Por Francisco Kovacic González
“Yo soy egresada de La Misericordia”, le dijo la vicepresidenta Cristina Fernández el jueves pasado a una de las representantes de la congregación franciscana, cuando la mujer se acercó a entregarle un libro y a expresarle algunas palabras de apoyo. Quienes se sorprendieron por la reaparición de Cristina Fernández de Kirchner en el Senado, rodeada de figuras religiosas a 15 días del atentado que sufrió, no la conocen. Para la Vicepresidenta, la fe es un elemento transversal en su vida. “Forma parte de sus convicciones más profundas”, sostienen en su entorno más cercano.
“Yo quería que mi primera actividad pública, por así decirlo, o fuera dentro de un despacho, o fuera con ustedes. Yo siento que estoy viva por Dios y por la virgen, realmente. Así que me pareció que, si tenía que agradecer a Dios y a la virgen, tenía que hacerlo rodeado de curas por los pobres, de curas villeros y de hermanas laicas, de hermanas religiosas”. Así comenzó la exposición de la Vicepresidenta después de unos primeros 15 minutos en los que recibió palabras de aliento y obsequios de los invitados, que por pedido expreso de CFK fueron movimientos eclesiales de base como Curas en Opción por los Pobres (OPP); el colectivo de Curas Villeros (CV) y otras congregaciones.
Cristina creció en La Plata, en una familia de clase trabajadora y en un ambiente que si bien estaba cismado por las diferencias políticas -su padre era un furioso radical y su madre abiertamente peronista-, tuvo a la fe católica como denominador común. Su escuela secundaria, también dividida, contó con dos etapas: sus primeros dos años los hizo en el ex colegio comercial San Martín (actualmente la Escuela Media N°31) y los últimos tres, en el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia. “Ella siente que Dios y la Virgen la cuidaron. Y tiene sentido que nos convoque porque, en un punto, representamos la imagen de Dios, de Jesús y de la Iglesia en la que ella cree”, dice el padre Paco Olveira, miembro de Curas OPP.
¿Y en qué imagen cree ella? “En la de los humildes. Si te fijas con atención, cuando ella habla, lo hace llevando un rosario. Pero no lo usa porque sea algo ‘lindo’ o ‘quede bien’. Ella lo usa así porque así lo usan también nuestros pobres en los barrios. Forman parte de su fe”, señala Olveira.
El padre Lito Álvarez, ex párroco en la ciudad de El Calafate y cercano al entorno íntimo de la Vicepresidenta –quién en su reaparición el jueves pasado dijo “extrañar mucho”–, considera que “no es trascendente que ella se haya aparecido con curas, sino que hayan sido concretamente éstos curas”. Lo trascendente del acto, para él, es que Cristina “no eligió reaparecer con la jerarquía, con el episcopado, sino con aquellos que están con el pueblo. No para confrontar con la jerarquía, sino por opción de fe suya”. “Ella usa el rosario porque representa a la señora que va al mercado, al ciudadano de a pie. El pensamiento de Cristina está fuertemente atravesado por una fe popular”, agrega.
Tanto en los medios de comunicación como en determinados sectores, no minoritarios, de la militancia expresamente kirchnerista afín a la Vicepresidenta, no se habla mucho de la fe que profesa Cristina. “En la militancia no lo predican ni lo discuten porque, de algún modo, sería más cómodo o apacible para muchos que no existiera esa característica en ella”, opina Néstor Borri, laico católico y referente del Centro Nueva Tierra. Aunque, sostiene, la realidad es que “ella siempre mostró su cercanía a la fe”. Por su parte, el padre Álvarez plantea que “no está mal que no se hable” de la fe de Cristina “porque no debería importar la fe personal de un dirigente, sino sus decisiones políticas”. Por su parte, Olveira apunta también contra los medios de comunicación: “No hablan de la fe expresa de Cristina porque los medios la presentan como alguien que busca sacar rédito permanentemente, jugando con una doble vara en la que ella no piensa, realmente”.
En esa línea, Borri sostiene: “Estamos en un contexto cultural en el que los discursos y movilizaciones en cuestiones de diversidad tienen mucho impulso. Y ese impulso, por los posicionamientos históricos de la iglesia, provoca que las personas se alejen de la religión. Y en un punto tienen razón”.
Edición: Francisco Kovacic y Julián Carlotto