Por Lorena Sosa
Con la idea de echar un poco de luz sobre su oscura desaparición, se estrenó en el Gaumont el documental “¿Quién mató a mi hermano?”, de Ana Fraile y Lucas Scavino, que expone en primera persona, a través de los testimonios de su madre y su hermana, la tenaz búsqueda de verdad y justicia de familiares y amigos de Luciano Arruga. Un relato conmovedor de la odisea del chico de 16 años que vivía con su familia en el barrio 12 de Octubre de Lomas del Mirador.
Luciano fue perseguido, hostigado y torturado por policías bonaerenses, como antesala de su desaparición, el 1 de febrero de 2009. La historia, a diferencia de documentales que recurren a la síntesis de la voz en off para lograr una cronología ordenada, se sostiene con elocuencia a partir de los testimonios centrales de Vanesa Orieta, una de sus hermanas, y de su madre, Mónica Raquel Alegre.
Las dos hacen de sí mismas, pero no son mostradas en reportajes a cámara fija, sino mediante documentos registrados durante la búsqueda; entre ellos, la secuencia del juicio oral en el que fue condenado uno de los policías del Destacamento de Lomas del Mirador, donde Arruga estuvo preso y donde sufrió apremios ilegales, antes de su desaparición. Vanesa y Mónica estuvieron en una habitación contigua a la celda donde estaba preso, y lo golpeaban mientras ellas escuchaban con impotencia sus pedidos de auxilio.
Lo que se narra de manera rotunda, contundente, es la odisea del chico que se negó a robar para la policía y que salía de su casa “a cartonear”, como reivindica su madre, para aportar su grano de arena a la precaria economía familiar. Esa digna conducta le costó la vida. El film comienza anticipando el final, con las luces de los autos que corren raudos por la avenida General Paz. Uno de ellos arrolló y mató a Luciano, que cruzó por un lugar inaccesible para cualquier peatón, escapando de quienes lo persiguieron hasta el final de su corta vida.
La General Paz, frontera entre la Capital Federal y Lomas del Mirador, uno de los barrios postergados del conurbano bonaerense, aparece como línea divisoria entre la vida y la muerte. La película avanza durante 88 minutos en un orden no siempre cronológico, para mostrar diferentes momentos de la lucha de Vanesa junto a su madre. Son conmovedoras las exposiciones de ambas en el único juicio en el que se investigó al Destacamento de Lomas del Mirador.
El documental muestra, con escenas reales, nunca difundidas por los medios de comunicación, la indiferencia y el cinismo del abogado defensor del único condenado por las torturas que sufrió Luciano antes de su desaparición, el policía bonaerense Diego Torales. También se ven y escuchan las excusas banales de los miembros del Poder Judicial que tenían que buscarlo después de su desaparición.
Lo que se revela al desnudo es la corrupción y la complicidad entre la institución policial y el Poder Judicial, recreando escenas propias de la dictadura militar. El documental fue producido por Pulpofilms con el apoyo del equipo periodístico de La Retaguardia. Al momento de los hechos, el intendente de La Matanza era Fernando Espinoza y Daniel Scioli era gobernador de la provincia de Buenos Aires. El ministro de Justicia era Ricardo Casal, y Carlos Stornelli ocupaba la cartera de Seguridad. Orieta los señaló como responsables políticos directos.
Las desapariciones forzadas y la violencia institucional no cesaron con el retorno de la democracia. Los gobiernos que asumieron desde diciembre de 1983 no han podido poner en caja a las policías y a las fuerzas de seguridad. El Caso Arruga es uno de los más emblemáticos, junto con los de Walter Bulacio, Miguel Brú y Julio López, entre muchos otros.
Vanesa llevó el reclamo por su hermano hasta Ginebra, hasta la sede de los organismos de derechos humanos continentales. Además de las entrevistas, se incluyen escenas de manifestaciones y la lucha de los familiares y amigos de Luciano para convertir en sitio de memoria la sede del Destacamento de Lomas del Mirador donde fue torturado el joven. Las imágenes muestran en primer plano la fragilidad corporal de Vanesa, en contraste con la fortaleza con la que sigue encabezando la lucha, de ahora en más “para que ningún otro pibe” viva lo que le tocó vivir a su hermano. Entre otros, aparecen en el film los testimonios de Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; Adolfo Pérez Esquivel, del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), y Pablo Pimentel, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) de La Matanza.
Fotos: Cris Zurutuza