Por Inés Yawien
Jorge Halperín se dedica al periodismo desde hace casi sesenta años, pero publicó su primer libro, La entrevista periodística, recién en 1995. Ahí plasmó la experiencia de entrevistar a diversas figuras internacionales mientras trabajaba para el diario Clarín, donde además dirigió el suplemento de cultura. Hace 25 años también se dedica a la radio: pasó por Radio Mitre y Rock & Pop, y hoy es columnista del programa Flores negras, de Radio Nacional, que conduce Mariano del Mazo. En 2010 ganó el premio Martín Fierro por Mejor Labor Periodística en Radio. Con quince libros publicados a lo largo de su carrera y una infinidad de obras leídas, tiene una relación profunda con el mundo de la escritura, el de la lectura y, como dice, el de las ideas.
Su estudio tiene una inmensa biblioteca que nace en el piso, toca el techo y ocupa toda la pared. Sin embargo, no es suficiente para todos los libros de la habitación, muchos de los cuales están apilados en el suelo y funcionan como asientos alternativos. Él, en cambio, tiene su propia silla giratoria frente a la computadora.
–Tenés una biblioteca de cientos de libros y la gran mayoría son ensayos. ¿Es el género que más te interesa?
–Leí bastante narrativa, pero reconozco que me fascina el mundo de las ideas. Transitar por ese mundo o buscar las ideas me lleva a la experiencia de redescubrir la realidad. Cada vez que me cruzo con alguien que me aporta una mirada distinta, me genera la emoción de un descubrimiento. Es como si te dieras cuenta de que el mundo, que es redondo, es mucho más que un círculo. Eso me proporciona momentos de emoción, y por lo tanto, siento mucha atracción por la lectura de ensayos donde se expresan abiertamente las ideas. Por supuesto que los buenos libros de cuentos y novelas también están llenos de ideas, pero para que lleguen hay que esperar más. Quizás soy un poco ansioso…
–O tal vez son ideas que no te interesan tanto.
–Puede ser… Hay que llegar a ellas, pero el centro está más en la narración. Por otra parte, yo debería ser el primero en leer mucha narrativa porque es muy recomendable para un periodista. Lo que hacemos los periodistas es narrar, los libros de narrativa proporcionan metáforas, adjetivos, lenguajes, tonos. A veces tenés una idea, pero querés redondearla y te faltan las palabras adecuadas. Esas palabras las conseguís leyendo narrativa mucho más que ensayo, porque una proporción grande está escrita por gente que no se especializó tanto en la palabra escrita sino en su disciplina. Hay mucha gente con muy buenas ideas y una escritura que no está a la altura de ellas.
–¿Te faltó ese lenguaje de la narrativa en las cosas que escribiste?
–No. Por ahí es un prejuicio mío. Creo que leí lo suficiente para sentir que escribo bien en general. Si me preguntás cómo enriquecer el lenguaje para informar, diría que leyendo narrativa, cuentistas sobre todo, porque saben manejar el suspenso. La novela divaga, se va por acá, por allá. Pero también hay que leerla porque hay grandes novelistas que dejan un bagaje de palabras, de metáforas, de adjetivos y de tonos que enriquecen mucho tu expresión. Dicho esto, y asumiendo mi contradicción, tanto me fascina el mundo de las ideas, que entonces leo más ensayo, que es donde el tipo te está proponiendo inmediatamente sus ideas.
–¿Un escritor, tal vez inconscientemente, atrae al lector que es él mismo?
–Es posible. Sin embargo, diría que tengo dos o tres habilidades: entrevistar, hacer columnas de análisis y contar historias. Y eso último se acentuó mucho desde que estoy en la radio. A veces al aire se hace difícil analizar porque el oyente tiene una atención flotante. Entonces, si lo someto a una concentración extrema con un análisis muy denso, probablemente no me va a escuchar. Por lo tanto, en radio desarrollé más la narración, el relato, mientras que en la gráfica, el análisis, aunque también hay historias.
–En el libro La entrevista periodística contás algunas anécdotas. ¿Cómo te diste cuenta de que, además del análisis, podías narrar historias?
–Lo conocí bastante a Ricardo Piglia. Cuando terminé mi primer libro se lo di con la esperanza de que hiciera el prólogo. Si Piglia me hacía el prólogo, era un padrinazgo bárbaro. Me dijo que no hacía prólogos, pero me escribió: “En una noche leí todo el libro, me encantó, no lo podía dejar. Lamento que no pusiste más anécdotas porque sos muy divertido contándolas. Tendrías que desarrollarlo más”. Recién ahí, y con décadas de periodismo gráfico encima, asumí que también podía ser hábil para contar.
–¿Entrevistaste alguna vez a algún autor que habías leído y no resultó ser como esperabas?
–Siempre el personaje que conocés es otro del que leíste. El vínculo que se establece con la proximidad al que antes era un nombre detrás de un libro cambia todo: ves a la persona, no solo al escritor, con sus vicios y virtudes. En la entrevista a un autor de narrativa vas a indagar en eso porque el lector quiere conocerlo. Carlos Ulanovsky siempre me preguntaba sobre los entrevistados en su programa: “¿Y cómo es? ¿Va al baño?”, como pidiéndome que le contara la intimidad del tipo. El lector quiere eso también, saber cosas de su vida.
–¿Tenés en cuenta al lector en el momento de escribir?
–Cuando escribo imagino cómo voy llevando al lector en el desarrollo de un tema: ¿me sigue el lector o no me sigue? ¿Qué ignora de este tema? Yo no puedo dar por entendidas cosas que son complejas. Una de las fallas de muchos periodistas es dar por sobreentendidas cosas que el lector no sabe. No hay un lector único, hay muchos y con diferentes niveles. Lo que estoy haciendo es un ejercicio de la comunicación: si meto algún concepto complejo sin tener en cuenta que es probable que el lector lo desconozca, le planteo un obstáculo. Si lo hago muchas veces porque me encanta lucirme, lo voy a perder.
–¿Hay escritores que no tienen esa contemplación?
–Hay muchos que no. Si estás escribiendo un paper científico es una cosa, pero en un diario, si planteás muchas dificultades de lectura, el tipo se va y lo perdiste. No debo dar nada por sobreentendido, tengo que aprender a narrar. El lector de periodismo no lee por obligación, así que si se aburre o no entiende, se va y fracasaste aunque no te hayas dado cuenta. Una nota es como una partitura musical. A una frase larga viene un contrapunto, alguna imagen, algo provocativo. Me hago una imagen de un posible lector. ¿Qué sabe sobre este tema? ¿Qué ignora? Insisto en que siempre uno trabaja con el fantasma del público, que es el lector.