Por Francisco Declich

Las desinformaciones no son algo nuevo en la historia de la humanidad. Mucho menos en la de los medios de comunicación masiva. En la memoria argentina está la tapa de la revista GENTE que mostró a un avión argentino derribando a un buque inglés en plena guerra de Malvinas, cuando la realidad era muy distinta. Pero las desinformaciones verosímiles generadas por inteligencia artificial, emitidas por cualquier individuo del mundo con acceso a internet, para redes sociales gobernadas por los algoritmos confirmatorios de sesgos ideológicos sí son algo nuevo.

Portada de la revista GENTE del 27 de mayo de 1982, durante la guerra de Malvinas.

La desinformación es una preocupación real de la Asamblea General de las Naciones Unidas y del Foro Económico Mundial de Davos; y es mencionada como uno de los más altos riesgos a los que se enfrentará la humanidad en los próximos años, cuando las inteligencias artificiales estén plenamente desarrolladas. Por ello, una de las vías que encontró la sociedad para combatir la desinformación son las organizaciones de fact-checking, que tienen la misión de verificar el discurso público, especialmente de los políticos.

Chequeado tiene el mérito de ser la primera organización de este tipo en América latina, pero también el de mantenerse en vigencia y consolidarse en Argentina como una fuente fiable de información. Matías Di Santi es el actual director del área de medios, y se describe a sí mismo como un fanático de la investigación y de desmentir desinformaciones. En su rol, no solamente se ocupa de comprobar datos y mantenerse al tanto de las fake news circulantes, sino que debe competir contra las mismas desinformaciones en velocidad y eficacia de difusión, una de las tareas más difíciles para cualquier fact-checker.

Trabajás en medios hace muchos años, pero hace un tiempo que tus proyectos convergen en las organizaciones verificadoras de datos, como Chequeado y Reverso. ¿Qué es lo que te motiva a combatir la desinformación?
—La realidad es que a mí lo que me motiva es que la sociedad reciba información de calidad y tome decisiones en su día a día en base a ella. Cuando uno toma decisiones en base a desinformaciones o fake news, puede generar muchísimo guiándose por información que no es cierta, y creo que eso no aporta a la creación de un sistema democrático. Además, en esta aventura uno se enfrenta a personas y organismos que desinforman con intereses políticos y también, en algunos casos, económicos. También hay gente que lo hace desde la ignorancia, porque es muy fácil caer en una desinformación. Parte importante de esta lucha es enseñarle a las generaciones futuras cuáles son las mejores herramientas para nunca caer en una.

—¿Cuál es el riesgo que tiene el uso de inteligencia artificial en la producción de desinformaciones?
—El riesgo es que todo se vuelva relativo. Es el hecho de que, como la inteligencia artificial puede ser utilizada para generar imágenes, audios y videos falsos, después ninguna imagen, audio o video sea prueba de algo, y la gente deje de creer en los documentos probatorios. Ahí es donde estamos los verificadores de datos o fact-checkers luchando contra la desinformación, pero pidiéndole también a las plataformas de inteligencia artificial que identifiquen la originalidad de los contenidos, para saber qué fotógrafo sacó la foto, quién grabó el audio, y así.

—¿Qué herramientas de chequeo recomiendan para combatir los peligros de este avance?
—Hay varias herramientas que hoy permiten verificar si una foto o un video está hecho en su mayor porcentaje con inteligencia artificial, pero no todo se puede verificar. Si te fijás en chequeado.com/inteligencia-artificial/ vas a encontrar algunas, pero, igualmente, siempre recomendamos afinar la visión crítica de cada uno, que es un recurso mucho más valioso.

—¿De qué maneras piensan implementar la inteligencia artificial en Chequeado por fuera de la verificación de datos?
—Muchísimas. Estamos haciendo diferentes pruebas con ChatGPT, Gemini Cloud y otras herramientas de inteligencia artificial para elaborar guiones para redes sociales, hacer edición de videos, escribir notas. Pero me parece importante aclarar que estas herramientas tienen sentido cuando son usadas por el ser humano, y no creemos que puedan reemplazarlo.

—Hace tres años publicaron un estudio que prueba que el fact-checking funciona, pero en él se explica que no logran que el lector acepte la verdad, sino que empiece a dudar. ¿Es suficiente eso para ustedes?
—Lo del estudio que hicieron Natalia Aruguete y Ernesto Calvo fue muy importante, porque saber que conseguimos la duda en nuestros lectores es sin dudas una muestra del éxito. Además, diferentes estudios señalan que una desinformación circula hasta siete veces más que una desmentida. Tenemos que seguir mejorando para alcanzar esas siete veces más, pero que la gente dude implica que van a desconfiar de la próxima información que les llegue por internet, y lamentablemente esa desconfianza es lo que debemos fomentar si queremos detener las noticias falsas.

—Tanto Edgardo Kueider como Adolfo Rodríguez Saa, cuando eran senadores nacionales, llevaron al Congreso proyectos de ley para combatir las noticias falsas, ¿ustedes tienen una posición respecto a la figura del Estado en este tipo de intervenciones?
—Respecto de la intervención del Estado en la desinformación, nosotros no damos opiniones sobre lo que debe hacer. Somos una organización que lucha contra la desinformación con una mirada institucional y periodística, pero no somos una ONG que haga think-tanks de políticas públicas. No tenemos una política de incidencia respecto del Estado nacional y no abogamos por regulaciones.