En los últimos 10 años presenciamos el crecimiento de las iglesias evangélicas argentinas, en paralelo al descenso en confianza en las iglesias tradicionales. Las publicidades de trasnoche en canales de aire, los carteles en la calle y los edificios reconvertidos en centros de ceremonias de las organizaciones evangélicas más grandes (muchas veces “importadas” de países como Brasil, como es el caso de la Iglesia Universal, una de las más importantes del país) son sólo algunos ejemplos. Esto, sumado a los 25000 registros en la Subsecretaría de Cultos nos deja con la pregunta: ¿qué tan fácil es formar una iglesia y qué tanto control estatal existe sobre ellas?
Desde Publicable descubrimos lo simple -y lucrativo- que puede llegar a ser registrar un culto ante el Estado y conversamos con G, colaborador de una iglesia evangélica del conurbano bonaerense sobre qué pasa “detrás del telón”.
Según un estudio realizado por investigadores del Conicet realizada en 2008 (la última disponible con datos de creyentes), el 76,5% de los encuestados que declararon ser creyentes adhieren a la religión católica (la predominante en la Argentina, avalada por la Constitución Nacional como el culto oficial), mientras que el 9% se declara evangelista. Esto se condice con un crecimiento de casi el 30% en el registro de comunidades religiosas no católicas entre 2007 y 2011, facilitado por la simplicidad de los trámites necesarios para fundar cultos y registrar filiales.Por

Por D. Argüello, J. Falco y G. Sotelo

En el país, durante los últimos 10 años se registró un crecimiento de las iglesias evangélicas argentinas, en paralelo al descenso en confianza en las iglesias tradicionales. Las publicidades de trasnoche en canales de aire, los carteles en la calle y los edificios reconvertidos en centros de ceremonias de las organizaciones más grandes (muchas veces “importadas” de países como Brasil, como la Iglesia Universal, una de las más importantes del país) son sólo algunos ejemplos. Esto, sumado a los 25 mil registros en la Subsecretaría de Cultos, deja flotando una pregunta: ¿qué tan fácil es formar una iglesia y qué tanto control estatal existe sobre ellas?

Según un estudio realizado en 2008 por investigadores del Conicet (la última disponible con datos de creyentes), el 76,5 por ciento de los encuestados que declararon ser creyentes adhieren a la religión católica (la predominante en la Argentina, avalada por la Constitución Nacional como el culto oficial), mientras que el 9 por ciento se declara evangelista. Esto se condice con un crecimiento de casi el 30 por ciento en el registro de comunidades religiosas no católicas entre 2007 y 2011, facilitado por la simplicidad de los trámites necesarios para fundar cultos y registrar filiales.

“En 2002 estaba todo muy complicado, en casa no teníamos para comer e íbamos a reuniones de trueque para ver si conseguíamos algo. Yo tenía 15 años y mi vieja nos empezó a llevar a mí y a mis hermanos a una iglesia nueva que habían puesto en el barrio para rezar y para que pudiéramos comer algo”, relata G, colaborador en una iglesia evangélica de San Miguel. Durante la crisis de 2001, muchas iglesias se abocaron a intentar suplir la asistencia del Estado aliviando las zonas más afectadas con ollas populares, juntando donaciones y, obviamente, brindando acompañamiento espiritual. Muchas personas, como la familia de G, se encontraron con una gran sensación de abandono por parte del Estado y las iglesias tradicionales, y terminaron volcándose a otro tipo de cultos que empezaban a tomar impulso por esos años.

El trámite administrativo del registro de una religión ante el Estado es hoy particularmente simple para las organizaciones que dependen de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Tampoco presenta demasiadas complicaciones para las que no adhieran a esa organización, como las evangélicas, y basta con presentar una serie de formularios en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto firmados por la máxima autoridad de esa religión.

Los requisitos principales impuestos por el Estado son: una carta del fundador, el título de propiedad del lugar de culto, un documento que detalle la historia de la iglesia y un acta fundacional con las normas, los fundamentos de su doctrina, sus actividades y cómo van a formarse los oficiantes.

Nosotros la tuvimos bastante fácil. El pastor que fundó nuestra iglesia ya estaba registrado y puso su propia casa como templo. Él había sido cura en una capilla católica por la zona, pero se fue distanciando porque había mucha corrupción, las donaciones no llegaban completas a la gente del barrio y no sentía que estuviera haciendo llegar el mensaje de Dios”, continuó G. “Muchos de los que éramos chicos cuando arrancó la iglesia también son pastores o se están formando. Personalmente ya no creo tanto como antes, pero me gusta la posibilidad de ayudar a la gente que menos tiene desde mi lugar, agregó.

Una vez presentada y procesada la documentación, la Secretaría de Culto de la Nación emite un certificado y un número oficial de culto que las organizaciones deben presentar ante las autoridades municipales para obtener las habilitaciones edilicias. “Con la municipalidad no tenemos demasiado drama, pero cada tanto cae algún policía para molestar a los chicos que colaboran acá, muchos son adictos recuperados y los tienen marcados como si fueran a delinquir. Si organizamos una feria o algo así, también puede que venga algún inspector que busca una coima…y se la tenemos que dar. Todo lo que recibimos de donaciones lo destinamos a ayudar en el barrio y mantener el templo, pero se quieren abusar igual”, afirmó G.

En la actualidad, la Subsecretaría de Cultos alberga más de 20 mil direcciones registradas en todo el país, y cada vez son más los creyentes cautivados por nuevos pensamientos, doctrinas o maneras de vivir en compañía. Con tan sólo una serie de requisitos, cualquier persona puede presentar una idea única de seguir una religión, y a este paso los números no harán más que multiplicarse en los próximos años.