó a los oídos de aquellos expectantes durante la madrugada. Con referencias claras a Hamlet, la obra de William Shakespeare, Swift le cuenta a sus oyentes lo enamorada que está, cantando: “Si nunca hubieras venido por mí, me hubiera ahogado en mi melancolía”. El paralelismo que la artista dibuja entre ella misma y el personaje dramático incluso se refleja en la portada del álbum: Swift está en una bañera con sólo su cara fuera del agua, como en la pintura Ofelia, del pintor inglés John Everett Millais, que retrató la muerte de la amada de Hamlet, quien se volvió loca y se ahogó.
A pesar de la cuota de dramatismo, Swift hoy está lejos de la tristeza que caracterizó su trabajo anterior, The Tortured Poets Department. Recientemente comprometida con el jugador de futbol americano Travis Kelce, el romanticismo de su vida personal se ve reflejado en las 12 canciones de pop vibrante y eléctrico que conforman su nuevo trabajo.

Para volver al pop intrínseco, un terreno que ya había conquistado varias veces, Swift recurrió a los productores suecos Max Martin y Shellback, con quienes ya había colaborado en Reputation y 1989. Eso no quiere decir que repitan aquella fórmula. The Life of a Showgirl explora sonidos nuevos, con una estética y una energía que simbolizan el éxito y el peso de su último tour, “The Eras Tour”, que rompió todos los récords habidos y por haber.
El nuevo repertorio cuenta con guiños a Fleetwood Mac y un homenaje a George Michael, ya que utiliza la melodía de “Father Figure” en un tema homónimo. Pero a quien más homenajea Swift es a sí misma: tanto en sus letras como en sus melodías hay guiños a canciones pasadas. Hoy, con 35 años y un pie ya en el altar, le responde a su versión más adolescente que temía nunca encontrar el amor. Esta nueva obra no se caracteriza por la prosa poética que la artista supo tener en trabajos anteriores, sino que muestra una faceta más relajada y divertida, con letras que apelan al doble sentido, al amor e incluso a la venganza.
En la última canción, que le da el nombre al álbum, Swift canta sobre la vida del artista y fantasea con dejarle su corona a alguien más. La invitada en este gran final es su pupila, Sabrina Carpenter. ¿Le estará pasando la antorcha, despidiéndose? Por supuesto que no. “Gracias por una noche inolvidable, nos vemos la próxima”, promete Swift para cerrar. Queda claro que por más que tenga un diamante gigante en su dedo anular, su verdadero amor es ser una mujer del espectáculo.