Por Carola Scialabba y Vera Boussy

Sábado 1 de noviembre, 10 am. La Plaza de Mayo se tiñó de brillos y banderas -como todos los años desde 1992- con una consigna de lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+, bajo el lema “Frente al odio y la violencia, más orgullo y unidad”. Una línea que resume la necesidad de continuar el reclamo tras 34 años de salir a las calles

Sobre la plaza se ubicaron vendedores con sus mantas y gazebos. Otros, recorrían el lugar. Cada año se suman emprendimientos que acompañan y buscan su espacio dentro de un movimiento inclusivo. Es el caso de Ivana de “Surika Accesorios” quién comentó: “La feria nos ayuda a visibilizar y estoy muy agradecida de estar acá”. A su vez, desde la Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina (SIGLA) expresaron: “Somos una asociación que está presente desde la primera Marcha del Orgullo, juntamos fondos para la institución, es un año muy difícil pero hay que seguir”.

A pesar de las sonrisas, los colores, la alegría y la energía positiva que vibraba desde el escenario situado frente a la Casa Rosada hasta la Plaza de los Dos Congresos, la Marcha del Orgullo es un llamado a la lucha. A la consigna principal se sumaron reclamos sobre el recorte estatal en materia de salud hormonal, en específico la derogación de los DNU 61 y 62 de 2025; la estigmatización de las infancias y adolescencias trans; la reapertura del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y el pedido de acción contra los discursos de violencia y odio hacia la comunidad. Hace sólo unos meses, el presidente Javier Milei dijo en su presentación en el Foro Económico Mundial de Davos: “La ideología de género en sus versiones más extremas constituye lisa y llanamente abuso infantil”.

En este marco la Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo presentó un reclamo titulado “Reconocer es reparar” con el objetivo de exigir una reparación histórica para “las personas travestis y trans adultas mayores que han sobrevivido a la persecución estatal”.